Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Pentecostes
  • domingo, 19 de mayo de 2024
  • faltan 329 días para el Domingo de Ramos

Muy recomendado. Texto de la presentación de Manuel Jesús Roldán al libro de Álvaro Pastor


 Arte Sacro. Por su calidad literaria, profundidad y rabiosa actualidad, publicamos a continuación el texto íntegro que leyó el historiador y escritor Manuel Jesús Roldán Salgueiro en la presentación del libro "Sevilla: Entre la Cruz y la Espada, de Álvaro Pastor Torres.

Este acto, como ya informamos en artesacro.org tuvo lugar el pasado viernes 21 de noviembre en la iglesia del Real Monasterio de Santa Inés.

SEVILLA: ENTRE LA CRUZ Y LA ESPADA.

Barbara, celarent,  darii, ferio
Cesare, camestres, festino, baroco...
Baroco, baroco, barrueco, barroco....

No se asusten. Franciscanas del monasterio de Santa Inés y amigos todos. No se asusten. No han venido a una clase de filosofía antigua ni a un pregoncillo con aire intelectual, ni éstos son latines mal pronunciados... Hemos venido a hablar de un libro, de un autor y de una ciudad que suele estar, demasiadas veces, ente la cruz y la espada...

 Pero, será el marco que tenemos a nuestras espaldas... Marco incomparable, que es la cursilería típica que solemos decir en Sevilla. El marco que Álvaro puntúa en sus libros sobre la ciudad. Ciudad barroca. Eso dicen. Como el retablo que nos envuelve. Retablo barroco para un tiempo barroco. Porque, no les quepa duda: hemos regresado al Barroco. Igual que el El Almendro por Navidad, pero de forma constante. Barroco hasta en los rincones. La asignatura que don Álvaro Pastor Torres y un servidor compartimos en las viejas clases de la Fábrica de Tabacos. Unos días aprendíamos más y otros muy poco, por aquello de la repetición. Pero algo se nos quedó del Barroco: el juego de los cóncavo y lo convexo, lo real y lo irreal, la curva y la contracurva, la apariencia y la apariencia.

Con mejores palabras lo dijo el pícaro Guzmán de Alfarache: Sevilla es“patria común, dehesa franca, nudo ciego, campo abierto, globo sin fin, mapa de huérfanos y capa de pecadores, donde todo es necesidad y donde ninguno la tiene” Sevilla ciudad de apariencia. En tiempo de crisis: en las ideas, en la acción, en la imaginación, en el bolsillo. Tiempo de contrastes para seguir viviendo en el Barroco. El arte de la apariencia. El arte de enmascarar las cosas y no llamarlas por su nombre: saber que la “m” con la “a” dice “ma” es una medida de refuerzo educativo y para arreglar los baches, las aceras y los semáforos se crea una concejalía de infraestructuras para la sostenibilidad. Fuegos de artificio para ocultar la ineptitud y la apariencia. Lo que parece y lo que es. El Barroco es el arte de nuestro tiempo. El arte de aparentar de lo que no se tiene, de los que no se sabe, de lo que no se conoce y de lo que no se llegará a alcanzar.

No lo duden. Vivimos un tiempo de apariencias, de siliconas, de corporaciones dermoestéticas, de implantes, de bótox... Bótox en los políticos, en los dirigentes, en los banqueros, en los empresarios, en los estudiantes... ¡A rellenar los defectos con la ignorancia se ha dicho!. No les quepa duda: vivimos en el Barroco. Y no es el telón de fondo de nuestras espaldas ni, aunque barrocamente lo aparente, el estilo del libro del que hoy hablamos. Vivimos en el Barroco desde la mañana a la noche. Hagan la prueba y enciendan la tele. Quizás aparezca una enana, con perdón, convertida en el centro de un cuadro con Gran Hermano incluido. Enanos y bufones para hacer reír a los incultos... Cambien de canal. Barroco por los rincones. Quizás aparezca la mujer barbuda de Ribera, otro cuadro barroco. Un fenómeno misterioso recogido por un gran pintor. Pero hoy no lleva niño. Paquirrín se quedó en casa. Quizás se junte con un bravucón de nuestro tiempo, con bigote pero sin espada. Agenda y bolsas de basura llenas de dinero. Un don Julián que tiene poco de Don y mucho de viejo pícaro barroco. Ponga un cachuli en su vida y échese a dormir. Cambien de canal. Quizás les venga a la mente el cuadro de las Meninas de Velázquez. Infantas y bufones. Hagan memoria y verán que una bufona vive. Maribárbola anda ahora por la ciudad con una estola de la abuelita cantando por Concha Piquer y por Bambino. Ya saben que Bambino cantaba aquello de payaso... Ahora los payasos rompen con sus novios por televisión pero no salen en los cuadros con los reyes...

