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El poder de la fotografía antigua 2. Macarena por Amargura.


Mariano López Montes. En esta segunda aproximación a la realidad de lo que fue nuestra propia historia, y como un amante de la fotografía antigua, que por un motivo u otro llega a nuestras manos y conscientes de un valor que muchos no se atreven a reconocer, nos apresuramos a guardarlas como oro en paño en esas modernas bibliotecas que cambiaron con los tiempos la noble caoba, el nogal o el roble por estas modernas bibliotecas, sin libros ni álbumes que normalmente se fabrican en el lejano Oriente, y compramos a toca teja o en cómodos plazos en el grande de los grandes almacenes, o en las numerosas tiendas regentadas por jóvenes de disco duro a prueba de megas que han proliferado por toda la ciudad.

Sí, porque la foto antigua es un viaje a un pasado sin retorno que solo cobra vida cuando las vemos delante de nuestros ojos, queriendo descubrir con nuestra mente observante e inquieta, uno y mil detalles que se nos escaparían si la miramos con prisa y sin atención.

Una fotografía en general y esta que cumple cerca del centenario, representa una visión teatral de lo que fue la historia de esta ciudad, sus fiestas, en nuestro caso La Semana Santa, y lo más importante para mí, la gente que vivió el momento, que por unos instantes cobran vida y vuelven a representar los personajes que les tocó vivir en su tiempo, que actualmente es el nuestro y que pasaran al total ostracismo y al olvido en el momento que a través del teclado o de un botón, como decían los antiguos, desaparezcan para siempre durmiendo ese eterno sueño de los justos.

En esta ocasión os traigo esta impresionante imagen de la Virgen de La Esperanza pasando por su antiguo recorrido por la Calle Amargura, bella conjunción de los sentimientos humanos, la Amargura por un lado como referente callado y hondo de la pena y la tristeza, y La Esperanza por el otro como referente de lo que ha de venir de la felicidad, y como no de la alegría que suele ser contagiosa y sentida al paso de aquella Señora de San Gil.

Viendo esta fotografía del año 1926 con el palio parado a la altura del actual número 6 y con aquel palio rojo que creara Juan Manuel Rodríguez Ojeda, referente en innovación de futuros palios, se puede observar algo tan importante como es la gente  que observa pero a la vez participa de la procesión de la Virgen de su barrio, con esa pasión que siembra a su paso.

La gente se agolpa abajo y arriba desde aquellos balcones de hierro forjado para renovar esa visita que tienen todos los años como si de un familiar, vecina o amiga se tratará, todas las miradas convergen en un solo objetivo, al final y con el mercado de la feria que se intuye algo difuminado, la esquina con el balcón largo y corrido de los Moreno Gutiérrez, lugar donde nació y vivió mi amigo Joaquín Moreno, personaje intemporal y mago de la improvisación, de personalidad e intuición digna de algunas escenas del genial Berlanga, que desde siempre ha llamado a esta su zona, con la genialidad que le caracteriza “La Cuna de La Modernidad”.

Que importante poder observar, según dirían los sociólogos más progresistas, esa “Mezcolanza” o interacción interclasista que aquellas Semanas Santas tenían, sobre todo en su discurrir por las calles de sus barrios como el más claro exponente de esa Religiosidad Popular tan propia de nuestra Cultura Andaluza y ese sentimiento y asimilación del Antropocentrismo (todo lo divino se expresa a escala de lo humano) que despierta la fe y devoción hacia la imagen sagrada como algo cercano y personal, a la que se accede con un trato directo como si de cualquier vecina se tratase.

Otro signo que podemos observar en esta foto es una serie de elementos de vestir  estéticos que apuntan por la cualificación social y económica de los que los ostentan, gorras, sombreros, propietarios de balcones, invitados etc., así como esa pequeña pléyade de capirotes que se agolpa al lado del paso y que aún se ve con frecuencia en la actualidad, que aunque consideren que ir tan cerca, es tocar la misma gloria con sus manos, creo que la penitencia en este caso nunca está exenta.

Lo importante que quiero reseñar de esta fotografía, de hace cerca de cien años, es la fuerza que tuvieron y tienen actualmente nuestras cofradías con sus devociones más arraigadas en particular, ya que desde ese racionalismo imperante que solo reconoce la razón como base de todo conocimiento y que divorcia nítidamente lo sagrado de lo profano, se empezaron a rechazar sistemáticamente todas las manifestaciones de religiosidad popular, entre las demás que llamaron despectivamente folklore, tachándolas de sensualistas, inútiles e irracionales o propias de un pueblo y una sociedad no evolucionada, inculta, cateta y hasta pueblerina, propia de la idolatría y el fanatismo de las masas.

Ni ahora, en la actualidad, ni antes como se aprecia en esta foto, al hombre nunca lo mueve la razón ni esa racionalidad pura y sigue necesitando desde hace siglos estas representaciones simbólicas de una religiosidad personificada hecha a base de su propia cultura y tradición, por esto estas manifestaciones religiosas nunca han desaparecido de nuestra sociedad, incluso se han afianzado con el paso de los años, siendo muy común que esta religiosidad y otras que responden a otras concepciones mas racionalistas y basadas en otros mensajes y dogmas estén desapareciendo de otras sociedades que se consideran más modernas y evolucionadas. Considerado todo esto que aparece en la fotografía de 1926 y lo que gracias a Dios y nuestra tradición seguimos viviendo todos los años, menos este del 2020, por la causa que desgraciadamente está produciendo una fractura en nuestras prácticas de vida, por esto mismo cuando esta pesadilla pase, renacerán con mas fuerzas estas tradiciones que llevamos en los genes y que aprendimos y vivimos desde niños de manos de nuestros mayores, y jamás consideremos estas tradiciones como algo antiguo, caduco o sin sentido propio de pueblos y sociedades arcaizantes. 

Fotos: Mariano López Montes.










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