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Opinión. Jugar a la Semana Santa. El Diputado de Cruces


Unos de los placeres que, al menos para este diputado, se obtienen del hecho de estar muy liado en Semana Santa es que cuando se alargan los días y con ello se gana algo de tiempo, uno puede dedicarse a ordenar todo ese material recortado y grabado en esos días del que, entonces, no pudo disfrutar. En esas tareas estaba cuando me he encontrado con una foto que, debo reconocer, me ha  causado una mala impresión. En ella se ven unos niños y niñas vestidos de nazarenos, de costaleros, de capataces, de músicos, de guardias civiles, vistiendo un traje de mantilla o con americana y corbata, alrededor de unos pasitos y ante la mirada embobada y orgullosa de padres y maestros. Se trata, claro está, de una “procesión” de Viernes de Dolores en un colegio hispalense para celebrar la llegada de las vacaciones y como antesala de la Semana Santa. Y como ahora estamos a fin de curso y en muchos centros se organizan fiestas de disfraces y funciones de teatro como clausura del mismo, no he podido evitar hacerme una composición de lugar, a lo mejor errónea, que me ha resultado desagradable y que paso a contarles.

Verán, empieza el curso y como en nuestro sistema educativo infantil (y en los demás niveles también, no se crean), lo más importante es que los niños se lo pasen bien y no se aburran, que para aprender, por lo visto, no es ya necesario estudiar y esforzarse (¡qué horror de palabras y de conceptos!) como tuvimos que hacer los que somos un poco más mayores, pues hay que tenerlos entretenidos con fiestas y celebraciones. Así, a final de octubre, llega “halloween” (¿está bien escrito?) fiesta española por antonomasia, donde niños y maestros se disfrazan de fantasmas y otros duendes y acuden a clase de esta guisa, con la colaboración entusiasta de padres y madres, que parecen que disfrutan más que los chiquillos. Luego llega la Navidad, sí, esa fiesta de regalos y comidas y, de nuevo, pues más funciones y los niños (y los maestros también) vestidos de pastorcitos, ovejitas y otros personajes entrañables. Para ser honrados, hay que decir que algunos colegios están suspendiendo estos teatrillos belenistas, con objeto de no “molestar” a las personas que tiene otras confesiones religiosas y los cambian por fiestas de disfraces con renos, árboles, “santasclaus” y demás.

Después viene el segundo trimestre y, en su mitad, más o menos, el carnaval. O sea, más disfraces. Como esto no llega a cuajar del todo en Sevilla, a pesar de los intentos de más de uno, un amigo me ha comentado (de verdad, espero que haya sido una broma, porque si no, aviados estamos) que hay algún avispado director que está pensando en celebrar en su lugar el día de San Valentín. Luego, la Semana Santa y los pasitos, la feria y/o el rocío, con los trajes cortos y de gitanas y, por último, el fin de curso. Como ven, muchas fiestas y muchos disfraces que los padres deben financiar, algo que hacen con gusto con tal de ver a sus hijos divirtiéndose. Repito, aprender y estudiar son otra cosa.

¿Exagero? Hombre, un poquito (no tanto, de verdad), como instrumento literario para dar énfasis a la idea que intento exponer. La Semana Santa no es un juego y es bastante más que vestir de americana azul y corbata el Domingo de Ramos o de mantilla el Jueves Santo (algo que si no tiene concordancia con el resto del año no es más que otro disfraz) o ponerse la túnica, el costal o el uniforme seudomilitar si saber por qué o para qué se hace. Estamos en lo de siempre: ¿sabemos cuál es el fin de nuestras hermandades y cofradías? Los cofrades tenemos que luchar para que, puesto que a nuestros hijos en muchos de sus colegios no les van a enseñar qué es la Semana Santa, su raíz religiosa cristiana, su historia, sus tradiciones (las de verdad, no las que nos inventamos ayer por la mañana), en fin, su esencia, ya que dicen que eso es obligación de los padres, al menos no les confundan metiéndola en un mismo saco con “hallowen” o el carnaval, por ejemplo. Si no, después no podremos quejarnos si estos mismos hijos abuchean a una banda si no toca en un lugar famoso porque la cofradía va con retraso, le faltan al respeto a nazarenos y penitentes o nos molestan con sus actitudes y falta de silencio en una entrada, por citar algunas situaciones que sí han pasado en los últimos tiempos.

¿Qué quieren que les diga? Por mi parte, me encanta cuando tengo la suerte de poder disfrutar de una mañana de Viernes de Dolores libre y en San Lorenzo, en San Vicente, en la Magdalena o en tantas y tantas iglesias del centro y de los barrios me encuentro con esos grupos de niños y niñas que, acompañados de sus “seños” y monjitas, se ponen en fila para besar la mano de la Virgen o el pie del Señor o se reúnen alrededor de los pasos con sus boquitas abiertas, mientras esas mismas “seños” o monjitas les explican el sentido de lo que están haciendo o lo que se representa sobre los pasos. Eso sí que es aprender de Semana Santa y no, con todos mis respetos, lo que se consigue jugando a los pasitos.

diputadocruces@yahoo.es

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