Reyes del siglo XVII. Reinaban pero no gobernaban. Tenían validos. Ahora también reinan pero no gobiernan, los validos son cualquier cosa menos válidos y los cronistas reales lanzan sus mentiras en ¿dónde estas corazón?....

 Lo mejor es que apaguen la tele. Y que paseen, como hace don Álvaro Pastor. Que ya están hartos de tanto barroco. Aunque el Barroco les perseguirá. Una procesión y una banda en cada esquina. Por supuesto de una importantísima efeméride que hay que celebrar...barrocamente. Una ciudad llena de procesiones y de cruces, que, de tanto mirar al pasado, se ha quedado ciega para el futuro. Antes eran cruces que recordaban epidemias de peste, asesinatos románticos o a hermandades gremiales. Hoy las cruces recuerdan malditas noches encima de una moto o velocidades excesivas de los coches. Vuelven las cruces a las calles de una ciudad que carga con demasiadas cruces...

Quizás el paseante se encuentre también algún barroco estadio a medio terminar, con más arrepentimientos que un cuadro de Veláquez; quizás encuentre sueños de grandeza prometiendo que lo mejor está por llegar, quizás encuentre trenecitos que se muevan por las viejas tripas de la ciudad carcomiendo sus entrañas... Ciudad insensibilizada por los de la piel sensible que quizás hizo de la prudencia un arte que degeneró en pasotismo. Una ciudad barroca. Como en tiempos de Baltasar Gracián, otro barroco que nos dijo algo eterno: “son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen”. Y eso que no conoció la televisión ni le dio por pasear por esta ciudad. Ciudad barroca. Excesivamente...

Quizás le haga falta un antídoto. Quizás lo sean personas y libros como los que presentamos. De apariencia barroca. Sólo de apariencia, como los trampantojos. Porque aquí tienen a don Álvaro Pastor Torres. De apariencia barroca, cardenalicia, hidalga... Pero su reino quizás no sea el de las apariencias de este mundo. Porque ya sabemos que esta ciudad si es su mundo, la vieja dama a la que se quiere hasta los tuétanos y con las que tantas veces se choca. Como te quiero te aborrezco, aunque el amor me haga hacerme el ciego ante tantos defectos. Hay veces que las presentaciones quizás sobren. Probablemente tantos amigos que nos acompañan hoy saben mucho de él. Por eso su presentación debe ser corta. En algún rincón de su libro así me dejó contarlo. Frente a tanto neobarroco moderno, a Álvaro podríamos presentarlo como a un Olavide de nuestro tiempo: “ Aquí viene don Pablo, perdón, don Álvaro Pastor, un hombre que sabe pensar...”. Peligroso. Porque también sabe escribir, investigar, contemplar, analizar, comparar, y hasta pasear.

Álvaro Pastor Torres. (Sevilla 1966). Eterno observador de la ciudad desde las azucenas de la Giralda. La mirada desde la luminaria. Ilustración en tiempo de iletrados. Luces para una época de sombras. Perspectiva aérea para rastrear en los rincones: los conventuales, los de toriles y los del alma humana... Se incluye la sevillana, que pactó con tantos diablos. Los que pululan por nuestro mundo. Mundo, demonio y carne. Letra escrita, diablos cojuelos y carne de membrillo. De un convento oculto entre besos de ángel. Trilogía de un misterio enfundada en un caballero de otro tiempo, nunca de otro lugar. El amante que toda ciudad querría tener: halagador pero no empalagoso, conocedor pero también investigador; cicerone de cada rincón de una piel insensibilizada por tantos faltos de sensibilidad, profundo pero no incomprensible, de altura pero no altanero, enamorado pero no ciego.

