¡Que poquito queda! Rito morado. Alberto de Faria Serrano.
El venerable rito de lo inaprensible se concita alrededor de su altar cada mes de marzo. El rito profundo. La liturgia sagrada de cogerse del brazo de tantas familias enteras que peregrinan cada viernes de cuaresma y en silencio, sentir el anhelo de su presencia cautivadora. En un marco que acogió la triple devoción señera del Señor de la Salud , anida más robusta que nunca la de un Cautivo que no se le ofrecen ni marchas si no promesas. No se le dedican mecías si no oraciones. No se le escriben más pregones que los de un fervor indescriptible y solazado. Recogimiento inmemorial para la memoria de los que ya no van del brazo. Semblanza en sepia para el destello del recuerdo de los ausentes. Añoranza de un tiempo que se fue y que solo volverá en otra dimensión.
Sus manos atan la desesperación de quienes han perdido lo mejor de sus vidas. Sus desvelos y su melancolía están cosidos dulcemente al bordado que teje el terciopelo morado de su esperanza. Su angustia se atenaza al cíngulo con precisión y rodea el cuello de su desesperanza. La cruz trinitaria es símbolo de su hospicio y su auxilio. Sus manos atadas son más que nunca alivio y liberación. Su boca entreabierta exhala el aliento preciso para proseguir el camino postrero hasta el reencuentro en el paraíso.
En este camino no hay más papeleta de sitio que la del beso del próximo viernes. No hay más sandalias que la zancada firme hasta su morada. No hay más alforjas que la del sentimiento ni más fonda que la del banquete del Señor. El Cirio de esta procesión se enciende con la llama que prende nuestro corazón. Es la Sevilla oculta que se transparenta en los ojos vidriosos de sus oferentes. No hay mas diputados de tramo que los que se fueron. No hay más fiscal de paso que El mismo Redentor. No hay mayor penitencia que la de no poder abrazar ya a quien amas. Por eso no hay mejor espera que esperar orando ante el Cautivo de San Ildefonso. ¡Que poquito queda!
Foto: Francisco Santiago