A mi Lola y a Nuestra Virgen
Antonio Sánchez Carrasco. He de confesarte Madre, que yo soy del Baratillo. Pero en esa especie de personalidad múltiple que sufres en nuestra tierra. Yo soy más de sentirte como Caridad que como Piedad. Que no significa que no te sienta en esa amargura de tener el cuerpo inerte de tu Jesús sobré la falda mientras tus hijos, mis hermanos tratan de llevaros a los dos con ese cariño desbocado que se siente en azul mecánico.
Mi amigo Alberto que a vuestro lado está ya hace unos años y que también transpiraba en el azul de nuestras vidas, me escribió una vez que yo sentía en la memoria de la sangre lo que Él sentía en la memoria de los recuerdos. Y es que hasta vosotros se llega por familia o porque un día el azul se convirtió en sinónimo de vuestros ojos, de la caída de mano inerte de tu Hijo, de buscar su firma en el sudario, de tramos de nazarenos formados en las escaleras de la azotea, pero también de mañanas de otoño silenciosas en tu capilla mirándote. Porque si Caridad es la de mis rezos, tu Piedad eres la de mis piropos. Porque se llena el alma al mirarte, porque adolece el desasosiego del día a día y tu rostro se convierte en guía de los que buscamos que contarte.
Porque un día conocí a Lola y al saber que Ella era de botones rojos fue a ti Piedad a quien pedí que me quisiera como yo ya la quería a Ella. Y lo hiciste, y el día de nuestra boda una estampa de tu perfil vino en mi bolsillo interno de la chaqueta. Porque tu Piedad me diste lo único que a ti te pedí y aunque mis botones son blancos no puedo faltar a verte cuando te bajan a ras de suelo aunque ya no pueda besar tu mano. Y como la Semana Santa está compuesta de historias personales yo hoy lunes sólo podría contaros que la Virgen de mi Lola bajó al suelo y que yo sólo fui para verla para renovar aquello que hablamos y que queda entre nosotros.
Foto: Antonio Sánchez Carrasco.