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Ricardo Suárez, autor del diseño de la portada de la feria de 2006: "La Feria es la mentira más bella". Carlos Navarro Antolín. Diario de Sevilla.


No se cierra a ninguna disciplina. Por eso se presentó al concurso de diseño de la portada ferial. Le gusta el proyecto Metropol Parasol, exige que el cartel de Semana Santa sea remunerado, culpa a las instituciones de que la pintura contemporánea no prospere y alaba la labor cultural de la Real Maestranza. Su futuro está marcado por sendas exposiciones de arte abstracto y paisajes minimalistas.

Le molesta que se califique su portada de clasicista y continuista. Contesta rápido y con habilidad, fiel a un carácter caracterizado por la fuerza del impulso: "Respeto todas las críticas, pero conviene saber que las bases exigen adecuarse a unas medidas e inspirarse en la Sevilla monumental. La originalidad está en utilizar un monumento jamás empleado, como es el Palco del Príncipe de la Real Maestranza, que supone un homenaje a una institución de la que muchas deberían aprender su concepto de cultura". Ricardo Suárez López (Sevilla, 1969), licenciado en Bellas Artes, insta a no caminar por una ciudad como Sevilla con la mirada baja ("Algo sólo recomendable en Roma, donde las alcantarillas lucen el SPQR") y admirar así ese arte que está abierto las veinticuatro horas: las esculturas de Mercadante de la Catedral, la arquitectura regionalista de Francos o la de los pabellones de la Avenida de la Palmera. En su haber figuran premios como el Gustavo Bacarisas de 1999, el cartel de las Fiestas de Primavera de 2000, el de la Real Maestranza de Caballería de 2000 y el Nacional de Pintura de 2001.

Defiende las medidas de la Feria, una fiesta ya para siempre ligada a su currículum: "Gustavo Bacarisas creó un concepto de feria y de casetas en los años veinte, eso no impide su evolución. De hecho, es la fiesta que más evoluciona, que más se renueva interna y externamente, aunque hay mentes que no ven más allá de sus propias narices. Yo nunca vería bien el traslado de la feria al Charco de la Pava si no se respetan estas medidas. Y no me refiero al número de las casetas, sino a las dimensiones de las aceras o de la zona del albero. Éstas son para mí las medidas importantes de la Feria".

Esta fiesta es motivo de reflexiones más profundas para quien se ha pasado el verano ideando su portada: "La Feria es una de las mentiras más bellas. El sevillano se cree alguien esos días, traslada la intendencia de su casa al real. Te recibe en su caseta como no lo hace en su casa el resto del año. Es un contar contigo esa semana y no otros días. En la Feria se manifiesta el poder, la arrogancia, la belleza, la alegría, grandes miserias y grandes glorias... Es una gran instalación barroca". La decisión de presentarse a un concurso tan novedoso es consecuencia de ese carácter ya referido: "Un pintor como yo está continuamente en el mercado. Ninguna convocatoria me es ajena. Hay gente que se autoexcluye de un trabajo. Me encuentro capacitado y pienso que si no lo hago yo, otro sí lo hará. Procuro ser receptivo a concursos y a premios. Lástima que la gente sólo vea tus éxitos, porque se publican, y no se entere muchas veces de tus fracasos, que los hay".

El pintor que no se cierra a ninguna disciplina tampoco se puede escapar de la influencia de su entorno: "Sevilla tiene una gran tradición de pintura de más de 300 años. Eso pesa. Pero no hay una cultura seria de coleccionismo ni de aceptación de nuevos conceptos estéticos al estar muy enraizada la estética barroca. El sevillano durante todo el año ve cómo se pone al servicio del pueblo un patrimonio estético concreto, lo que impide a las generaciones siguientes abrirse a nuevos conceptos. Ciertamente, el concepto estético de la Semana Santa actúa como limitador. Menos mal que hay ejemplos en ella de altísima calidad. Pero aquí la mayoría prefiere tener un Niño Jesús montañesino antes que un cuadro contemporáneo".

