El Protocolo de aguas. José Cretario. ABC Sevilla.

Sería interesante analizar por qué este Ayuntamiento y las cofradías se miran sólo de perfil. O de espaldas. Hay quien piensa que es por la distancia ideológica entre un universo cofradiero donde predomina la visión corservadora de las cosas (más en los representantes que en los representados) y un consistorio de izquierdas.

Pero esto sería simplificar demasiado. Viene esto a cuento por lo del «protocolo de aguas», un plan para cuando llueve que ha generado todo tipo de chistes y rechiflas nada más ser referido por el Alcalde a primeros de semana. La desafortunada denominación se presta a ello, pero eso es solo la cáscara de un huevo que no es nuevo.

El «protocolo» existe desde el año pasado. Su idea nació el Viernes Santo negro de 2004 cuando coincidió la riada de los barrios de la zona este con el regreso apresurado de la Carrerería. Entonces se vió que no existía ningún plan para este tipo de situaciones.

En 2005 ya estuvo activo. Si este protocolo es un plan para mejorara la asistencia de los servicios municipales cuando llueve, no veo por qué escandalizarse. Todo lo contrario. Incluso sería bueno el concurso del Consejo para definir también como se resuelve el mayor efecto colateral del agua como es el regreso de los cortejos si estos se resguardan y deciden regresar otro día, habitualmente el Domingo de Resurrección en loor de multitudes. Este año, y después de las tensiones previas, tanto Santa Genoveva como San Gonzalo, entendieron que no podían volver cuando les viniera mejor a ellos, sino cuando viniera mejor a todos. ¿Por qué entonces tan airada reacción? Creo que hay dos causas. La primera que en los últimos años el Ayuntamiento ha incrementado su protagonismo en la organización de una Semana Santa que quiere retocar en la carrera oficial, y eso despierta recelos.

Y la segunda es que sobre el gobierno municipal también se proyectan resentimientos de la gente de las cofradías -católicos, no se olvide-- por los efectos de la cruzada anticlerical. Aislado de las circunstancias periféricas, el protocolo no es ninguna tontería. Aunque su nombre sí lo sea.

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