La ciudad sabrá perdonar pero no debe olvidarse a sí misma. Quizás sea el lema de este historiador, erudito, investigador, aprendiz eterno de torero, picador frustrado, banderillero, perdido mozo de espadas, posible canónigo de primera, impagable cardenal con estola velazqueña, armao de la vieja centuria de su pueblo, nazareno con manguitos del Sábado santo, fraile agustino ó jerónimo, chochantre de la Catedral, sermoneador con escapulario, pertiguero de cofradía de barrio, perdido ojeador de reses bravas, ropavejero entre libros viejos, bibliófilo de un desván siempre a punto de caer por el peso y narrador verídico de la historia y las historias de la noble dama...

Cuando hace ya casi dos años me pidió que le presentara su libro anterior me esmeré en recontar sus libros, sus artículos, sus viajes, sus estudios de investigación, su participación en congresos, sus descubrimientos en los archivos, su Paradas, su Lisboa y su Sevilla. Hasta hice bromas con esos alumnos LOGSE que compartimos, aguantamos, disfrutamos y luchamos. Esos niños con piercing en la oreja, la ceja, la lengua y otros lugares innombrables, a los que le enseñas la cúpula del Vaticano y te dicen con tranquilidad:

- “Eso es la cúpula del palacio de congresos”.

Toma ombliguismo... Hoy quizás sobren muchos de esos datos biográficos. Quizás hoy le agradezca que me enseñara a dejar la vuelta al comprar una caja de yemas de San Leandro, “para el cepillo de los santos Juanes”, que me enseñara la belleza difícil de la ciudad en rincones de Soledad por San Lorenzo, que me acompañara en tantos paseos en busca de un afán inconcreto, que me guardara un caramelo de piñones cada sábado Santo en un esquina de Sierpes con Cerrajería, ay nazareno blanco y negro de la pena mía, que cada año me cuente sin palabras que hay una vida menos y un año menos pero que siendo eternos niños comprenderemos esta ciudad a la que tanto dedica su vida. Una ciudad llena de cruces y espadas. Como el libro que hoy presentamos. Cruces que te cargan rápido y espadas siempre dispuestas a ser clavadas, por supuesto, por la espalda...

Un libro que ya en su portada es Pastor Torres en estado puro. Toque rancio, a mucha honra, y simbolismo absoluto. Una foto del Cristo de la Buena Muerte, el que encargaron unos jesuitas para que las prostitutas no trabajaran los domingos. Hoy no hay fiestas que guardar pero sigue habiendo desgraciadas que vienen de lejos para que las exploten y las consuman los chulos de siempre. Ciudad barroca. Junto al crucificado, el estoque sobre el almagra y los reflejos del albero. Un cambio de tercios brusco. Otro contraste para un libro de contrastes. Con prólogo y epílogo de lujo. Nos introduce en el texto el maestro de tantas letras que juntamos en tantos recuadros fotocopiados. Aquel señor con barba y gafas de pasta cuya madre nos regalaba un pelota de goma al comprar los zapatos gorila y que nos regaló tantas emociones hechas artículos. No hace falta decir su nombre, que ya dijo Montesinos que los nombres se olvidan. Y a buen prólogo, buen epílogo. El de un trío. Suena a experiencia modernita en la cama, pero éste no es el lugar ni por ahí van la intenciones.   

