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Fiesta Nacional. Juan Miguel Vega. El Mundo


El sábado pasado, mientras varios miles de personas celebraban en la Catedral, en paz y sin meterse con nadie, la coronación de la Virgen de la Palma, a las puertas del templo mayor, unas decenas de ciudadanos cóncluian la marcha en pro de la declaración de apostasía.

Los manifestantes montaron ante el Arzobispado una especie de puerta de cartón piedra, a través de la que pasaron escenificando su salida de la Iglesia católica. El espectáculo, comparado con lo que acontecía a sólo unos metros, resultó patético. Uno de los participantes portaba un letrero que decía «Otra Iglesia es posible», pero no explicaba cuál.

Pedían papeles, formularios para expresar su renuncia —y expresarla ya— al bautismo. O sea que se van de la Iglesia, pero exigiendo que ésta cambie. Ese es el sentido de la democracia de esta gente que, en el fondo unos burócratas 'stalinistoides', no se sienten con capacidad intelectual bastante como para renunciar a una idea o una religión si no se lo certifica un papel sellado. Naturalmente, ellos se dicén de izquierdas, gente decente frente a los rancios, los carcas y los cavernícolas de la derecha.

Portaban, no obstante, banderas republicanas. Lo cual resultaba paradójico, pues nada hay más burgués que una república. A no ser que sea una 'república popular'. La coincidencia de estas dos manifestaciones, en las que unos, los más, se reafirmaban en unas ideas asumidas libremente, y otros, los menos, mostraban su rechazo a esas mismas ideas, a pesar de que nadie se las impone, daba que pensar. Y hoy, Fiesta Nacional, más todavía.

juanmiguelvega@lycos.es










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