Arte Sacro
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El poder de la imagen. Javier Ramos Sáez.


Un sentir profundo nos aferra a vivir la fe por medio de la contemplación de la imagen. Nos ayuda a comprender y es requisito indispensable para la enseñanza cristiana y para aumentar la devoción, viendo a Cristo o a María como personas de carne y hueso insertados en la mundaneidad sucesiva del tiempo. Vemos a Dios, que es omnipresente, en una figura de diversas partes de madera que representan la imagen sagrada de Dios por medio de la encarnación de su Hijo.

Esta encarnadura es la que hace padecer al fiel cristiano los improperios que sufrió Jesús de una forma espiritual, conociendo así el misterio que encierra la divina majestad real de Dios en la aceptación de la cruz por Jesús.

Nos consolamos viendo una imagen de Jesús porque sabemos que Él sufrió más por nosotros y que nos dio su vida a cambio de la destrucción del pecado original del hombre.

El poder de la imagen de Dios es incalculable. La aceptación de la imagen como medio para llegar a Dios ha surgido a partir del Concilio de Trento debido a la incipiente rebeldía de unos radicales protestantes que anulaban el valor de la imagen para llegar a la Pasión del Señor. Esta forma de ver este tema se reduce al término iconoclasta.

En cambio la Iglesia Católica (Ecclesia) apostó fuerte a partir de entonces por la imagen y por todo lo que significaba acudir a ella. A partir de ahí el mundo cristiano se hizo más accesible al vulgo comprendiendo así los misterios que encerraban los acontecimientos que sufrió Cristo en su Pasión.

Toda la cultura bíblica que poseía el clero, sobre el significado de la Pasión de Dios y así de la identidad de Jesús, estuvo en manos de los artistas imagineros siendo ellos el referente de la ideas que posteriormente se proyectarían desde el arte sobre las formas de ver y comprender los misterios de la Pasión.

Hoy en día esto se transposiciona de una manera parecida siendo la imagen la expresión de la evangelización de la Iglesia. Catequesis y acercamiento a Dios es lo que encierra una imagen cualquiera que tenga un valor artístico y estético considerable como todas las que tenemos en esta ciudad: Gran Poder, Pasión, Jesús Nazareno, Cruz al Hombro, Valle, Concepción, Tres Caídas... todas para lo mismo, es decir, para embellecer la palabra del Evangelio y así embelesar al fiel creyente con su sentido artístico y valorativo.

Muchas palabras bellas han surgido a lo largo de la historia del hombre para describir bellas imágenes procesionales tanto poetas, como periodistas, médicos o abogados; todo se puede resumir en lo mismo: la universalización del valor devocional de la imagen que se proyecta en un sentir místico.










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