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La hermandad de la Sagrada Mortaja en la exposición “IN NOMINE DEI”. Reyes Pro Jiménez


En muchos textos, sobre todo en los divulgativos o en los que nos dan rápidas noticias, publicados en toda clase de medios tradicionales o nuevos, es muy común encontrarse con erratas o errores materiales; además de datos o citas que no han sido contrastados. Pues estos no suelen verificarse de forma documental suficientemente y muchas veces tampoco se acude habitualmente a fuentes bibliográficas fiables; así vemos simple repetición una y otra vez de las mismas informaciones o datos que llegan a convertirse en lugares comunes o tópicos. 

Esta reflexión, particular pero que también nace de la experiencia profesional, viene al hilo al repasar los datos de algunos de los enseres de la Hermandad de la Sagrada Mortaja que actualmente participan en la exposición ‘In nomine Dei’, celebrada del 22 de febrero al 4 de abril; por ejemplo, pensemos en las “esquilas”, mal denominadas a veces “campanillas”, que porta el Muñidor en la cofradía. 

Estos lugares comunes, errores o tópicos… que de todas formas se pueden llamar, están muy extendidos en la bibliografía y publicaciones sobre la Hermandad de la Sagrada Mortaja. Uno de ellos es puntual pero curioso: la datación del Cristo Descendido de la Cruz. El año correcto de su ejecución por Cristóbal Pérez, discípulo de Pedro Roldán, es 1677 pero es frecuentísimo que se cite como modelado en 1667. Esto es sólo fruto de…¡¡ un error de imprenta de fines del siglo XIX !!, repetido hasta la saciedad desde entonces.

 

Salida de la Sagrada Mortaja. Foto.Mariano López Montes

Otro error muy repetido y tópico es creer que la Hermandad de la Sagrada Mortaja cambió su idiosincrasia o personalidad, su forma penitencial de cofradía en estación de penitencia, desde su traslado al antiguo convento de Ntra. Sra. de la Paz en 1936. Incluso de forma casi inmediata. Nada más lejos de la realidad. Este proceso de cambio, espiritual y de formas, ya estaba en marcha desde diez años antes, desde 1926, cuando un grupo de jóvenes cofrades, con el liderazgo de Guillermo Serra Pickman, entró a formar parte de la Hermandad. 

Su idea, ya desde 1926, era buscar unas formas y espiritualidad similares a las que se suponían propias de los siglos XVI y XVII, acentuando en la estación de penitencia la austeridad propia del Misterio que recordaba el Descendimiento de la Cruz y el momento de la Piedad. Momento de la décimotercera estación del Viacrucis, tan humano y tan íntimo para los fieles, y también de tanto significado  en cuanto a la Redención y el papel de la Virgen en ella como oferente de su Hijo. 

Así, el año 1926 fue trascendental para el carácter y personalidad tanto de la Hermandad como de su estación de penitencia. Siguiendo el proceso, en 1927 aunque se seguía contando con bandas de música para la cofradía, acompañó a la misma el coro de voces de los Seises de la Catedral, y al año siguiente el tallista Salvador Domínguez realizó en madera oscura una nueva Cruz de Guía. Esta Cruz sería del tipo “de manguilla”, al parecer inspirándose en una antigua cruz procesional propiedad de la Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina, pero en todo caso siendo muy similar a la usada por la Santa Caridad, lo que no es casualidad pues una de las guías espirituales de la Hermandad sería desde entonces la obra del Venerable Miguel de Mañara. Además en 1929 son suprimidas las pilastras de las esquinas del Paso procesional, buscando una estética más propia del Barroco.

El proceso de cambio de carácter de la Hermandad fue muy paulatino desde 1926 a 1946. Hasta que llega el anteriormente citado año 1936 sigue permaneciendo establecida en la Iglesia de Santa Marina;  trasladándose, a partir del desgraciado e intencionado incendio de la misma a la Iglesia del extinguido Convento de Santa María de la Paz. Esta iglesia había tenido culto esporádico desde la Desamortización de 1835-1837 y más escaso aún desde 1868 época en la que un grupo particular de devotos mantenía el culto anual de una novena a la Virgen de la Paz, titular del antiguo Convento.

En los años siguientes se sigue trabajando en completar enseres, en 1939 se bendice la diadema de plata labrada y dorada obra de Emilio Landa y en 1940 el orfebre Juan Fernandez inicia la ejecución de una serie de piezas para la Hermandad, siendo las primeras los dieciocho ciriales que dan a la estación de penitencia un carácter tan peculiar, ello da idea de la importancia que se le otorgaba a la recuperación de las formas propias de siglos pasados.

