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Los Agujeros Negros de la Madrugá (y IV). Juan Miguel Vega.


 En estos cinco años, el periodista no ha dejado de hacer preguntas. Allí donde encontraba a alguien que pudiera tener una relación, por lejana que fuera, con los lamentables hechos ocurridos durante La Madrugada del año 2000, lo interrogaba y trataba de averiguar qué podía saber de ellos. El periodista, vaya esto por delante, no tenía ninguna teoría preconcebida sobre las causas de los incidentes, aunque si, desde luego, la certeza de que estuvieron organizados; una certeza que esta misma semana ha avalado el que fuera delegado municipal de Seguridad Ciudadana el día de autos, José Gallardo, quien, en unas declaraciones sobre las que volveremos más adelante, se reafirmaba en lo que dijo hace cinco años: los disturbios de la Madrugada del año 2000 no obedecieron a la casualidad. Estuvieron organizados.

Esta opinión es, además, unánimemente compartida por los cofrades que sufrieron las consecuencias de aquellos incidentes, como públicamente han reconocido hace poco tanto quien entonces fuera hermano mayor del Gran Poder, Miguel Muruve, como el actual responsable de esta cofradía, Enrique Esquivias. Pero, más allá de impresiones personales, en las tres anteriores entregas de este reportaje hemos aportado datos y pruebas suficientes como para avalar que, efectivamente, los hechos no obedecieron, como sostiene la versión oficial, a un estallido de histeria colectiva desencadenado por algo que, como reconoció el juez que archivó la causa, nunca se llegó a saber exactamente qué fue.

 Una vez sentado que los disturbios estuvieron organizados, el siguiente paso era saber quién o quiénes los provocaron y por qué. En estos cinco años de preguntas, y no sin sentir un cierto pasmo, el periodista ha detectado la existencia de una especie de secreto a voces. Una teoría que no es tal, sino certeza para muchos, sobre las causas de los incidentes y que comparten altos cargos cofradieros, personas relacionadas con la organización de la Semana Santa y, atención, policías. Personas, y esto es lo más significativo, que en muchos casos no tienen relación entre si, aunque sí con las víctimas de los hechos o los aludidos como causantes de éstos. De ahí la cierta credibilidad que se le puede dar. Pero hay más.

Curiosamente, esta atribución de aquellos hechos fue una de las primeras que se barajó, aunque entonces los medios de comunicación no le prestaron demasiada atención por considerarla descabellada. Sin embargo, quien pretende escudriñar el caso la va encontrando a cada paso que da. Y eso le ha ocurrido al periodista.

El comunicante anónimo

No mucho después de sucedidos los hechos, el presidente del Consejo de Cofradías, Manuel Román, declaró a la prensa que «alguien le había advertido unos días antes de que ese año iba a pasar algo». Ese alguien, que prefiere mantenerse en el anonimato, hablaba ayer con EL MUNDO de Andalucía. «Todos sabemos quiénes lo hicieron, pero no podemos demostrarlo. Recuerdo que antes de Semana Santa hubo manifestaciones en las que se gritaba: 'Alcalde estás ciego, te vas a enterar de la que te vamos a armar'. Yo no tenía datos concretos sobre lo que se estaba organizando, pero se palpaba en el ambiente que algo malo iba a pasar. Y este año también se palpa, aunque en el Ayuntamiento hay otro tipo de gobierno».

Esta semana, Canal Sur Radio desvelaba que, al día siguiente de los hechos, una emisora local pretendió informar sobre la. investigación abierta en un colectivo concreto, pero recibió instrucciones políticas para no hacerlo. Esta misma cadena emitía unas declaraciones del entonces concejal de Seguridad Ciudadana, José Gallardo, en las que culpaba a los mandos policiales a su cargo como responsables de la información falsa que él ofreció aquella noche sobre la explosión de una tubería como origen de los sucesos. Algo que ha acentuado la inquina que el colectivo de la Policía Local siente por este señor, con quien el cuerpo no tuvo una relación especialmente buena. Lo que Gallardo no explicó en estas declaraciones, y tendría que haber explicado, es de dónde sacó la información que atribuía la organización de los hechos a 70 u 80 personas repartidas en varios grupos. Es demasiado precisa como para improvisaría a bote pronto, sobre todo si aún sigue pensando, como ha reconocido, que los incidentes fueron organizados.

La falta de pruebas impide señalar a nadie, pero ¿qué impide que se investigue? Aquí es donde aparece el fantasma del pacto de silencio. ¿Por qué cuatro grupos políticos, algunos muy enfrentados entre si, se podrían haber puesto de acuerdo para silenciar los hechos? Podemos deducirlo. El PP, como partido en el Gobierno central, era el responsable de la seguridad. El PSOE y el PA, coaligados en el gobierno municipal, respondían de todo lo concerniente al Ayuntamiento y su pacto los obligaba solidariamente. Por su parte, IU nunca ha demostrado demasiado interés por nada de lo que concierna a las cofradías, que desde su particular visión del mundo no son más que un reducto de la carcundia.

Es evidente que esta formación política no tuvo nada que ver en absoluto con los incidentes de la Madrugada , pero también es cierto que cuesta trabajo imaginar que su actitud hubiera sido muy beligerante con los causantes de los mismos, al menos públicamente, si en la trama que los promovió hubiera algún asomo de tipo sindical. Lo cual podría relacionarse con lo que decía nuestro anónimo comunicante de ayer comparando la situación de hace un lustro con la de ahora.

Pero si comprensible es la actitud de los partidos políticos dando sordina a un asunto espinoso susceptible de crearles muchos problemas, no lo es tanto la actitud del Poder Judicial, que a la postre fue el encargado de oficializar el carpetazo. La única explicación que podemos dar a este hecho es que tanto la Fiscalía como el juez tuvieron que manejarse con la información que les facilitaron, a la luz de la cual no tuvieron más alternativa.

Todo este lento goteo de información, los secretos a voces que circulan por la ciudad, sobrevolaban la mesa donde hace algunas semanas coincidieron en una cena el periodista y una alta autoridad, que ya lo era hace cinco años. En un momento distendido de la charla de sobremesa, el periodista se dirigió a la alta autoridad y le dijo: «Si se hubiera llegado a saber lo que de verdad pasó, habría sido un escándalo, ¿verdad?». La alta autoridad lo miró de soslayo, terció una sonrisa y asintió con la cabeza.

Fotos: Francisco Santiago

Publicado por Juan Miguel Vega en el Diario El Mundo el 13.02.2005. Permiso para su publicación en Arte Sacro por el mismo autor.










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