Arte Sacro
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Campeones. Manuel Bernal Andamoyo.


Ciertamente en los últimos días hemos presenciado como dos equipos españoles han conseguido ser campeones de sendas competiciones europeas. Por un lado el Sevilla con la Copa de la Uefa y por otro el Barcelona, obteniendo su segunda Copa de Europa, después de proclamarse campeón de la liga española. Estos logros han traído consigo las naturales celebraciones de sus seguidores; en Sevilla sin incidente alguno digno de reseñar y multitud de banderas españolas por cierto, y en la ciudad Condal con altercados callejeros y ausencia de la insignia nacional, pero esos aspectos son harina de otro costal.

Los actos organizados por el club sevillista para celebrar la obtención de este título europeo en plena efemérides de su centenario, comenzaba, nada más llegar el equipo, los técnicos y los directivos desde el aeropuerto, ofreciendo su trofeo a la Patrona de la ciudad: la Virgen de los Reyes y claro está, ha habido quien no ha perdido la oportunidad para mofarse de este acto de cortesía institucional de la entidad hispalense, asegurando que el equipo de esta forma agradecía a la Virgen su intercesión en el terreno de juego para que el resultado se decantara por los intereses sevillitas; y se preguntaba que qué hubiera ocurrido si la final la hubiera jugado el Betis y el Sevilla. La cuestión es no perder la oportunidad para descalificar sencillas y enraizadas costumbres de cortesía de un club de fútbol andaluz, que además lleva el nombre de la ciudad Mariana.

No creo que nadie de forma consciente pueda pensar que entre las preocupaciones de la Virgen esté en dirigir hacia una u otra portería un balón en una competición deportiva. Cuando se ofrece un título, un trofeo o como cualquier otro logro personal o colectivo a una imagen religiosa, lo que se está pretendiendo hacer con este gesto es, pienso yo, por un lado agradecer a quien todo lo puede, que en su infinita bondad haya permitido ese momento de alegría al ganador y a sus seguidores, no porque sean ellos los elegidos frente a sus contrincantes, sino porque alguien tiene que ganar y han sido precisamente ellos, y lo mismo que la entidad que ha conseguido ese logro hace partícipe de su celebración al representante de la ciudad, al de la comunidad autónoma e incluso a máximo mandatario del país y se le hace presente el objetivo obtenido, se procede de igual forma con la imagen donde se concentra la devoción de la ciudad a la que se representa. Un gesto muy ligado a los sentimientos religiosos que, se quiera o no, forma parte del sustrato social en el que se desarrolla todos los acontecimientos de nuestra vida.










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