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De cofradías, pesadillas y libros. Álvaro Pastor Torres. El Mundo


 Cuando éramos más jóvenes nos desvivíamos por ver todas las cofradías de la Semana Santa (y hago el inciso temporal porque entonces “las otras” no se estilaban, han sido una plaga moderna, como los móviles o las tapas de montaditos). Intentábamos clasificar la belleza de las dolorosas como si fuera una liga sacra (Amargura, Victoria, Estrella… la Esperanza no entraba nunca, pues como los terribles puertos alpinos del Tour estaba -y está- hors catégorie). Y leíamos lo poco que por entonces estaba en circulación sobre las cofradías: “el Bermejo” que había sido reeditado en 1977 por la Hermandad de los Despojos, la guía del claretiano Federico Gutiérrez con sus erratas y poco más. A falta del pan nos conformábamos con las buenas tortas –de la calle Real de Castilleja- en forma de seriales de cuaresma que firmaban en la prensa local los “Juanes” (Carrero o Martínez Alcalde), Julio Martínez de Velasco o José María Aguilar. Y coleccionábamos las postales del sellito de oro.

 Ahora que somos algo menos jóvenes procuramos ver solo las cofradías que nos llegan de verdad; seguimos clasificando, pero ahora por la cola del pelotón, las imágenes “menos favorecidas” (que cada hijo de vecino ponga aquí las que le parezca, candidaturas no van a faltar), y no damos abasto, ni en dejarnos el sueldo ni en metros lineales de balda de biblioteca para estar al día sobre lo que se publica de Semana Santa.

Anteanoche se presentó el pelotazo editorial 2008 del mundo capillita, las “Pesadillas de Cofrade” que firma el periodista Fernando García Haldón y cuyo éxito (va ya por la tercera edición) hay que apuntar también en el haber del sello Jirones de Azul que comanda con tacto exquisito Rosa García Perea. Fue en la Fundación Cruzcampo, donde Julio Cuesta, que de esto sabe un rato, trata también y tan bien a los capillitas. No cabía un alfiler en el salón de actos, y a la presentación, multimedia y todo, no le faltó un perejil que diría mi tía Amparo: un vídeo con pesadillas muy bien trabadas,  la emoción en el recuerdo a la madre del autor, y el momento en el que los presentadores, Francisco Robles y Víctor García-Rayo, cambiaron sus chaquetas por sendos pijamas -comprados en los chinos según se supo al poco- para tratar mejor el tema de las pesadillas. El dúo más famoso de la televisión local hispalense, especializado tiempo ha en papelones de fritura marítima, se metió pronto en el bolsillo a los asistentes con una faena breve, medida, heterodoxa, con verdad y mucha guasa, ingredientes básicos para llegar hasta los tendidos más exigentes de esta ciudad. Dos orejas; que los rabos en Sevilla están muy caros.

Por el libro de Fernando -ilustrado por su homónimo Aguado-, pululan las peores pesadillas semanasanteras que imaginarse puedan, que se inician con unas -me da que muy verídicas- ensartadas en forma de prólogo firmado por Antonio Burgos.

Pero bueno, yo había venido aquí para hablar, no de mi libro ni del de García Haldón, sino de otros textos que tienen a la Semana Santa de Sevilla como eje. A riesgo de que falte alguno –pido ya perdón por ello-, y contando que es una clasificación muy personal, hurgando por mi biblioteca me he encontrado con estos: 

Académicos: los que publicó la Universidad Hispalense sobre los distintos periodos históricos, firmados por notables especialistas en la materia. Anatómicos: los de los doctores Juan Delgado Roig y Antonio Hermosilla Molina. Clásicos: Historia crítica y descriptiva de las cofradías de don Félix González de León (1852); el ya citado Bermejo (Glorias religiosas de Sevilla, editado en 1882), que tiene como frase favorita y muy repetida “como erróneamente señala don Felix González de León”; las Religiosas estaciones del Abad Gordillo, que rescató el recordado profesor Bernales Ballesteros; la Semana Santa según Santiago Montoto o el muy reeditado Folklore de las cofradías de Sevilla de Antonio Burgos. Curiosos: el de Eugenio Noel, con la más bella dedicatoria que escribirse pueda, “A Sevilla, la de los incomparables atardeceres”. De constante consulta: los Anales de Juan Carrero. De culto profano: el de Antonio Núñez de Herrera o antropológico de Isidoro Moreno. Diccionarios: el secreto de Antonio Burgos, lleno de guasa plena, y el más políticamente correcto de Carrero.

Fritos variados: los pregones, desde el recordado de Rodríguez Buzón hasta el rompedor del cura Javierre, pasando por los insufribles, infumables e insoportables que todos conocemos. Guías: la del P. Federico Gutiérrez, la “apasionada” de Antonio Burgos publicada por El Mundo o la de Gómez Lara y Jiménez Barrientos de cara al 92. Históricos: el de Ignacio Camacho de su cofradía del Calvario, el de Isidoro Moreno de la suya de “los Negros”, el estudio que hizo sobre la Lanzada José María Escudero Marchante o el que recoge el devenir de la hermandad de la Macarena firmado por notables autores. Iconográficos: los de Palomero sobre los Cristos y las Vírgenes, el tomo de Juan Miguel González y José Roda o los enciclopédicos que sacó la editorial Tartessos. Imprescindibles: Cruz de Guía de Sánchez del Arco o La Pasión según Sevilla del francés Joseph Peyré, que se enteró muy bien y en muy poco tiempo de qué iba esto.

Insuperables: el de Ramón Cañizares sobre la historia de la hermandad de la Soledad, la nobleza y Sevilla desde el siglo XVI hasta nuestros días.Justos y necesarios: la “Antología Literaria” que compiló Francisco Robles.Novelescos: el de los sucesos de la dichosa madrugá, de Juan Miguel Vega. Poéticos: las antologías semanasanteras de Rafael Montesinos (Madrugada de Dios) o las de Joaquín Caro Romero, una de ellas muy macarena. Profundos: Discurso de las Cofradías de Rafael Laffon y Dios de la Ciudad de Carlos Colón. Sensibleros: Cómo llora Sevilla del padre Cué. Tangenciales: el de las Sacramentales del profesor Roda Peña o el de las hermandades de Gloria de Martínez Alcalde. Y Verídicos: Tontos de capirote de Paco Robles, que no sólo no tuvo que “exiliarse” de Sevilla tras escribirlo sino que le abrió muchas puertas.

Falta un libro por hacer: “La Semana Santa y el sexo”. La idea es gratis, ahí queda, no voy a reclamar derechos. Aunque también se podría cambiar el orden y titular: “El sexo en la Semana Santa”. El que esté libre de culpa que no tire la primera piedra ni vaya a confesarse, no le hace falta, va a ir directamente al cielo. O al infierno.

apastor66@gmail.com

Fotos: Alberto García Acevedo










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