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La historia paralela de las Sacristías y las Capillas del Sagrario en los templos católicos españoles (I). F.J. Barragán de la Rosa


Vamos a considerar en este artículo dos estancias que tienen una entidad propia en los templos parroquiales y en las catedrales, dos partes de dichos edificios que han guardado cierta relación desde que se empiezan a construir en las iglesias, pues aparte de la Capilla Mayor y la Nave constituyen un complemento esencial para el culto y por tanto también lugares necesarios en estos edificios. Nos referimos a la Sacristía y a la Capilla del Sagrario.

En primer lugar vamos a delimitar el significado de ambos términos. Se denomina Sacristía a una parte contigua a la iglesia, el lugar donde se revisten los sacerdotes, se administran y están guardados los ornamentos, vasos sagrados, libros sagrados y demás cosas pertenecientes al Culto Divino. Por otra parte, el Sagrario o Capilla del Sagrario es primeramente el lugar de un templo en que se guardan las cosas sagradas como las Reliquias de mártires o santos y especialmente donde se encuentra la Reserva Eucarística del Santísimo que indudablemente es el mayor tesoro que tiene una iglesia. En otro sentido el término Sagrario se puede referir al arca donde se guarda y deposita a Cristo Sacramentado en el copón o la custodia- ostensorio. Curiosamente primitivamente en el latín eclesiástico tanto sacristía como sagrario como piezas del templo tenían el mismo nombre: sacrarium. Efectivamente ello se debía a que en general en dicha pieza reunía esa doble función de guardar reliquias y elementos del culto y también hacer en ella la Reserva de la Eucaristía. Esta cuestión nos indica que precisamente desde la Edad Media en la sacristía, en cuanto a lugar donde se guardaban las vestiduras sagradas, también se guardaba Cristo Sacramentado principalmente para ser usado como viático para aquellas personas que se hallasen en peligro eminente de muerte.

El caso es que en época medieval era bastante común reservar el Santísimo Sacramento en un armario en la sacristía, costumbre que se remonta a la usanza cristiana primitiva. Pero esta costumbre cambiaría conforme creció la conciencia del culto debido a la Eucaristía fuera de la Misa sobre todo a partir del IV Concilio de Letrán (1215), y el sagrario se hizo cada vez más importante, sacándolo progresivamente de la sacristía y llevándolo a un plano central junto al altar principal, donde los fieles pudiesen adorar al Santísimo. Así en esa época en la Iglesia de Occidente por lo general se dispuso un armario en un lateral del altar que se denominó secretarium o sacrarium (sagrario) como hemos indicado y los diáconos eran quienes tenían las llaves como encargados de la administración de la Eucaristía. Aun cuando somos conscientes de que los aspectos litúrgicos son bastantes complejos en su desarrollo y muchas veces no han guardado una homogeneidad ni temporal ni geográfica en las distintas áreas de la cristiandad con lo cual generalizar se hace muy complicado, sí cabe señalar que la tendencia en líneas generales ha sido convergente. Por ese motivo y para no extendernos,  vamos con este artículo a explicar la evolución de algunos aspectos referentes a las piezas Sacristía y Sagrario en el edificio de las iglesias tomando como punto de partida la Plena Edad Media (s. IX-XIII). Los datos que aquí se aportan que van de lo general a lo particular, nos van a permitir conocer mejor la esencia de aspectos muy importantes del culto católico desde la perspectiva histórica de la Liturgia.

La Sacristía y el Sagrario en su evolución desde el s. IX hasta el s. XVIII

En la Alta Edad Media, muchos templos no tenían sacristía, o eran muy pequeñas, puesto que el modesto ajuar sagrado se guardaba en bancos o armarios en las inmediaciones del altar. Tampoco existía una capilla del sagrario, pues desde los primeros siglos del cristianismo hasta el siglo IX d.C., la Eucaristía estaba conservada en una capsa (una sencilla y pequeña caja) o envuelta en paño de lino, que a su vez, se guardaba dentro de un conditorium (armario) para mayor seguridad. Este primer sagrario o tabernáculo del cristianismo pasó de la pared del muro junto al altar, a ocupar una pieza independiente del templo que acabó dando nombre a lo que hoy conocemos como “sacristía”, donde se guardaba también el ajuar litúrgico.