La Virgen de la Piedad con la Diadema de Landa, foto: Esperanza Ruiz Sabater

Siguiendo esa intención en el Viernes Santo de 1946 es cuando se recupera la histórica figura del Muñidor (la habían tenido todas las hermandades hasta el siglo XVIII y en esos años aún se podía ver en los entierros de la Santa Caridad), que con ropón negro y escudo al pecho agita a intérvalos regulares y pausados las esquilas (mal llamadas campanillas, pues esquila es forma admitida para tal quehacer en el Diccionario de la Real Academia) para llamar la atención a los fieles al comienzo del cortejo. Curiosamente y como ejemplo de la lentitud del proceso de cambio del carácter de la Hermandad hay que citar el hecho de que aún se contrataban bandas de música en el mencionado año de 1946, el mismo que se comienza a contar con la figura del Muñidor en los tiempos más actuales. Pero a partir de ese momento y hasta hoy la estación penitencial de la hermandad se caracteriza por su peculiar sello de severidad.

 

El Muñidor en la actualidad. Fot Javier Montiel, Artesacro 

La figura del los muñidor tuvo un papel fundamental en las hermandades, corporaciones, gremios, etc. de Sevilla hasta el siglo XVIII. Los muñidores comunicaban y convocaban a cultos, actos, reuniones… incluso participaban con Priostes o Mayordomos en la recaudación de limosnas o de contribuciones fijas de los miembros del grupo. Ello lo hacían como asalariados de dichas hermandades, gremios… no eran propiamente unos “criados”, pues esta condición estaba unida sobre todo a las grandes casas nobiliarias en un vínculo personal casi familiar. Más cercana a la figura del criado, aunque solo sea en las formas, están los actuales libreas o pajes que figuran en algunas cofradías. 

Es una lástima que ante las esquilas del Muñidor expuestas no podamos apreciar lo que es en verdad la razón de ser de las mismas: su sonido, parte fundamental del paisaje sonoro de nuestra Semana Santa. La musealización tiene esos inconvenientes…pero ya lo viviremos en las calles, en la Ciudad. 

La Cruz de Guía y el Muñidor con las esquilas acompañado de libreas con faroles de mano. Fotos: Alberto García Acevedo. Artesacro

El Muñidor con sus esquilas se acompaña de dos hermanos vestidos de librea portando faroles de mano, (los actuales son de diseño y ejecución del orfebre Juan Fernández, datados en 1971) que siguen la estética en cristal coloreado oscuro de faroles de la Hermandad de la Santa Caridad usados en las ceremonias funerales y de entierro celebradas por la misma. No en vano, como hemos dicho, una de las guías espirituales de la Hermandad en su etapa iniciada en 1926 fue precisamente la obra de Don Miguel de Mañara.

Muñidor y faroles. Ceremonia fúnebre en la Santa Caridad. Foto: Reyes Pro

Existe también otro tópico respecto a la estación de penitencia de la Hermandad, concretamente sobre su paso procesional, originario de comienzos del siglo XVIII aunque con modificaciones posteriores. Se ha llegado a decir que es el antiguo paso del Despedimiento, basándose en la cartela central de su frontal. A poco que se analice esta cartela vemos que no es esa la escena que se representa y además el estilo se corresponde con los rasgos de ejecución de piezas correspondientes a Pedro Roldán el Mozo, que por esos años de comienzos del XVIII era hermano de la corporación y que muy bien intervendría en las andas que consta documentalmente fueron encargadas por la Hermandad en esas fechas. Esta cartela además no es la que originalmente tendría el paso en su delantera, según se ve claramente en el grabado de Diego de SanRoman y Codina de 1751 pues a fines del XIX se vendieron dos de las ocho cartelas que entonces contenía el Paso. La escena de la cartela frontal, actualmente en la delantera, reproduce la iconografía tradicional del “Noli me tangere”, en la línea de culminar el programa iconográfico sobre la Pasión con el tema de la Resurrección de Cristo, dando un papel evidente a la Magdalena, una de las imágenes del Misterio de la Sagrada Mortaja.

Paso de la Sagrada Mortaja. Grab. Diego de San Román y Codina, 1751.
Arch. Hdad. Sagrada Mortaja

Noli me tangere, Fra Angelico y Correggio.

 

Cartela del Paso de la Hermandad de la Sagrada Mortaja

En este paso figuran cuatro pequeños angelotes y cuatro ángeles pasionarios en las esquinas, de los que dos pueden contemplarse en la Exposición In Nomine Dei. De autoría anónima y de gran calidad artística, están vinculados estilísticamente al taller de Pedro Roldán y seguidores, sobre todo a la producción de Pedro Duque Cornejo, avanzado el siglo XVIII; todos fueron restaurados por el Prof.Juan Manuel Miñarro entre 1997 y 2001.

