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La crisis del siglo XIX en las hermandades. Reflejo de la historia de Sevilla en la historia de las hermandades. Javier Ramos Sáez


Marcados en la retina de la historia quedarán los acontecimientos tan tristes como horribles que sucedieron en la Sevilla del siglo XIX y cuyas personas de bien les tocó vivir en tan tensa batalla emocional.

Tristes acontecimientos, repito, sucedieron en Sevilla: la epidemia de 1800, la invasión de las tropas napoleónicas que entraron en Sevilla en 1810, la desamortización de 1840 o la junta revolucionaria de 1868 son casos históricos de gran relieve en la Sevilla del XIX cuya inmensa injusticia dejó la huella de la barbarie humana que no supo comprender esas viejas tradiciones que fueron de Sevilla su cara más hermosa.

Las hermandades de Sevilla se sobrepusieron a las barreras y dificultades con arduo esfuerzo para continuar con esas tradiciones penitenciales que afloraron allá por el siglo XVI. Grandes grupos de personas retomaron las riendas de las diferentes hermandades para restablecer el orden que se había perdido, pero trágicamente a esos grandes esfuerzos se unían sucesivas desgracias tal como si fueren las alas de Ícaro que cuando llega al Sol se derriten. Así eran las hermandades, cuando tenían una cierta calma venían de repente las más trágicas postraciones. Describiré en breves líneas las vicisitudes que las hermandades sufrieron en dicho siglo:

En la Hermandad de San Roque -antigua del Crucifijo de San Agustín- perdieron el Convento de San Agustín, que fue casa de esta hermandad desde su fundación, desde que fuera descubierta dicha imagen en 1314 por causa de la exclaustración, una de tantas que se produjeron. Gracias a un grupo de personas cuyo principal fue Joaquín Fernández Venegas en 1876 la Cofradía pudo restituirse con cierto decoro.

En la Hermandad del Museo la epidemia de Peste de 1800 produjo una gran decadencia que duró bastante tiempo debido a la gran muerte de sus principales componentes.

En 1810 la Lanzada se arruina debido a la enajenación de gran parte de sus alhajas y efectos por la invasión francesa. El gran hermano Antonio Bouzada en 1844 restituye la hermandad que estaba en completa decadencia y posteriormente debido a otro bajón Manuel Gutiérrez y R. Cano en 1895 la salva de su deterioro. La Siete Palabras había sufrido la perdida de Ntra. Sra. de los Remedios, titular de la hermandad, junto con San Juan Evangelista y una cantidad de plata también en 1810. En 1868 le quitan su Capilla.

Otras hermandades sufrieron estragos en 1868 cuando se estableció una Junta Revolucionaria que tuvo poco éxito pero que hizo mucho daño a las Cofradías de Sevilla.

Por ejemplo, la Esperanza de Triana fue desposeída de su Capilla con lo que tuvo que irse a San Jacinto cuyo hermano mayor Francisco Sánchez la devolvió a la vida en 1890. La Amargura fue también desposeída de su Capilla en San Juan de la Palma en 1868 pero inmediatamente en 1870 volvió a su hogar. Los Panaderos perdió su Capilla debido al cierre de la parroquia de Santa Lucía cuyo almacén fue adecentado para las imágenes. Hay dos hermandades que para mi gusto sufrieron más que ninguna en este peculiar siglo y son la Hermandad de Pasión y La Cena.

Pasión tuvo una gran decadencia en 1800 debido a la epidemia en la que sus más distinguidos hermanos y aristócratas murieron dejándola en una gran postración. Medio levantada ante este acontecimiento en 1810 sufre la pérdida de todos sus efectos y toda su plata salvándose únicamente las imágenes. En 1840 el Convento de la Merced pasa a ser museo de pinturas debido a la desamortización de Mendizábal, desembocando finalmente en San Miguel después de varias iglesias teniendo una cierta estabilidad. En 1868 es derribada San Miguel por mandato de la Junta Revolucionaria con lo que deja de ser la sacramental y se va al Divino Salvador.

La Hermandad de la Cena se va de San Basilio por la invasión francesa a San Gil; vuelve y en 1868 es desposeída de la Capilla con lo que se va a San Vicente hasta 1881 que regresa a donde se fundó: Omnium Sanctorum.

En definitiva han sucedido un gran número de cosas en las que me dejo queriendo otras muchas debido a la gran trascendentalidad de los hechos y al gran número de ellos.










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