Costaleros y bandas, una evolución cuantitativa y un tanto cualitativa en el mundo de las cofradías actual. Mariano López Montes
El aumento y protagonismo de grupos humanos, que actualmente tienen colectivos bien delimitados y con una identificación propia de serlo, que por otra parte es totalmente necesaria para la celebración de la Semana Santa y sus Cofradías como elementos imprescindibles para su celebración, entendemos desde la propia Antropología que no responde ni debe cualificarse exclusivamente por la identificación de parámetros puramente religiosos devocionales que las propias hermandades y cofradías aportan en sus desfiles procesionales y que según nuestra visión superan y cambian el modelo estrictamente unido a una ortodoxia católica que muchos quieren utilizar como instrumento de medida en exclusividad y que según nuestro propio criterio que queremos expresar en este artículo, está más relacionado con valores más amplios y a veces cargados de contenidos heterodoxos de una religiosidad popular, en este caso con una penetración social popular e identitaria (marcadores de identidad propia como es «La Andaluza».
No se trata de juzgar aquí lo que es bueno o lo que es malo, la autenticidad o falsedad del fenómeno participativo según nuestro criterio de colectivos como costaleros y músicos y la preponderante popularidad y protagonismo que estos han alcanzado en estas últimas décadas experimentando un crecimiento, vitalidad e importancia entre otros elementos que componen el mundo de las cofradías, porque hemos de tener en cuenta que otros colectivos quizás algo más minoritarios como acólitos, servidores y otros grupos han pasado a convertirse de simples asalariados ajenos a las propias hermandades a contratados exprofeso para hacer su trabajo en la cofradía a hermanos surgidos e integrados en la propia corporación.
Un punto de capital importancia para nosotros es el papel preponderante que ha tenido la mujer en el ámbito cofrade desde hace ya un tiempo; en las hermandades desde no hace mucho convirtiéndose de miembros opacos a las que no se le permitían ni participar como nazarenos a un tímido y no siempre bien visto papel secundario, supeditado a la supremacía y papel predominante del hombre, a un papel fundamental y participativo y de igual gestión y decisión dentro de las propias juntas de gobierno llegando a alcanzar un papel visible dentro de las propias cofradías, a excepción del colectivo costalero, o mundo de abajo fuertemente matizado por una concepción de oficio de clara identidad y participación masculina, refiriéndome al caso particular de Sevilla, quizás debido a la cada vez mayor oferta de varones, que yo llamaría masificación por la cada vez más aumentada demanda de aspirantes a ese “mundo de abajo”, no solo de Sevilla o su provincia, sino de otros lugares lejanos de nuestra geografía, que aceptan gustosos las incomodidades, el gasto económico y el sacrificio que supone integrarse en alguna cuadrilla y portar un paso en «La semana Santa de Sevilla».
Este fenómeno en su conjunto y pormenorizado en cada una de sus facetas y motivaciones, merecería un estudio en profundidad sobre este tema.
Fotos: Mariano López Montes