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Un despido de capirote. Fernando Carrasco. ABC Sevilla


Los despidos laborales siempre son desagradables. Sobre todo si de por medio está la familia, esto es, la esposa de uno... y la suegra. Si a estas circunstancias se le añade que dicho despido tiene que ver con el mundo de las cofradías, la cuestión adquiere tintes cuasi rocambolescos. Y si no que se lo pregunten a Carlos G. P., un hombre que trabajaba en un negocio familiar -regentado por su esposa y su madre política-, en el barrio sevillano de Triana y que tiene que ver con todo lo relacionado con el hábito nazareno, desde la confección de túnicas, escudos, cíngulos y sandalias, hasta la hechura de capirotes.

Carlos, de 42 de años, «es un manitas trabajando en todo tipo de fornituras y prendas precisas para el atuendo de penitente». Así lo dice una reciente sentencia de un juzgado de lo Social de Sevilla que considera que fue despedido de forma improcedente del negocio familiar que eran de su mujer y también de su suegra donde ha trabajado durante años.

Carlos G. P. terminó su relación sentimental con su mujer y también finalizó su contrato de empleo. El trabajador, que prestaba sus servicios «por cuenta y bajo la dependencia de la empresa Milagros P. A. de forma ininterrumpida» desde el 3 de febrero de 1998 «con la categoría de encargado, y debiendo percibir un salario de 43,30 euros por día».

Cambio de cerradura

Un buen día, el demandante se encontró con un cambio de cerradura en el local donde trabajaba. Pero la resolución judicial establece que tanto cuando el negocio estaba en manos de la ya ex suegra o después de la ex mujer, el trabajador «seguía recogiendo pedidos y haciendo camisetas y prestaba servicios para las cofradías con los mismos clientes».

Tenía la categoría de encargado y cuando se jubiló la suegra siguió trabajando en el mismo negocio, ya en manos de su ex mujer, según la resolución: «serigrafiaba camisetas o cosía botonaduras», esto es, era un «manitas» según la resolución del magistrado de lo social.

A pesar de que la demandada reconoció la existencia laboral con su ex marido, se opuso a que hubiera despido, la sentencia señala que «consta debidamente la existencia del postulado despido verbal del trabajador demandante, habida cuenta que concluyó la relación hasta entonces vigente entre las partes, mediante comunicación implícita de la empleadora, cambiando la cerradura del negocio e impidiéndole el acceso».

Igualmente, se considera por el juzgado un despido improcedente, ya que, según la sentencia, «no se le notificó por escrito al trabajador», por lo que se estima su demanda y la sentencia establece que Carlos G. P. sea readmitido en la empresa de su «ex» o deberán indemnizarle con casi 20.000 euros.

La ex suegra y antigua dueña de la empresa queda absuelta y la condena recae sobre la ex mujer del trabajador, la actual propietaria.

Documentación guardada

El abogado del trabajador, el letrado sevillano Joaquín Moeckel, asegura que afortunadamente el empleado «tenía elementos de prueba en los periodos en los que no estaba dado de alta, como la gestión de cuñas de publicidad en la radio que él mismo llevaba a las emisoras donde firmaba los contratos, albaranes de compra de mercancías a cuando iba a adquirir tejidos a almacenes con las fechas de entrega en periodos donde no estaba dado de alta». Se trata, por tanto, del «alma mater» del negocio, según su letrado y cuando la relación sentimental ha terminado con su mujer, también ha finalizado la laboral. Su abogado está satisfecho porque no sólo se ha estimado la demanda laboral sino que el trabajador ha sido absuelto hasta por dos veces por el juzgado de violencia de género de Sevilla por dos denuncias por unos supuestos malos tratos que interpuso la mujer tras el conflicto laboral.

Ahora la empresa, según la sentencia laboral, podrá readmitir al trabajador en las mismas condiciones en las que se encontraba el trabajador o bien tendrán que indemnizarle. Si la empresa opta por recurrir al TSJA, sala de lo social, tiene que depositar el dinero de la indemnización de la condena o un aval bancario por el mismo importe. Nunca un capirote salió tan caro.

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