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Opinión. De pregones, pregoneros y hermanos mayores. El Diputado de Cruces


Tengo que empezar reconociendo que soy uno de esos catetos intelectuales a los que no gustó el pregón de la Semana Santa de Sevilla de este año, precisamente, porque no fue lo que debía ser. Ni pregón, ni Semana Santa, ni Sevilla (bueno, salvo en escondidas referencias metafóricas, demasiado profundas en mi opinión). Y tengo que reconocer también que he leído ya el libro y que me parece una obra muy sincera, sobre la experiencia y la búsqueda de Dios por parte del autor, un Dios sin Iglesia, eso sí, algo que resulta incoherente con el acto para el que ha sido escrito. Porque no podemos olvidar que lo que celebramos en Semana Santa, aunque muchos quieran olvidarlo, es la conmemoración por parte de la Iglesia Católica (otras iglesias cristianas lo hacen de otra forma e incluso en otras fechas) de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y que este modo de hacerlo fue inventado y desarrollado, por así decirlo, en el seno de esta Iglesia.

Volviendo al pregón, es un texto de prosa bellísima, con unos versos de enorme calidad que reflejan, repito, una gran sinceridad y, también, un cierto toque de arrogancia. Respecto al pregonero no voy a escribir nada, ya que, por su propia elección y en ejercicio de su libertad personal, sus palabras, sus actitudes y sus verdades le han dejado perfectamente retratado. Y, además, todo aquel que tiene el valor de aceptar ponerse ante el atril como pregonero de la Semana Santa de Sevilla, merece mi mayor aplauso.

Sí quisiera referirme al artículo del Hermano Mayor de los Javieres en el boletín de su hermandad, que ha sido el que ha desatado toda la polémica que hemos vivido en la pasada Cuaresma, por otra parte una de las más tranquilas de los últimos años. Antes que nada, debe quedar claro que el boletín en el que fue publicado es un medio interno de comunicación entre los miembros de la hermandad, por lo que si ha trascendido su contenido es porque alguien se ha encargado de ello, por las razones que sean. Pero, desde luego y salvo que hubiera, como se ha dicho, alguna intencionalidad personal en el texto, cosa que, por lo que conozco me cuesta trabajo creer, el citado artículo pecó y mucho, de inoportuno. Me explico. A Antonio García Barbeito se le pidió que diera el pregón por parte de los organizadores del mismo y, gentilmente y sin solicitar ninguna remuneración a cambio, aceptó escribirlo y proclamarlo. Por ello, hablar sobre cómo debiera ser el pregón de la Semana Santa organizado por las cofradías, estando nombrado el pregonero, lleva, ineludiblemente, a una injusta personalización que provoca los errores del artículo (¿alguien que siga el trabajo de García Barbeito podía dudar que iba a escribir con el corazón?) y a que la idea principal del mismo haya pasado desapercibida (todo ayudado, también, por el corporativismo desmesurado del que ciertos medios han hecho gala).

Creo que ahora, ya pasada la Semana Santa y sin pregonero nombrado, cuando la calma ha vuelto, conviene reflexionar sobre qué tipo de pregón puede esperarse del organizado por un Consejo General que representa a las hermandades sevillanas, asociaciones de la Iglesia Católica. Y hablo del pregón, no del pregonero aunque aquél condiciona de algún modo a éste. No se trata, como se ha dicho por ahí, supongo que intentando hacer un chiste que ha quedado muy desafortunado, de exigir ninguna prueba de ADN cristiano, pero sí de pedir unos mínimos compromisos cofrades y católicos. En estos tiempos de persecución religiosa a la Iglesia Católica, en los que las barbaridades cometidas por algunos de sus ministros están siendo usadas para atacar a toda la institución y en los que uno de los objetivos de los que nos gobiernan, dicho por ellos mismos, es el de reducir la práctica de la religión (sólo la católica, quede claro) al ámbito de la estrictamente privado (y parece que los templos donde hay pasos, en Semana Santa, dejan de ser ámbito privado, por la falta de respeto que, en ellos, se ha podido observar por parte de los que contemplan los pasos hacia los que intentan orar, oír misa o asistir a los oficios), creo que esos mínimos deben formar parte del pregón organizado por las cofradías sevillanas. Y si no, pues déjese organizar el acto del domingo antes de Ramos al Ayuntamiento, que se encargue de buscar el sitio, nombrar al pregonero, gestionar las entradas, pagar los cánones correspondientes y organizar toda la intendencia (al fin y al cabo, pese a lo laicos que presumen ser, utilizan las procesiones de nuestras hermandades como reclamo turístico) y que el Consejo General organice el pregón de las hermandades en la Catedral, como debe ser, por cofrades y para cofrades.

Y conste que no es que esté pidiendo plúmbeas homilías, que, a mí tampoco me gustan (y las ha habido), al igual que no me ha gustado el pregón de este año o que no me gustó el mitin del año pasado o la sucesión de los tópicos de siempre, muy bien escritos y mejor dichos, del año anterior (y para los muy sensibles, insisto, no me refiero a los pregoneros que, como ya he dicho, merecen todo nuestro aplauso y ninguna crítica, sino a los pregones, que sí son criticables, creo, al menos desde el plano del gusto personal, ¿no?). Yo me quedo con pregones como (y ahora sí voy a nombrar a los pregoneros) los de Joaquín Caro, Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, Antonio Murciano, Carlos Herrera o, más lejanos en el tiempo, Carlos Colón o el Padre Javierre. Diversos estilos y procedencias, ¿verdad?

Pero, repito, todo esto debe ser una reflexión previa a la elección del pregonero, sin posibles personalizaciones que siempre serán injustas. Y que, además, provocan una no deseable polémica con resultados tan curiosos como que, por ejemplo, personajes que se dedican durante todo el año a arremeter contra la Iglesia Católica en prensa, radio, televisión e internet, hayan reivindicado la Semana Santa como fiesta sólo popular, incluso de aquellos que se acercan a ella irrespetuosamente (cualquier falta de respeto a cualquier acto de cualquier grupo de personas, dentro de la legalidad, claro, debiera ser evitado y censurado y no aplaudido, ¿verdad?), todo ello, ante el silencio conformista del mundo cofrade. Y cuando se conforma uno con todo, ya se sabe lo que viene después, ¿no?...

diputadocruces@yahoo.es

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