Angeles del siglo XVIII, foto: Reyes Pro

Otro de los enseres presentes en dicha “Exposición In Nomine Dei” es el Simpecado, datado en 1962, que cuenta con bordados del taller de Elena Caro, orfebrería Juan Fernández (el asta y remate, además de las potencias, peana, ráfaga y corona en la cartela) y cartela central de Francisco Maireles, su diseño se inspira en un Simpecado de la Sacramental de la antigua Colegial de El Salvador. En la mencionada cartela central al oleo reproduce la Imagen Primitiva de la Piedad, y que también nos da lugar a hablar de otro lugar común totalmente erróneo pero extendido en la historiografía, como era la poca calidad de dicha imagen de barro cocido.

Lo cierto, (según nuestro reciente estudio sobre su iconografía y la restauración en 2019 por el Prof, Juan Manuel Miñarro) es que la Imagen Primitiva de la Piedad, de la Hermandad de la Sagrada Mortaja es una obra original no de molde, que puede datarse en el primer cuarto del siglo XVI, y que indudablemente pertenece al círculo artístico seguidor de Pedro Millán, con un estilo más evolucionado y avanzado y por tanto atribuible a alguno de sus discípulos o colabores directos, puede que corresponda a la labor de su hijo Juan Millán o de Juan Pérez.

Esta Piedad Primitiva es una imagen sobresaliente, no sólo por su calidad artística, sino además porque es un hecho casi único que una Hermandad posea las imágenes que datan de la época de su fundación, y por tanto es fundamental tanto en el Patrimonio devocional como en el histórico y artístico de la Hermandad. Por supuesto dejando leyendas, o legados de tradición, sobre su supuesto hallazgo de la imagen en un hueco de la torre del templo de Santa Marina, ya narrado por el Abad Gordillo.

Bajo el estricto punto de vista de los estudios históricos y del análisis artístico y estilístico de la imagen estamos ante una leyenda, pero como toda leyenda podemos ver el sustrato de un hecho, como es el desarrollo de la devoción por la Piedad, que presenta una iconografía con la que los humanos nos podemos identificar porque es cercana para nosotros: evidencia el padecimiento y el dolor pero al mismo tiempo resalta la ternura y el amor. Personalmente creo además que siempre es preferible una leyenda, por lo que aporte literaria y sentimentalmente, a un error mecánicamente repetido.

 

De la web Artesacro y del Archivo de la Sagrada Mortaja

 

DATOS BÁSICOS DE LOS ENSERES EN LA EXPOSICIÓN IN NOMINE DEI:

Esquilas del Muñidor. Materiales: metal con sujeción o eje de madera.  

Medidas 35 cm. ancho, 15 cm. alto, 10 cm prfd. Sin restauraciones. Datadas en 1946, primer año de salida del muñidor en época moderna, siguiendo la tradición y formas de fines del siglo XVI.

 

Faroles de mano de los servidores de Cruz de Guía.

Material: metal plateado. Cristal coloreado en tonos azulados.

Medidas: 70 cm. alto, 35 cm ancho, 35 cm prfd. Sin restauraciones, sólo limpieza. Diseño y ejecución del orfebre Juan Fernández, 1971.

Siguen la estética en cristal coloreado oscuro de los faroles de mano de la Hermandad de la Santa Caridad.

 

Simpecado. Materiales: Bordado en oro sobre terciopelo en Talleres Elena Caro. Asta y remate y otros elementos en plata de Juan Fernández, 1962. Cartela central pintura al óleo de Francisco Maireles Vela, 1962. Reproduce la imagen Primitiva de la Piedad de comienzos del siglo XVI.  

Medidas: 325 cm. alto, 150 cm. ancho, 25 cm prfd Sin restauraciones significativas.

Diseño inspirado en un Simpecado de la Sacramental de la antigua Colegial de El Salvador.

 

Dos ángeles pasionarios que figuran en el paso de la Sagrada Mortaja. (Anónimo siglo XVIII). Material: Madera tallada con policromía de carnación, estofados y dorados. Medidas: 95 cm. alto, 40 cm. ancho, 45 cm prfd. Restaurados por Juan Manuel Miñarro , 1997-2001. 

Vinculados estilísticamente al taller de Pedro Roldán y seguidores, siglo XVIII, sobre todo a la producción de Pedro Duque Cornejo.

 

Diadema de salida de María Santísima de la Piedad. (Emilio Landa Carrasco, 1939). Material: plata sobredorada, piedras preciosas y semipreciosas. Medidas: 80 cm alto, 65 cm ancho, 5 cm prfd. 

Restauraciones: no ha tenido modificaciones ni restauraciones desde 1939, sólo limpieza y dorado.

 

Dedicado a todos los hermanos y devotos de la Sagrada Mortaja

 

REYES PRO JIMENEZ

Historiadora y bibliotecaria










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