El tempo de la Cuaresma. Alberto de Faría Serrano.
¿Se percibe una saturación estética y mediática? ¿Se ha llegado al grado de consumismo informativo a pie de la Campana que incide sobremanera sobre el ánimo preparatorio del espíritu penitencial? Solo estamos en el ecuador de la cuaresma y cuando aun no ha comparecido la Doncella de Anunciación ni se ha impartido la Cátedra de la Buena Muerte , para bastantes parece que se han quemado excesivas pastilla de incienso; se han encendido demasiadas velas de quinario, se han repartido ya bastantes papeletas de sitio, ya le has plisado demasiadas planchas al antifaz o finalmente se ha escrito y pronunciado mas frases de la cuenta en los medios hablados o cibernéticos.
El tiempo comedido como grado subjetivo de la existencia. La naturaleza individual de nuestras vivencias dentro de una bulliciosa tradición secular a la que imprimir no solo el latido de las nuevas generaciones, sino también el sabio y preciso tamiz de la esencias que perviven. La llama que se aviva o se estira en el pabilo. El terciopelo que se cuelga del suelo al techo y no al tercer intercolumnio. Todo se somete al prisma de la opinión y dónde queda la oración o el momento íntimo de la introspección con Dios al que nos invita siempre la Cuaresma.
Ahí radica exactamente el secreto de cada una de nuestras cuaresmas; saber quemar las pastillas de incienso en cuyas brumas y aromas nos queramos envolver para acercarnos a Él; saber prender las llamas que le iluminen el rostro; cerrar el censo de la lista de la cofradía hasta alcanzar nuestro sitio y papela definitivo el día soñado grabado a fuego en el escudo de nuestra túnica; darle el toque magistral al antifaz para que tenga la percha y encaje con la solera de todos los años; o ponerse al día por el preciso y necesario atajo en el que no nos dejemos atrapar ninguna bulla. Sigue la Cuaresma. Un día menos.
Foto: Francisco Santiago.