Arte Sacro
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Juan Salas Tornero: “Un manto no es un elemento de lujo”. Carlos Navarro Antolín. Diario de Sevilla.


Siendo presidente de la Confederación de Empresarios de Sevilla (CES) salió de nazareno en la Hiniesta junto al entonces alcalde, el andalucista Luis Uruñuela. Eran los primeros tiempos de la democracia. Ambos contemplaban un Domingo de Ramos de bares cerrados como consecuencia de la huelga de hostelería. Uruñuela estaba bastante preocupado, tal como le confesaba al alto y corpulento nazareno.  La Hiniesta entró en San Julián cerca de las cuatro de la madrugada. El nazareno rendido, con casi ni cuatro horas de sueño, era despertado el Lunes Santo a las 8 de la mañana por el entonces presidente de la Diputación Provincial, Manuel del Valle (PSOE), para una reunión urgente con los sindicatos. El convenio se firmó, finalmente, en el despacho del alcalde mientras pasaban por las carrera oficial las primeras cofradías de la jornada.


Juan Salas Tornero (Sevilla, 1943), hijo único de un médico trianero y hermano de la Buena Muerte,  recuerda aquel episodio como una de las contadas ocasiones en las que le ha tocado trabajar en Semana Santa como dirigente empresarial y negociador de convenios laborales: “Yo no cierro el quiosco en todo el año, salvo en Semana Santa. Ni en el Derecho ni en los negocios hay nada urgente”.

Sus raíces con la principal fiesta de la ciudad agarraron de forma natural: “Desde chico me gustaba la Semana Santa sin necesidad de que mi padre me la fomentara. Fue una tendencia muy personal y muy natural. Mis primeros recuerdos son viendo la entrada del Museo con poquísima gente y apoyado en las columnas del Palacio de Osuna, o viendo con cuatro años la salida de la Cena desde Omnium Sanctorum. También recuerdo ir con mi padre un Domingo de Ramos que, tras ver la Hiniesta y la Amargura, me invitó en el Rinconcillo a una tapa de espinacas con garbanzos. Él me explicó que era la tapa típica de ese bar”.

Los hitos en la vida cofradiera de este conocido dirigente empresarial son varios: bautizado ante la Hiniesta en San Luis de los Franceses, su primera salida en las filas del Silencio a los 14 años, la salida en la Esperanza de Triana el año del fallecimiento de su padre, la Semana Santa de 1967 en la que casi logra formar en el piquete de Infantería de Marina de la Esperanza de Triana, los nervios que sentía cuando esperaba ver a su padre en la presidencia del paso del Cristo de los Estudiantes, etcétera.

“La Semana Santa de mi niñez era más íntima, económicamente muy debil, sobraban sillas y palcos, había poco dinero para gastar en aquello que hoy es tan usual, aunque, eso sí, se mantenía la tradición de estrenar algo los Domingos de Ramos, aunque fuera un par de calcetines o una corbata. La gente –añade– no podía venir de los barrios al centro como, por fortuna, puede ahora. Entonces sí que se veían las cofradías en la calle, pero en la calle, calle. Ahora hay que tener 18 años y ser olímpico para poder hacer eso”.

El recuerdo más desagradable que tiene de la Semana Santa data del año 2000, famosa por la turbamulta de causa desconocida: “Iba de maniguetero derecho de la Virgen de la Concepción, en el Silencio, y nunca se me olvidará aquel estruendo. Me preocupó mucho el cortejo que figura detrás del paso. La situación de indefensión para quien iba vestido de nazareno era total”.

Uno de los recuerdos más agradables se fija a finales de los años sesenta: “Iba de fiscal de la Virgen de la Cabeza y vi al final de la calle San Vicente a los entonces Príncipes de España. Estaban sólos. Mandé parar el paso y estuvimos explicándoles todos los detalles”. En otra ocasión, llevó a ver la entrada de la Hiniesta al ministro de Industria, Ignacio Bayón (UCD), y a todo su gabinete.

Salas está convencido de la “fuerza” de las cofradías: “Son muy fuertes, como decía mi profesor Juan Manzano, por su personalidad propia, por su historia propia. Las hermandades tienen sus orígenes en el siglo XIII por los primeros pobladores de la Sevilla cristiana, congregados en torno a una hermandad por miedo a los desconocido, para asegurarse auxilio en la enfermedad, para ayudar a los desválidos, huérfanos, etcétera. Se ponen bajo la protección de una Virgen o de un santo”. Tiene muy claro de quiénes son las cofradías: “Son de los laicos, no del Derecho, ni de los presbíteros, son poco dadas a las injerencias de nadie, ni de otros laicos, ni de la jerarquía. Son instituciones muy vivas, con una fe a veces poco entendible pero, tal como está el patio actualmente, no creo que sea nada desdeñable tener en cuenta a gente que se reúne creyendo en Dios”.

Sobre quienes se llevan las manos a la cabeza por la suntuosidad de los exornos de algunas cofradías tiene una tesis muy clara: “Un manto no es un elemento de lujo. Lo que hace importante un manto son las horas de trabajo. No soy partidario de fomentar la caridad disminuyendo la dignidad. Lo que hay que darle a la gente es trabajo y el arte sacro es fundamental en la economía sevillana. Cuando una hermandad exorna un paso hay muchas horas de trabajo anteriormente para que muchas familias vivan dignamente. Cuando he pedido dinero para candelabros, por ejemplo, y me han dicho que no, se trata de personas que dicen que no a todas las peticiones”.

Salas cree que la relación de las cofradías con el poder político es de cooperación: “Los partidos entienden bien a las hermandades, las ven como instituciones con las que hay que contar, llevarse bien y respetarlas. Al poder político le es fácil negociar con la parte más civil de la Iglesia, que en Sevilla son las cofradías. El poder político debe apoyarlas”.

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