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Una gran noticia cofrade para Sevilla. Reyes Pro Jiménez


Ya conocemos la noticia: la Santa Sede ha autorizado, mediante un decreto del 17 de julio de 2025, la cesión de la iglesia del Sagrado Corazón y la capilla de los Luises a la Hermandad de los Javieres, en los términos acordados con la misma. Es una noticia verdaderamente magnífica, tanto para la ciudad de Sevilla como para la hermandad.

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Con esta cesión, un monumento concebido para el culto volverá a tener vida y utilidad, salvando así un patrimonio histórico sevillano de primer orden. Es evidente que lo que no se usa se degrada, y las hermandades de Sevilla son cruciales para mantener gran parte de dicho patrimonio. Pero, sobre todo, es una gran noticia para la Hermandad de los Javieres, ya que significa un regreso a sus orígenes, a las raíces del templo donde nació.

En la calle Jesús del Gran Poder, antiguamente llamada de Palmas, se fundó en 1589 el convento y colegio de San Francisco de Paula, de la orden franciscana conocida como "Mínimos" por la humildad de sus miembros. Parecía que dicha virtud impregnó los muros y se transmitió siglos después a la corporación de penitencia de los Javieres.

Esta orden tuvo otros conventos en Sevilla, como el desaparecido convento de la Victoria en Triana y el de la rama femenina de las Mínimas, que afortunadamente aún subsiste y que también estuvo presente en la calle Sierpes hasta el siglo XIX. El convento y colegio de la calle Palmas era bastante extenso, con una entrada principal por dicha calle y una secundaria por la del Puerco (hoy en día, Trajano). La iglesia se terminó en 1646, pocos años antes de la gran epidemia de peste que marcaría un gran declive en Sevilla. Quizás por ello, languideció durante el siglo XVIII. Además, como ocurrió en muchos conventos, la invasión francesa de 1810 y la desamortización de 1835 provocaron su decaimiento y cierre. Las dependencias conventuales se destinaron a cuartel, casas de vecinos y otros usos. En 1868, la iglesia fue comprada por la Sociedad Bíblica londinense para el culto evangélico, pero en 1887, doña Dolores Armero y Benjumea la adquirió y la donó a los Jesuitas, quienes ubicaron en ella varias imágenes procedentes de la iglesia de la Anunciación que habían perdido como Casa Profesa.

Como anexo al antiguo convento de los Mínimos y su iglesia, se levantó a comienzos del siglo XX, en estilo neogótico y con diseño de Aníbal González, la capilla de los Luises. Su nombre se debe a la congregación jesuítica que reunía a estudiantes universitarios jóvenes y adultos. Otras dos congregaciones, los Estanislaos y los Javieres, estaban constituidas por estudiantes adolescentes o niños, y por jóvenes trabajadores, respectivamente. Precisamente, en el seno de esta última tuvo su primer germen la posterior Hermandad de los Javieres. 

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El antiguo convento de Mínimos y el templo del Sagrado Corazón, que volverá a ser la sede de la Hermandad de los Javieres, tienen una gran tradición cofrade. En él residió la Hermandad de la Carretería desde finales del siglo XVI hasta 1761, la Hermandad del Cristo Atado a la Columna o Cigarreras, que no estuvo muchos años, y la extinguida hermandad de San Juan Bautista y Sangre en el siglo XVIII. El templo también sirvió de refugio provisional para muchas hermandades en caso de lluvia, como la Macarena, y en 1854 se organizó en esta iglesia el Santo Entierro Grande. Ya en el siglo XIX, la Lanzada tuvo su sede aquí, concretamente desde 1818 hasta 1849.

Dentro de la mencionada congregación de los Javieres, nació en torno a 1945 la idea de fundar una Hermandad de penitencia que procesionara en Semana Santa. En esa época, se encargaron imágenes destinadas al culto interno que pronto se usaron también para procesionar en pasos. Incluso antes de la aprobación de sus reglas, la Virgen de Gracia y Amparo se llevaba en procesión a los conventos de clausura de la zona. Las reglas se aprobaron en 1955 y, ya en 1957, la cofradía salió con el paso completo y el Cristo de las Almas desde la iglesia del Sagrado Corazón, bajo el carisma de la austeridad, la espiritualidad jesuita y la humildad de los frailes Mínimos, fundadores del antiguo convento.

En 1977, la hermandad tuvo que abandonar este templo, donde fue fundada, y trasladar su sede a la Parroquia de Omnium Sanctorum. No obstante, mantuvo su forma de ser y su carisma, aunque añorando el lugar de tantas experiencias espirituales y cofrades, de tantos recuerdos de nuestra infancia asombrada y de nuestros mayores que lucharon y trabajaron por la hermandad, incluso desde la humildad y el anonimato. La hermandad volverá próximamente a sus orígenes. Alma de Cristo, santifícame.


Dedicado a mi abuela, vecina del Cristo de las Almas en 1945.

 

Fotos y Texto: Reyes Pro Jiménez









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