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Opinión: Poner límite a las cofradías. El Diputado de Cruces.


Corren tiempos duros para la Iglesia Católica, en general para el cristianismo y para todo lo que tenga que ver con ella. Está bien visto, es moda e, incluso, se considera hoy en día políticamente correcto, escribir o manifestarse en contra de la religión  cristiana. Como las hermandades y cofradías son parte de dicha Iglesia, aunque a muchos no les guste y a otros les cueste asumirlo, los cofrades vamos a tener que ir acostumbrándonos  a leer y escuchar con frecuencia críticas y diatribas contra nuestra forma de entender y vivir nuestra fe.

Viene todo esto a cuento de que cada vez se oyen más voces, desde diferentes círculos de nuestra Sevilla, que propugnan la necesidad de poner un límite a las cofradías y encontrar un punto de equilibrio en el que se respeten los derechos de las minorías, cada vez más numerosas según esas mismas voces, que quieren vivir la ciudad de otra manera diferente, sin las molestias que causan las manifestaciones públicas de nuestras hermandades. Por supuesto, eso sí, muchos de los que así opinan, están locos por coger una vara en cualquier procesión y, desde luego, dejan muy claro que no se refieren a la Semana Santa, una de las “auténticas fiestas populares que sirven para vertebrar la sociedad sevillana”. A estas voces se unen las de la autollamada “ortodoxia cofrade”, que sigue empeñada en reducir el culto debido a nuestras imágenes a los días señalados y el resto del año quedarse en el interior de unos templos que, salvo honrosas excepciones, permanecen cerrados muchas horas al día, haciendo, de manera creo que totalmente inconsciente, el juego a la corriente falsamente laicista (¿hay algo más laico que las hermandades, asociaciones de laicos, ¡uy!, ¡perdón!, que ahora se dice de seglares?) que nos invade.

Pues bien, hoy, este nazareno de a pie quiere decir en voz alta, aunque roce la incorrección política, que a él también le gustaría vivir una ciudad diferente. Por ejemplo, le gustaría vivir en una Sevilla en que sus ciudadanos no sean tomados, ante la impotencia, incompetencia o inacción de las autoridades gobernantes, un día sí y otro también, como rehenes por todos los grupos que desean conseguir sus, seguro que muy justas, reivindicaciones, pudiendo llegar en hora a sus trabajos y/u ocios, sin verse atrapados en interminables atascos y sin tener que sufrir, como ha ocurrido últimamente y sirva de muestra, la cancelación de citas médicas concertadas con gran anticipación. Por ejemplo, le gustaría vivir en una Sevilla donde miles de chicos y chicas jóvenes, muchos mayores de edad y otros no, no acudan como borregos a concentraciones convocadas por ¿no se sabe quién?, con motivo del inicio del curso, el fin de los exámenes, el otoño, la primavera, el inicio de las vacaciones y todas las excusas que se puedan inventar, reales o no, con el único objeto de beber alcohol hasta enfermar y producir suciedad y molestias a unos vecinos indefensos y todo eso con las autoridades gobernantes mirando hacia otro lado. Y, por ejemplo, aunque hay muchos más, le gustaría vivir en una Sevilla donde sus ciudadanos no tengan que cambiar sus hábitos de sueño o sus domicilios para intentar escapar de los efectos de una movida salvaje permitida o, al menos, no impedida  por las autoridades gobernantes, que arrasa varias partes de las ciudad todos los fines de semana (que, por cierto, ahora empiezan los jueves).

Todos los hechos recogidos en estos ejemplos (y, repito, se podrían poner bastantes más) son muestras claras del ejercicio del derecho y la libertad democráticos a la reivindicación o a la diversión. Ocurren con mucha, mucha frecuencia, muchas veces sin previo aviso y en la mayoría de las ocasiones sin permiso administrativo y no una vez cada cincuenta años para celebrar una efemérides o una vez al año, según marcan las reglas o algunas noches concretas cuando ensayan las cuadrillas. Y, además, se prolongan durante muchas, muchas horas, no sólo lo que tarda en pasar una procesión… Yo pido mi  derecho democrático a vivir mi fe en libertad y en público, teniendo que soportar los mismos límites que se les imponen a otros y que debieran ser el respeto a los derechos y libertades de los demás.

De todas formas, como ya dije en una ocasión, tampoco hay que engañarse demasiado. No toda la culpa del acoso que están empezando a sufrir las cofradías la tienen los (laicos) otros. Si nuestro principal problema, el de los cofrades sevillanos dirigidos por su Consejo General, es saber si ampliamos o no la carrera oficial o cómo conseguimos más dinero para las subvenciones, en el pecado llevamos la penitencia.

 

e-mail: diputadocruces@yahoo.es

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