Opinión. Agradecido por lo que tenemos. Luis M. Fernández

            Se acerca el momento en que Sevilla volverá a coronar a una de sus imágenes marianas, en este caso la Virgen de la Palma de la Hermandad del Buen Fin, como muestra, una vez más, de su amor filial a María Santísima, Madre del Redentor, todo en Su gloria y honor. Y, como era de esperar, vuelven a oírse y leerse comentarios algo despectivos de aquellos que, autocalificándose de cofrades (duelen más este tipo de comentarios cuando vienen desde dentro de nuestro mundo que las “pullas” de los que no creen o sienten como nosotros, las cuales, quizás por asumidas, hieren menos) están en contra de este tipo de actos: que si se desprestigia a las imágenes ya coronadas, que si lo que ahora va a valer es estar no coronada, que si ya estamos jugando otra vez a los pasitos, que si nos buscamos cualquier excusa para organizar una procesión extraordinaria, que si vamos a llegar a la Semana Santa con todo visto, que si …

           En los últimos tiempos, se me ha dado el regalo de conocer a una persona excepcional, a pesar de su juventud, norteño él, de gran inteligencia, católico, absolutamente implicado en diferentes movimientos eclesiales, aunque muy  preocupado por la Iglesia y sus vaivenes actuales. Como es natural, al hablar con él, salió el tema de la Semana Santa, que conoció este año y me comentó dos cosas que me han impactado profundamente. En primer lugar,  me dijo que le habían encantado los aspectos artísticos y populares de nuestras procesiones, pero que no había visto la religión por ningún sitio. Y debiéramos pensar un poco sobre esta cuestión, sobre la imagen que estamos proyectando, muchas veces sin ser conscientes de ello. Sin olvidar el consejo bíblico sobre que “tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha”, muchas veces parece que sólo nos preocupamos de los asuntos de bandas, costaleros, carrera oficial y de nuestras peleas internas y nos olvidamos que somos cristianos, que nuestras hermandades son asociaciones cristianas y que, por ello, estamos llamados a dar ejemplo de vida donde primen los valores cristianos (entre ellos, la solidaridad y la igualdad). La forma es muy importante, pero, sobre todo, lo es el fondo. Y en estos momentos que vivimos, si no nos hacemos fuertes en nuestras raíces de fe, corremos el peligro de perder la esencia de nuestras tradiciones cofrades.

          Sin embargo y es a lo que viene este comentario, lo que más me llamó la atención de mi charla con este amigo fue su sorpresa ante la cierta preponderancia que esta tierra tiene el culto a la Madre sobre el culto a Su Hijo. Y me dijo, reconociéndose no muy mariano, que parecía que aquí necesitábamos a la Virgen para entendernos con Cristo. ¡Y es verdad! Y somos muy afortunados por ello, aunque tenga que venir gente de fuera para que nos demos cuenta.

          Muchas veces, no valoramos lo hermoso que es vivir en esta Tierra de María Santísima, en una ciudad que lleva el título de Mariana entre los suyos, lo que ésto significa (y me estoy dirigiendo, claro está, a los cofrades que, se supone, son también creyentes) en nuestras vidas. Por ello, produce cierta tristeza comprobar que, cuando una vez más, nuestro Cardenal Arzobispo nos convoca a honrar a María, como Reina y Señora, estemos más preocupados en meternos con él y en contar si hay muchas o pocas coronaciones y demás zarandajas, que en prepararnos para lo que va pasar y volcarnos en ello. Y de paso, también es triste que tampoco las ramas de lo secundario nos dejen ver el otro bosque, el de los méritos que la Hermandad del Buen Fin ha contraído para coronar a su titular.

           Por ello, perdónenme si digo que me alegro de tener el Cardenal que tenemos y que es mi deseo y ojalá se cumpla, que esta generación cofrade se merezca ver algún día a todas sus imágenes marianas coronadas.

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