Arte Sacro
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Ipsum factum convertuntur o cómo las cosas bellas son verdaderas. Javier Ramos Sáez


 La historia de la Semana Santa , muchas veces descrita y publicada por diferentes autores, es la reacción ante el luteranismo que imperaba por el s. XVI, y que en 1545 se produjo una medida de paliar esos efectos conducido en un concilio: el Concilio de Trento.

La historia de la primera protestación de fe por las calles de Sevilla data del día 24 de septiembre de 1559 y ante este curioso hecho, que defendía la unión de la Iglesia Católica ante el luteranismo, las Hermandades de Sevilla se convirtieron en Cofradías de culto público. Este es el paso de Hermandades a Cofradías como hoy en día las conocemos: “las Cofradías nacieron con un deseo de vivir la Pasión de Cristo como algo propio, con el gozo doloroso de unirse con Cristo paciente en una identidad de afanes redentores” nos dice Federico Gutiérrez.

A partir de este hecho surgieron las cuestiones estéticas en la Semana Santa para así dar testimonio de la majestad real del Señor y de la infinita Gracia, Bondad y Misericordia de Nuestro Señor Redentor. Todos éstos son conceptos atribuibles a Jesucristo en forma simbólica para enseñar al fiel creyente la omnipotencia y la excelsa divinidad de Nuestro Señor.

Lo estético ayuda a ver a Dios como algo Real y proto-humano. Nos ayuda a llegar a la verdad porque así Dios, como es divino en su esencia, también lo bello se acerca a la perfección de Dios y por ello se acerca a lo verdadero que es su esencia ontológica, es decir, su ser (esse).

Mediante la expresión latina escolástica del ipsum factum convertuntur, de que el mismo hecho es convertible o transformable, se dice de que lo bello se puede transformar en lo verdadero. Así como la música es bella y es bonita en su esencia y en su estructura también puede llegar a ser verdadera en sí misma (ipsum esse).

Las descripciones de la Pasión de Cristo en la Semana Santa , por su belleza, nos acerca a la verdad de su evangelización y al verdadero significado de lo que es la esencia de Dios. La belleza acompaña a la verdad en su afán evangelizador.

La perfecta efigie del Señor de Pasión o la devota imagen del Señor del Gran Poder, por su belleza, llegan a la verdad mediante el proceso de visión sujeto-objeto que hace que los anhelos del sujeto (fiel) hacia el objeto (imagen) se proyecten en un sentir metafísico y verdadero.

La belleza y la perfección de la imagen fue, en los ideales de los escultores, el canon de la verdad. Así belleza y verdad hacen ser un conjunto ideal en sí mismo y una dualidad que universalice la Semana Santa.

Hablamos de un asunto tan lejano en la historia como cercano a nuestro tiempo: del tema de la filocalia (amor hacia lo bello) y de la kalokagathiá (agathós –verdad- y kalós –belleza-) griegas hasta la primera protestación de fe en los albores de la modernidad hasta la vigencia que tiene en nuestros días.  










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