Arte Sacro
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Unos pies sin besos. José Cretario. ABC Sevilla


Conozco algunos antebrazos cuyas muñecas se dislocan de tanto tocar la pandereta cuando una eminencia internacional, Baremboy llega a Sevilla para trabajar con una institución de prestigio como es la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Curiosamente esos antebrazos parecen ser los mismos que ahora hacen aspavientos, cuando se plantea la posibilidad de que otras eminencias, los Cruz Solís vuelvan a colaborar con otra institución de prestigio internacional como es el Iaph para la restauración del Gran Poder.

Esta aparente paradoja puede que tenga su lógica en un territorio ajeno al de la razón. Cuando los hermanos Cruz e Isabel Poza concluyeron su última experiencia en el Instituto, en 1998, tras la restauración del Cristo de las Penas, algunos responsables de la entidad patrimonial dieron a entender que esa era la última vez. El conocimiento y la maestría adquirida a través del oficio y la experiencia, convierten al profesional en una persona segura de sí misma. Y si eres el mejor, todavía más.

Esa seguridad choca con algunos conceptos de jerarquía y ahí llegan los problemas. La responsable de una restauración que resultó escandalosa me reconoció que había hecho lo que le dijo un jefe de entonces. La declaración de autosuficiencia realizada esta semana por el director general de Bienes Culturales Jesús Romero no es una buena noticia. Ni para los Cruz, ni para el Iaph, ni para la hermandad del Gran Poder. Las restauraciones del Instituto han sido magníficas. Las de los Cruz Solís, geniales. Un ejemplo lo hemos visto esta semana. El Cristo de la Salud y Buen Viaje ha vuelto tras casi un año en La Cartuja. La complicada restauración le ha salvado. El Cristo está distinto pero está mejor.

Sin embargo la obra contemplada en su conjunto tiene un algo que te contiene a la hora de quitarte el sombrero. Y ese algo es que hay partes de la escultura que parecen nuevas. Mirad los pies, donde no queda huella ni del tiempo ni de los besos que se han perdido para siempre. Esa frontera entre lo correcto y lo genial es la separa a los Cruz Solís de otros. Ellos jamás hubieran borrado los besos.

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