La riada de 1961. Reyes Pro Jiménez
La tragedia vivida en Valencia y en otros lugares de Levante y de Andalucía nos ha hecho recordar la última gran riada que padeció Sevilla, esta ciudad grande en cuyos pequeños detalles nos estamos fijando últimamente. En esta ocasión un pequeño azulejo situado en la esquina de la Alameda con la calle Santa Ana nos recuerda esa riada de 1961, azulejo similar a tantos otros de “hasta aquí llego el agua…” que hubo en Sevilla y que se lamentablemente se han perdido.
Azulejo riada de 1961.
Foto: Reyes Pro
La riada (la “riá”, dicho al sevillano modo) de 1961 fue la última y una de las mayores inundaciones de Sevilla en su época contemporánea, aunque Sevilla ha padecido numerosas riadas en su historia, como las riadas de 1626 (“el año del diluvio”), 1649, 1684, 1796 (“la más grande”), 1876-1877, 1892, 1948; sólo por señalar las más conocidas y de mayores dimensiones.
Azulejo en calle Tomás de Ibarra,
web Retablo Cerámico
En noviembre de 1961 la rotura del muro de defensa del arroyo Tamarguillo y una serie de circunstancias provocaron la inundación sobre una ciudad que ya tenía problemas múltiples: la carencia de servicios y de equipamientos modernos, un caserío cada vez más degradado y sobrecargado de habitantes, (Sevilla creció de 150.000 a comienzos del siglo XX a unos 550.000 en la década de 1960), la escasez de viviendas disponibles, con el consiguiente el hacinamiento de la población en corrales y casas de vecinos, y la aparición de cinturón de miseria en el extrarradio. En toda la ciudad existía un gran déficit higiénico y sanitario. El arroyo Tamarguillo, afluente del Guadalquivir por la margen izquierda, después de surgir en la elevación de Los Alcores recogía las aguas del arroyo Tagarete, discurría en Sevilla por el parque que lleva su nombre y por la Ronda del Tamarguillo, y desembocaba en el río Guadaira.
Azulejos de las riadas de 1796 y 1961.
Foto: Reyes Pro
En todo el sur de España hubo precipitaciones el 16 de noviembre de 1961 y días siguientes. Crecieron las aguas del arroyo Tamarguillo, y en previsión de inundaciones se evacuaron viviendas de la zona norte de Sevilla. En la mañana del 25 de noviembre, el agua empezó a desbordar el cauce y a socavar el muro de tierra que defendía la ciudad que acabó por romperse. La inundación no se produjo por desbordamientos o crecidas, sino por dicha rotura del muro de contención. Además los husillos, que siempre tuvieron protagonismo en las riadas de la ciudad, contribuyeron a la inundación al estar saturados de barro, cascotes y residuos en general.
Sobre las cuatro de la tarde del día 25 se produjo la rotura parcial del muro del arroyo Tamarguillo entre la carretera de Carmona y la actual avenida de Kansas City, y muy pronto la grieta alcanzó unos 50 metros, horas después, al otro lado de la carretera de Carmona siguieron otras dos roturas. Las aguas alcanzaron en muy poco tiempo La Corza, que fue la primera zona afectada por la riada, el Fontanal, Árbol Gordo, San José Obrero, Miraflores y todo el Norte de la ciudad desde la Ronda de Capuchinos.
Rotura del dique del Tamarguillo, Fototeca Municipal de Sevilla,
archivo Gelan
El mismo día se originaron dos desbordamientos en la zona sur, uno cerca de la carretera de Su Eminencia (se inundó el Cerro del Águila, el prado de San Sebastián y el parque de María Luisa) y otro originado por el río Guadaira que se unió con las aguas del Tamarguillo en el parque de María Luisa y llegó hasta la Puerta de Jerez.
Además en la madrugada del día 26 se inundó un antiguo cauce del Guadalquivir desde la Alameda de Hércules (en algunas zonas el agua alcanzó tres metros de altura), hacia La Campana y hasta la Plaza Nueva. En las primeras horas de la mañana del día 26 de noviembre la inundación de la ciudad alcanzó su máxima extensión.
El centro de la ciudad era una laguna o lago en el que circulaban camiones si no era muy profundo o incluso barcas: las aguas habían alcanzado las calles Amor de Dios y Trajano, en las inmediaciones de La Alameda, el barrio de San Lorenzo, Plaza del Duque, La Campana y la calle San Eloy.
Plaza de La Campana, Fototeca Municipal de Sevilla,
archivo Serafín
Yo tenía pocos años entonces, la riada nos sorprendió en casa de mis abuelos en la calle Cardenal Spínola, llamada anteriormente de Capuchinas y más antiguamente aún del Naranjuelo. La calle se convirtió en un rio. Recuerdo el sonido de las campanitas de ese convento de franciscanas capuchinas, los bomberos en una barca, los vecinos hablando de balcón a balcón.... No temíamos quedarnos sin víveres pues además de que unos soldados (que iban en otras barcas como los bomberos) preguntaban si los necesitábamos, la despensa de mi abuela hubiese podido alimentar a un ejército. También recuerdo cosas que nos hacían reir en esos momentos (pues éramos niños inconscientes del peligro y de la tragedia que suponía la inundación para tantas personas), como reconocer una de las barcas … era una de las barquitas de la Plaza de España, o como unos momentos en los que la calle se llenó de cajas de cartón procedentes de la inundación de un comercio cercano. También recuerdo el sonido de los helicópteros de Tablada que iban a las zonas más alejadas y con mayor nivel de inundación.
