De pasos y de veladores. Antonio Sánchez Carrasco

Vienen tiempos malos para ambos. Tiempos complicados para la calle en general. Y para los bares y procesiones y todo tipo de aglomeraciones en particular.

No voy a analizar las nuevas formas de expresar la religiosidad popular en la calle, ni el ocio tasquero que tanto nos gusta en España en general y en el sur en particular, para eso están las redes sociales y 41 y un millones de españoles (quita a 6 millones de niños aprox), ya que se sabe que en este país hay un experto tras cada DNI.

Yo me iba a centrar en recordar desde aquellos místicos en su rincón que hablaban de cofradías desde el bar en la Teoría y Realidad de la Semana Santa de Núñez de Herrera de los primeros años del siglo XX, hasta las tertulias cofrades que fueron proliferando en los bares cuando iba acabando el mismo siglo.

Sentados en veladores (se empieza diciendo terraza y se acaba con caña de cerveza y faralaes) nos afanábamos en arreglar la Semana Santa, veíamos proyecciones de Semana Santa, mezclando carros y carros de diapositivas, con bacalao con tomate o montaitos de avispa (chorizo picante para los neófitos). Pasaban carros y carros mientras iban y venían tanques de cerveza y tintos de verano. Recuerdo alguna de esas proyecciones con la declamación de textos de Agustín Herpburn, que en paz descanse, eran tiempos kitsch, pero de hondas raíces en lo profundo de la vida. Porque apreciábamos aquello que nos daba la vida. Amábamos lo simple, cerveza, amigos y cofradías y sabíamos distinguirlo de lo que después ocurría en la iglesia.

Los tiempos fueron cambiándonos y fuimos difuminando todo aquello que teníamos, en campos y cosas que cada vez eran menos importantes aunque nos lo parecieran.

Ahora el COVID nos ha vapuleado en todo. Dejaremos para el devenir del virus lo que seremos en un futuro, incluso en temas tan triviales y tan profundos a la vez como los bares y las cofradías.

#Volveremosalosbares

Foto: Antonio Sánchez Carrasco.