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Provincia. Otro agosto más. Crónica de las fiestas de agosto de 2007 en Cantillana. Francisco Javier Segura Márquez


 Francisco Javier Segura Márquez. Agosto nos enciende la sangre con su presencia. Parece como si las tardes de julio fueran decayendo poco a poco, dándole un minuto más de luz cada día a la tarde acalorada. Ahora sí que viven las calles trabajando intensamente. Las luces, las banderas, los gallardetes y los reposteros se ufanan para estar dispuestos para la ocasión, para engalanar los días grandes. Las cuotas de las vecinas han dado su resultado. Otro agosto más, otra fiesta de la Asunción siguiéndonos los pasos.

El pueblo es distinto, siempre se dice y siempre es verdad. El pueblo ya no es la oscura Cantillana del invierno, se ha transfigurado para revestirse de gloria. Se ven venir a las asuncionistas, medalla al pecho, luz en los ojos, leyenda en las manos y en la garganta, de acá para allá, para que no se quede nada atrás, para que este agosto sea inolvidable.

En todas las casas no se para ni un momento, y la Hermandad es un hervidero de coplas del coro, de atareo de priostía, de reuniones y de acuerdos. Pastora Solís arriba, de la iglesia a la portada chica que San Fernando domina como en su tiempo lo hizo con la inmortal Naeva que hemos heredado, la calle de la Iglesia ve venir piezas de plata, colgaduras, lámparas… el templo, una noche de Santiago, se entrega al montaje de la Novena.

 Y en seis días, casi sin darnos cuenta porque los asuncionistas labran en silencio el éxito de su buen hacer, la iglesia está preparada. En el retablo el dosel adelanta el trono y pone a la Asunción Gloriosa sobre las gradas de plata. Todo ha quedado dispuesto. El día 31, la entrada de agosto, porque julio no termina y agosto empieza sin darnos cuenta. Por fin lo que se espera no es un día más ni un día menos.

Ya sólo nos queda aguardar el pregón. Fue Monseñor Giovanni Lanzafame quien trajo desde Sicilia la voz para cantar las Glorias de la Asunción. Habló y rezó, nos hizo sonreír con sus anécdotas y nos llevó lentamente, palabra a palabra, nos íbamos dando cuenta de que el tesoro estaba llamando a nuestras puertas. Por el Palacio el frescor de la noche recién vestida nos infundía las fuerzas necesarias. Había llegado el momento de dar por bueno un año de sacrificios y esfuerzos. Porque en quince días sería quince de agosto.

 ¡Qué revuelo! ¡Qué satisfacción! ¡Cuánta elegancia! ¡Las mejores galas! ¡Los más costeados haberes! ¡La más sincera alegría! Y pasaba un día y otro hasta que llegó el 14 de agosto, y ya no volvimos a contar el tiempo. El Padre Amador comenzaba el camino de la novena. Una misa y un rosario antes de la fiesta grande. Las mujeres de mantilla parecían ocupar el pueblo, como ejército de fieles, deseando llegar a la parroquia, donde la Soberana, esplendorosa, sonreía sabedora de su pronta glorificación cantillanera.

Amanecieron las horas grandes, las de la función de iglesia, las de la procesión infinita, se despertaron las ansias del 15 de agosto. Y terminada la eucaristía, no quedaba más que contar minutos para el gran momento. A las nueve de la noche, Antonio Santiago plantaba el paso ante el dintel. La salida perfecta tuvo continuación en los acordes del Himno Asuncionista, entonado por las voces del pueblo.

 El recorrido llevó a la Virgen donde siempre, al Arco de las Veredas, a Martín Rey, a la Cuesta del Reloj, donde siempre se la espera. Entrando en la iglesia, solo nos quedaba el largo final de ocho tardes de cultos y entre ellos la muestra de la devoción a Jesús Sacramentado en la procesión eucarística claustral bajo el rico palio bordado, prenda de indiscutible valor dentro del patrimonio de la hermandad.

En la noche del 23 de agosto, el rosario, un poco más oscuro por la despedida, cruzó las calles hasta San Bartolomé. Las coplas y los cohetes pusieron el fin a las Fiestas Asuncionistas de agosto. Gracias a Ella todo transcurrió con normalidad. Los ojos se entornaron por un  momento para no quedar obnubilados con el brillo de tanta gloria. Y en ese sueño momentáneo, lleno de ángeles, nubes, salmos y alegría suspiramos pensando que otro agosto asuncionista nos espera, justamente a la vuelta de un año.

Fotos: Eduardo Fdez. López y Antonio Rodríguez Navarro










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