Y Dios venció la pandemia. Antonio Sánchez Carrasco

Sonaba adagio of strings de Samuel Barber mientras Víctor García Rayo contaba como el Gran Poder volvía de la tarde sevillana hasta su altar. En Sevilla Este empezaba a hacer frío y tentado estábamos de hacer zapping. No por la retransmisión, sino por ese pellizco intenso de ver a Dios en la calle y no poder estar allí.

Son 400 años oyendo ruegos, 400 años expectante de todo aquello que le llegaba a sus plantas. Se volvió al pueblo. Mandaba Manolo Villanueva. Poco a poco lo perdiamos de vista. Yo había amanecido junto a El. Volvía a llegar Dios hasta nosotros. Se quedaban las sillas blancas vacías. Cerré el balcón porque tenía arrecida el alma y  el aire empezaba a enfriarme el cuerpo.

Hubo un tiempo que trabajé en prensa y hubiera estado en todo el fregado, pero ahora seguía aquí en Sevilla Este. Miré las fotos que le había hecho por la mañana. El Señor que respira por nuestros desvelos. El Dios hecho hombre que tenía dentro de sí el alma de muchas súplicas. En la mañana mientras lo fotografiaba,  le recé por los míos y seguí fotografiando. Seguí mirando la tele, mi maestro Zamora fotografiando me pareció verlo en un plano. Mira que tiene fotógrafos alrededor, pues Zamora sabe fotografiarle el corazón al Señor.

Terminó el acto y los de la Pasión nos dieron una hora más de programa para degustar el momento que Dios piso Sevilla y la Esperanza nos aisló por un momento de la pandemia.

Gracias Señor una vez más. Nos has dado Esperanza que ya necesitábamos para vencer el nihilismo de la sociedad en pandemia. Gracias Dios mío. Nos vemos el viernes.