A partir del s X se diversifica las formas de custodia del Santísimo Sacramento en distintos recipientes y modos. Si bien se mantiene en muchos casos como lugar de la reserva en el armario (conditorium) dentro de la Sacristía, aparece para dignificar el culto a la Eucaristía, como precursor de los sagrarios-tabernáculos actuales el propitiatorium (cofrecito cerrada con llave) o tabernáculo que se situaba ahora en la parte posterior del altar (el tabernáculo era habitualmente móvil y de pequeñas dimensiones, cubriéndose con un velo trasparente) que contenía en su interior la píxide eucarística. La píxide era un recipiente en forma de paloma que se usaba anteriormente para almacenar el Santo Crisma (una mezcla de aceite y bálsamo que consagran los obispos en Jueves Santo en los baptisterios), pero en pleno medievo pasó a contener el Pan Consagrado. La píxide pudo evolucionar para tomar la forma de una cajita o de un copón. Otro modo de hacer la reserva fue la propia píxide eucarística, en este caso esa paloma eucarística, pero apoyada sobre un plato de mayor tamaño que se podía descolgar mediante unas cadenillas desde el centro del techo del baldaquino que generalmente cubría el altar. Otras veces la píxide eucarística colgaba desde la encorvadura de un báculo sujeto a la parte trasera del altar. Desde el s. XI bajo el impulso de la creciente devoción al Santísimo Sacramento, la disciplina de conservar la eucaristía en la sacristía o de una manera discreta comienza a sufrir radical innovación pues queda depositada en la iglesia sobre el altar o en un lugar convenientemente preparado, y su traslado se realiza procesionalmente y con cierta pompa.

Es a partir del IV Concilio de Letrán s. XIII cuando se exhorta a que la hostia se mantuviera en un lugar limpio y visible, dentro de un recipiente seguro, preferentemente en un lugar elevado sobre el altar y protegido por una cerradura con llave. Sólo algunos pocos sínodos designan el lugar del Sagrario-tabernáculo con más detalle, como los Sínodos de Colonia (1281) y los de Münster (1279) que ordenaron que se dispusiese inmediatamente detrás del altar o sobre el mismo en la capilla mayor. La reserva eucarística estaba destinada principalmente a servir de viático en caso de peligro de muerte, pues paradójicamente aunque en el s. XIII se toma una mayor conciencia de la adoración a la Eucaristía, la comunión de los fieles en la Edad Media se iba haciendo paulatinamente menos frecuente por un temor a no estar la persona debidamente preparada y se introduce el pensamiento de que el sacerdote comulgaba en representación de toda la comunidad.

Además a partir del s. XIII la forma de tabernáculo mural tras el altar con una lámpara que indica la presencia del Santísimo se hace predominante en las iglesias. Con ello lentamente empieza a independizarse la funcionalidad de la sacristía para guardar la reserva eucarística y queda la sacristía únicamente como lugar de almacén para las vestimentas, ornamentos y artículos de culto como vasos sagrados y otros tesoros como reliquias, y el sitio donde se viste el clero antes de las diversas ceremonias eclesiásticas.

También aparecen en el s. XIV en la Capilla Mayor o en la Nave de algunas iglesias, unos Edículos del Sacramento que son edificios pequeños en forma de templete o baldaquino de un solo cuerpo o de dos alturas tras el altar para guardar el Santísimo Sacramento en un vaso transparente protegido por medio de una reja metálica. Ello permitía a los fieles contemplar directamente la Hostia consagrada, funcionando así como una exposición permanente del Santísimo.

Ya para el s. XIV-XV aparecen los retablos en el ábside que suelen incluir un armario para el fin de guardar el Santísimo Sacramento, desde entonces se extiende también la combinación de retablo y “casa del sacramento” sobre el banco del retablo. Si bien eso no fue lo habitual antes del Concilio de Trento, pues pocos retablos de la Capilla Mayor poseían esa Casa del Sacramento o Sagrario. Lo normal era que las sagradas formas se custodiasen en una urna ex profeso independiente del retablo.










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