De primero Álvaro nos ofrece una ración de vísperas verídicas. A lo Paco Gandía. La realidad vista con otros ojos. Toda una crónica de la Cuaresma sevillana y mil y un detalles más en clave ilustrada. No piensen en crónicas almibaradas, ni en pregoncitos ripiosos, ni en alabanzas desmesuradas, ni en tópicos del momento sublime, ni en la estampa para la historia o la imagen para el recuerdo. Nada de eso. En sus crónicas del periódico El Mundo de la pasada Cuaresma Álvaro realizó un sutil juego de equilibrio para contar traslados, vía crucis, pregones, detalles, historias verdaderas, historias olvidadas y mil y una curiosidades dignas de ser conocidas. Con ojo serio pero crítico. Con mirada de amor que puede llegar al distanciamiento, al roce, a la crítica y casi al enfado. Así nos trata esta ciudad ¿verdad Álvaro? A quien bien quieres te puede hacer llorar. Y podemos llorar de rabia recordando el derribo de la parroquia de San Miguel, de risa leyendo los modelitos de la pasarela de costaleros sevillanos, de pura carcajada recordando a Manolín y al Regaera, de nostalgia recordando las Vírgenes olvidadas en un rincón de la Magdalena... Tanto muñeco suelto por ahí y las grandes obras del siglo XVI y XVII habitando en un rincón del olvido...

Por allí pasan la Macarena y Joselito, Vicentillo y Vicente, las homilías de la Catedral y los sermones del Loco Amaro, los pasitos de los seises y los pasotes que se dan tantos políticos que cantan como en la murga del Regaera: “con mi cara de cemento / yo sé que vivo del cuento / pero es justo reconocer / que de algo hay que comer”....

Y como Álvaro no vive de juntar estas letras, si es que de esto vive alguien, se sintió libre para la opinión. Y en plena Cuaresma se inventó la Eurovisión periodística, el Mira quién baila en versión hispalense. Perdón por el sitio, pero... ¡qué envidia te tenemos...! Cuarenta días puntuando homilías, músicas, discursos, asistencias, pregones... Que aburría: 1 estrella. Que era muy pesado: 1 estrella. Que emocionaba: 3 estrellas. Que el marco era sublime: 4 estrellas. Que ni fu ni fa: 2 estrellas. Que era muy largo: surgía la comparación. Misa de 134 minutos, tanto como la película “La túnica sagrada”. Casi ná. Repartió estrellitas puntuando como le dio la gana. Párroco: un point. Asistencia: cero point. Sólo le faltó nominar, como en Gran Hermano. Un periódico lleno de estrellitas, como si fuera una revista de cine...

Aunque alguien se pudo quedar en la superficialidad de la votación, sobre todo en unos tiempos en los que se puntúa todo, yo propongo que siga puntuando, nominando, poniendo reparos, llevando a la sección de adultos, de S, marcando como X. y hasta expulsando. Político mediocre: estás nominado; pregón insufrible de los de siempre: para cofrades con reparos; reunión del Consejo de Cofradías: título impublicable; ayuntamientos que malversan fondos mientras la miseria sigue en Los Pajaritos y el Vacie: La audiencia ha decidido.  Tienen que abandonar la Casa del Gran ...(puntos suspensivos).

De las vísperas a los días de la verdad. El segundo apartado del libro se resume en seis palabras: lapidación, ostentación, equivocación, concentración, destitución y lección. No llegó a la séptima porque ésa se quedó para el Señor y para los nazarenos que se visten de rabanitos, como Dios manda. Seis artículos para ver la Semana Santa desde otro punto de vista, la del joven que apedrea una farola para que se cumplan los pregones, la del rico que expone sus joyas en el manto de la Virgen para pública vanidad y conocimiento, la del cardenal que se metió en fías y porfías con las cofradías, la del torero que se hizo imagen de madera para ver todos los años una cofradía torera, la del costalero bebedor que se equivocó de paso y se metió en otra cofradía. Puro Núñez de Herrera, que lo explicó con estás palabras: señores, la emoción también tiene su sed...Gesta de costaleros interinos que me han  hecho sentirme un personaje borgiano. Hubo un fulano que se puso a escribir un libro y al terminarlo y entregarlo a la editorial le dijeron algo así: mire, esto ya está  publicado. Esta historia de Don Quijote ya la escribió alguien....Cercanía y amistad. En otro lugar saldrá próximamente una historia paralela a la que ya nos ha contado Álvaro. La coincidencia es pura cuestión de amistad.  

