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Las ventajas de no ir al Mundial. Francisco Correal. Diario de Sevilla.


Está a punto de terminar la misa de romeros en la abarrotada iglesia de la Inmaculada Concepción de La Algaba. Fuera se respira un sosiego a punto de transformarse en expectación. Dos jinetes apaciguan a sus caballos. José María Torres, 25 años, soldador de Guillena, monta a Campanero. Un centenar de romeros de Benidorm se acogen a la hospitalidad algabeña para buscar esta Terra Mítica sagrada. Agustín González, empresario del mueble, alicantino de Calpe, junto al peñón de Ifach, lleva ocho años haciendo el camino. Monta a Guapetona.

Ha terminado la misa de romeros. El alcalde, José Luis Vega (IU), preside con su corporación la salida de los peregrinos. A su izquierda, el delegado de Juventud, Antonio Muñoz Molina, que confía en que el final del mandato de su tocayo el escritor granadino como director del Instituto Cervantes de Nueva York propicie el encuentro entre ambos. Ayer empezó el Festival de Música y Teatro internacional La Algaba de calle. La corporación despide al hermano mayor, Antonio Lunar, ganadero. El alcalde es más de las paradas que del camino, pero su Ayuntamiento es romero cien por cien: financia la carpa en la aldea, los cohetes y el camión-pipa del agua.

Juan Jesús Tristán, dos años, monta al caballo Felipe, y su abuelo le lleva las riendas. El simpecado sale por la calle Sevilla, deja atrás la Torre de los Guzmanes, símbolo de la vanguardia artística, y se detiene en lo que llaman el Compás, frente a la antigua casa del médico. Inmaculada Ruiz, 20 años, es la solista del coro. A la guitarra la acompaña su madre, María Dolores Prieto. "¡Qué bien canta mi niña!", dice Candelaria Romero Torres, 80 años. "No es mi nieta, es mi vecina. Yo soy la abuela del futbolista". Candelaria cuenta que su marido, Luis Herrera, 83 años, se pone cada día una camiseta distinta de Diego Tristán, que como no va al Mundial ha alquilado una casa en el Rocío.

La advocación a la Inmaculada Concepción se repite en Castilleja de la Cuesta cuando la hermandad de Camas, fundada en 1976, atraviesa la calle Real. Subió la cuesta del Caracol, con las metas volantes del Carambolo y Coca de la Piñera. Recreo gozoso en las Irlandesas, que celebran su boom's day al calor de los cohetes. Cantos escolares en el edificio donde Hernán Cortés, la tumba del de Otumba, falleció el 2 de diciembre de 1547.

"Se ha duplicado el número de caballos y todoterrenos", dice Francisco Javier Rangel, economista, hermano mayor. Daniel y Antonio son los tractoristas que conducen los remolques 67 y 68. Los últimos serán los primeros. Daniel aprovecha el camino para ganar un dinero y darle un respiro al albañil que lleva dentro. Manuel Polvillo se santigua en su frutería al paso del simpecado de Camas, que llevan los bueyes Palomi y General. Comentan la lozanía de los tomates. "Esto no es para ellos", dice Polvillo, "a estos señoritos modernos les tienes que dar jamón, caña de lomo y gambas. ¡Tomates! ¡Qué vulgaridad! Deberían salir de madrugada, cualquiera se queda sin que vean su traje o lo bien que luce el caballo. La vida es un escaparate de engañismo". Lo que dan de sí unos tomates.

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