Lo cierto es que ayudaron todo tipo de embarcaciones, desde las del ejército de Marina a las del Club Náutico, además de camiones y tractores. Por toda Sevilla se pudieron ver escenas de solidaridad entre los vecinos que se unían al trabajo de militares, policías, guardias civiles, bomberos y Cruz Roja, incluso personal de Caritas, que repartía la ayuda desde el Palacio Arzobispal.
Soldados taponando la brecha del Tamarguillo.
Fototeca Municipal de Sevilla, archivo Serrano
Un papel fundamental lo tuvieron las tropas del cuerpo de Ingenieros, técnicos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y pontoneros de la guarnición de Zaragoza, que trabajaron para taponar las brechas en penosas circunstancias y sin interrupción, metidos los soldados en el barro, bajo la lluvia.
El lunes 27 de noviembre, se inició una bajada del agua, que se acentuó el martes y por tarde se terminó de taponar la brecha principal del Tamarguillo, el día 30 de noviembre todavía quedaba agua en algunos barrios, aunque en los primeros días del mes de diciembre los principales trabajos de emergencia se dieron por finalizados
El agua llegó a alcanzar una altura de tres o cuatro metros en algunas zonas, afectó en mayor o menor grado a 150.000 habitantes e inundó una superficie de 552 ? hectáreas, según las cifras oficiales pero lo cierto es que la inundación llegó a las ?3.448 hectáreas. Hubo que lamentar cinco personas fallecidas. Bajo el punto de vista económico el sector más perjudicado fue el pequeño comercio, y se agravó tremendamente problema de la vivienda, que trató de paliarse con una “solución provisional” que duraría años: los refugios. Sevilla llegó a tener veinticinco de ellos y más de cincuenta y tres suburbios.
La tragedia de la “Operación Clavel”.
Fototeca municipal de Sevilla, archivo Cubiles
Las desgracias siguieron con la tragedia sufrida por la campaña de ayuda “Operación Clavel”. La caravana de 142 camiones, 150 turismos y 82 motos que transportaban alimentos, ropa y juguetes para los afectados salió de Madrid el 18 de diciembre y llegó a Sevilla al día siguiente. Una avioneta que acompañaba a la caravana se enredó con unos cables de alta tensión y se precipitó contra el numeroso público que esperaba el paso de la misma, fallecieron veinte personas y hubo más de cien heridos.
Después de 1961 las riadas en núcleos urbanos en nuestro país han continuado siendo frecuentes y catastróficas, especialmente en la zona mediterránea, concentrándose habitualmente en los meses de otoño. Las infraestructuras básicas, la obstrucción de cauces y alcantarillado y las edificaciones en zonas inundables y ramblas, son causas principales de los daños de las riadas.
Aunque la siniestralidad se haya reducido en las grandes llanuras aluviales de los ríos peninsulares que vierten al Atlántico, en las pequeñas cuencas mediterráneas no sólo siguen muy activas las inundaciones sino que se han disparado. Los riesgos actuales están ocasionados principalmente por la inapropiada gestión hidráulica del territorio, incrementándose ante fenómenos hidrológicos extremos asociados a las avenidas relámpagos (flash flood) o crecidas rápidas. Queda bastante aún por avanzar en las alternativas de gestión hidráulica y, sobre todo, de ordenación del territorio y prevención de riesgos.
Bibliografía:
ALMOGUERA SALLENT, Pilar, DIAZ DEL OLMO, Fernando. (2014) Sevilla, la ciudad y la riada del Tamarguillo de 1961: inundación y renovación urbana en Sevilla. Coordinador/es Almoguera Sallent, Pilar, Díaz del Olmo, Fernando. Universidad de Sevilla
BORJA PALOMO, F. (1878) Historia crítica de las riadas o grandes avenidas del Guadalquivir en Sevilla, Edición facsímil (2001), Área de Cultura y Fiestas Mayores, Ayuntamiento de Sevilla, Colección Clásicos Sevillanos, 2 tomos, Sevilla, 166 y 75 pp. + índices.
BRAOJOS, A.; PARIAS, M; ÁLVAREZ, L. (1990) Historia de Sevilla. Sevilla en el siglo XX, tomos I y II, Universidad de Sevilla, Colección de Bolsillo, Sevilla, 266 y 304 pp.
SALAS, N. (1996) Sevilla en tiempos de La Corchuela, Ed. Castillejo, Sevilla
A la memoria de las víctimas de la reciente tragedia y en homenaje a los voluntarios y a los militares, miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad, etc.