Cambiando de tercio el libro incluye una selección de crónicas taurinas escritas desde el corazón de la Grada 4 de la Maestranza. Alguien podría pensar que no le interesan, que es un tema del que no entienden o que no le gustan los toros. Hay sus opiniones. Les cuento algo: en la sala de profesores de mi instituto, ese reservado donde se concentran las grandezas y miserias de la enseñanza, un compañero me sorprendió leyendo una de esas crónicas en el periódico. No se pueden imaginar su cara. Quizás si me hubiera pillado rindiendo culto a Onán no me habría puesto peor gesto:

- No me lo puedo creer, ¿a ti te gustan los toros?.

Se pueden imaginar que no respondí a la pregunta ni entré en debate taurino. Simplemente le espeté:

- Me gusta la literatura.

Y el arte. Y el arte de la literatura. Algo que se condensa en las crónicas taurinas del señor Pastor. Torres. Escribe de frente, de espaldas, templado, al natural, adornándose con medias verónicas, con hermosos quites, con largas cambiás y sin ninguna larga por alto, con largas por bajo a lo Gallo, con capeos de tijeras pero sin marcarse faroles, citando realidades pero sin dar ninguna espantá, citando a lo lejos y poniendo los pares en su sitio, con molinetes a la realidad y estocadas en lo más profundo de la pasión, de la razón y de los sentimientos. Todo adornado y rematado con gran estilo literario. Una colección de crónicas para disfrutar y para aprender y , sobre todo, para meterse en los ambientes. Cuidado, que he dicho ambientes y no ambiente, que ante maestros de la palabra no caben espontáneos que flaqueen... Ambientes como los del Chaves que escribía, como los que le gustaban a aquel señor que recibió una carta en el cielo el día que cumplió 82 años. Se la escribía un hijo desde la Grada 4. Un hijo que termina su libro entre fritos variados, sonrisa conventuales, soledades que dan la mano de la belleza, corpus ocultos y viajes a la saudade portuguesa. Miscelánea final, como la elegancia de un Martín Cartaya que deja sus firmas por los rincones, o las de una nueva generación fotógrafos que siguen retratando a la vieja dama y como los azulejos que decoran la contraportada, todo un museíllo de un personaje de la historia apócrifa de esta ciudad que hoy nos regala un nuevo libro...

Con la venia de las hermanas clarisas:

ORACIÓN:

San Blas bendito, el del cordón; San Expédito, el de las prisas; Santa Clara la del ostensorio, alguna de las once mil vírgenes de la cajita de un rincón de esta iglesia, Santos Juanes de de mi espalda, Santa Inés y hasta el corderito...Conserven vista, oído, sentido y pulso a este escritor que nos acompaña. La ciudad lo agradecerá. Y ayúdenle a puntuar la crónica el acto de hoy. Les doy pistas:

Marco: incomparable, con leyendas de organistas y realidades de rostros de monjas quemados por las pasiones. Cuatro estrellas.

Aforo: Completo, empresa difícil, que hay altas dignidades que no llenan iglesias: Cuatro estrellas.

Música: Maese Pérez volvió a ausentarse. Su ausencia en el órgano es su presencia. Cuatro estrellas

Público: el mejor y sobran los comentarios. Cuatro estrellas.

Duración del acto: tendiendo a pasarse de la raya de la moderación. Dos estrellas.

Santa Inés bendita, no nos falles... pide al cielo al menos dos estrellitas para el humilde presentador de este acto...

Monasterio de Santa Inés, 21 de noviembre de 2008.

Noticias relacionadas:

22/11/2008- Sevilla: entre la Cruz y la Espada. La Sevilla del Siglo XXI según la pluma de Álvaro Pastor

21/11/2008- Hoy se presenta el libro de Álvaro Pastor Torres “Sevilla: entre la Cruz y la espada”










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.