Este año se revaloriza la espalda del Rey Baltasar. Mariano López Montes
Lo que son las cosas, porque, aunque parezca lo normal, no siempre sucede lo mismo, aunque el evento se repita año tras año.
El famoso dicho popular entre muchos cofrades, que un tanto empalagados de las Fiestas Navideñas y deseando ver una Cruz de Guía, exclaman para sus adentros o para sus afueras según la discreción y el talante del presunto cofrade: ¡¡Que ganas tengo de verle la espalda al Rey Negro!!, o mejor políticamente más correcto y actualizado al “monarca de color”, de ese color "Negro Ateneo" que anula las facciones, resalta y delimita la blancura de los dientes y los ojos de los participantes de La Cabalgata y que consigue que "nadie conozca a nadie", como se titulaba la polémica película.
Este año las cosas van a ser muy distintas, después de un otoño cargado de salidas extraordinarias, magnas, congresos, exposiciones etc., que es verdad que no hemos parado ni un momento, nuestra adicción cofradiera está bastante aplacada.
Este es el año de Baltasar, ese rey embadurnado de negro que desde chicos creíamos que era el que tenía más dineros, era más rico y traía mejores regalos que los otros dos. Actualmente con eso de la multiculturalidad, la aldea global y la inmigración, los gustos están más repartidos según la afinidad ideológica sobre todo de “los papás” y el estrato socio económico y cultural a que se pertenezca.
Esta vez se nos va a quitar la prisa y vamos a poder disfrutar de Baltasar en todo su esplendor desde su trono de papel brillante y aurea purpurina, y como ocurre en algunas cofradías se va a recrear y no va a ir a paso de mudá como tantos años porque se ha quedado descolgado el palio.
Siempre seguido y acompañado por esa brigada acorazada de caballería pesada de Lipasam, con sus soldados de uniformes verdes y amarillos, de piñas de globos, con los globeros haciendo caja de todo lo vendido desde que pasó la Estrella y no la de Triana, y de gente en los bordillos de las aceras pretendiendo quitarse la plasta de caramelos aplastados que se le han quedado pegados a los zapatos.
Este año ya nos ha cogido sin ganas, o por lo menos sin mono de pasos, viacrucis externos, ensayos de costaleros y músicos, conciertos, exaltadores, saludadores y pregoneros que cada vez hay más y cada asociación tertulia o barrio debe tener el suyo.
Algo parecido a los heraldos, carteros reales, con sus cabalgatas de todos los pelajes que han proliferado como las setas en los últimos años y ya no hay ninguna hermandad que se precie sin que tenga el suyo.
Pues bien, este año la espalda del Rey Negro o Baltasar, según se estile, adoptara la condición regia que se merece y podrá ser aclamado por sus súbditos entre oleadas de caramelos, sin el deseo consciente o inconsciente de que desaparezca de una vez para siempre y aparezca la primera banda de una Cruz de Guía, que es lo que nos pone o mejor dicho pone a cada vez más gente, aunque quizás de cofradías entiendan muy poco.
Cada cosa a su tiempo y esta vez toca la noche de Reyes, cervecitas y a decirle a los niños que a acostarse pronto y a dormir ligerito, que como vengan los reyes y los niños estén despiertos, pasan de largo y se llevan los juguetes. Esta historia mitad cuento fantástico mitad amenaza era muy corriente en los niños de mi quinta, que aun teníamos que ir cuando fuéramos mayores a hacer la mili. Actualmente los niños de ahora no estoy muy seguro si se lo creerían.
Su Majestad Ilustrísima Baltasar este es tu año. Los pasos otoñales han calmado nuestra incesante sed cofradiera y tu reinado de unas horas por las calles de Sevilla tendrán tus espaldas bien cubiertas.
Pero todo no puede ser bueno y el timón del destino cambia caprichosamente de rumbo y todo no es como quisiéramos que fuera, primero la amenaza de las lluvias, después la confirmación de las lluvias, ahora los adelantos, en fin, que el pobre monarca no levanta cabeza.
Feliz reinado Baltasar, monarca de color que resulta mucho más progre e igualitario, o el Rey Negro, como se le ha dicho de toda la vida.
Fotos: Mariano López Montes, Juan Alberto García Acevedo y Fco Javier Montiel