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Carta pastoral del cardenal arzobispo de Sevilla con motivo de la festividad del Corpus Christi, Día de la Caridad


Nos lo ha recordado San Pablo: Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas grandes y santas. Y lo más grande, sublime y admirable es el amor que Dios nos ha dado en Jesucristo, sobre todo en el misterio de la Eucaristía, que de una manera especial veneramos en la fiesta del Corpus Christi. Es por ello que, en esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, celebramos el día de la caridad.

Sólo la disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, nos hace reconocibles como hijos de Dios, al mismo tiempo que nos abre los ojos a lo que Dios hace por nosotros.

Es que el ejercicio de la caridad es una actividad de la Iglesia como tal y que forma parte esencial de su misión originaria, al igual que el servicio de la Palabra y de los Sacramentos (DCE 18).

Amor cristiano

No busquemos medidas para el amor, pues todas quedan cortas ante la obligación de amar con el mismo amor de Cristo. Si no tengo amor nada me vale de nada, la vida carece de sentido, la esperanza no existe, el mundo está descalabrado. Pero, si tengo amor, se encuentran más que razones para vivir y para esperar, la fe lo llena todo de vida, la esperanza es gozo y compromiso, el mundo se contempla como espacio para la gloria de Dios, para hacer el bien y servir. El amor tiene un nombre: Jesucristo.

Con el amor, los mandamientos no son obstáculo y corsé que oprime y ahoga la libertad de la persona, sino ayuda para caminar con paso firme por la vida. El evangelio no es carga de leyes y preceptos, sino anuncio de las mejores noticias para el encuentro a Cristo, Señor y Salvador. La Iglesia no es muro y parapeto que impide caminar con libertad y alegría, sino madre y ayuda que nos acerca a Jesucristo. Con el amor, las gentes no son grupo de egoístas entre el que hay que abrirse camino con codazos, sino hermanos nuestros y los mejores compañeros del camino. El amor de Cristo hace verlo todo de una manera distinta y nueva.

Cincuenta aniversario de Caritas

Queremos recordar, con profunda acción de gracias al Señor, los cincuenta años de existencia de la Caritas diocesana de Sevilla. Se nos han presentado informes y balances, sobre los resultados obtenidos durante estos cincuenta años, que son ciertamente admirables.

Esos números son insignificantes al lado de la ingente obra de amor fraterno que Caritas diocesana ha realizado. Los programas. de acompañamiento y atención primaria, la ayuda a la infancia y a la adolescencia, la inserción social de la mujer, los mayores, los enfermos mentales... Centros destinados a ofrecer un servicio integral de las personas de exclusión social extrema. La inserción laboral, la promoción de los sectores más deprimidos y marginados. Atención a inmigrantes, presos, enfermos de sida, familias en situación de indigencia, transeúntes... Y todo ello con una organización admirable.

Escuela de caridad

Sin embargo, esos números y acciones tan importantes, quedan empequeñecidos ante el mandamiento nuevo del Señor que resplandece en cada una de estas acciones. Es la vida de nuestras comunidades que se afanan en vivir como hermanos. La proclamación y defensa de los derechos y de la justicia. La sensibilización de las conciencias ante unas responsabilidades que nos corresponden a todos. El haber hecho revivir la esperanza. Y, sobre todo, el amor misericordioso de Cristo en el cuidado de los pobres.

La labor más admirable de Caritas en estos cincuenta años es que nos ha enseñado a mirar a las personas, no ya sólo con nuestros ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Los más abandonados, los enfermos incurables, las desvalidos, las gentes sin trabajo, los ancianos, los niños sin familia, los que no pueden comer cada día... Con el amor que Caritas nos ha enseñado, hemos aprendido a             mirar a los demás, no ya sólo con nuestros ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva del amor de Jesucristo.

 La Eucaristía es el pan de vida. Y la caridad es la señal de que nos alimentamos con el amor de Cristo, pues el que ama a su hermano vive en Dios y Dios en él.

+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

            Arzobispo de Sevilla









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