La crítica se endurece al valorar las causas: "En Sevilla se hace muy buena pintura contemporánea que no prospera por culpa de las instituciones públicas. Se importan cánones estéticos de otros países que además están caducos. Se prefiere al alemán, al holandés y al inglés. En los años 80 se abrieron las puertas a todo culturalmente hablando. Fue necesario en ese momento, aunque se trajera a España lo que ya estaba pasado de moda en el extranjero. Entonces estaba justificado. Hoy no". Crecer profesionalmente en Sevilla es posible: "Aquí se puede decir mucho. Hay buenas galerías y está la labor notable de la Caja San Fernando y de El Monte que traen buenas obras. Y la de la Real Maestranza, por supuesto, que tiene en sus paredes cuadros, por ejemplo, de Franceso Clemente, del que no hay nada ni el Centro Andaluz de Arte Contemporaneo ni en el Reina Sofía".

El pintor Ricardo Suárez compagina su obsesión por evolucionar con su control de la estética más costumbrista: "En Sevilla hay mucho complejo a identificarse con las raíces propias. Yo no secundo esa moda de renegar de lo local como prueba de modernidad. El contexto donde se nace y se crece es clave en la obra, pero de ahí a repetir continuamente esquemas del XIX hay mucha distancia". ¿La Facultad de Bellas Artes es un buen sitio para forjar pintores? "Sí, pero puede tanto formar como deformar".

Su nombre ha sonado como cartelista de la Semana Santa: "Esa cartelería no está agotada. El problema no está en el autor, sino en la institución, que tiene demasiados complejos, que se guía en exceso por el qué dirán. Para mí, el cartel de Juan Miguel Sánchez de 1931 es el mejor. Representó en plena República a la Macarena con un concepto moderno y atrevido. Estoy totalmente de acuerdo con esa teoría por la que los sevillanos llevan dentro un catedrático de Arte que les hace usar esa frase con la que castigan una obra que no les gusta. El cartel debería estar remunerado, como hacen todas las instituciones. El Consejo no puede comprometer a un autor gratuitamente y exponerlo a una crítica soez, vil e incisiva. No paga un duro cuando tienen ingresos anuales bastante curiosos. La pintura es una profesión, no un hobbie. En los encargos cofradieros hay que ofrecer siempre un presupuesto. ¿Qué le hubiera supuesto el cartel a Miguel Pérez Aguilera o qué le supondría a Luis Gordillo? Sólo para ser crucificados, para sufrir esa crítica ácida de quienes sólo ven la rentabilidad a corto plazo y sólo aprecian la estampita".

Llega la hora de definir la ciudad: "Sevilla vive tanto del recuerdo como de la esperanza. Así es la felicidad de los pueblos desgraciados. Por eso la Sevilla actual es feliz de esa manera". Le gusta el arte que se ve por la calle: "Hasta un solar derribado, con los restos al aire de las habitaciones de una casa, es una obra de arte porque tiene el valor de haber sido habitado. Y déjeme que le diga algo sobre la Plaza de la Encarnación. Me gusta el proyecto Metropol Parasol porque supone una gran reforma urbanística de una zona tan degradada por el urbanismo tardofranquista. Lástima que aquí sólo vemos champiñones, como cuando sólo admiramos la voluta y el dorado sin tener altura de miras".

¿Necesita el artista relacionarse con el poder?: "Al poder no le interesamos. A la persona en particular sí. Al poder le interesa decir aquellos de Estamos estudiando esto o Tenemos un proyecto de lo otro. Si alguna vez el poder pasa por mi estudio es porque estoy en el candelero. Lo edificante es cuando me visita gente joven con conciencia de lo que es el arte y con interés por ir haciendo una colección".

Foto: Inspiración. Suárez en el Palco del Príncipe / Juan Carlos Vázquez










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