La pureza. Armando Mesa Jiménez. Boletín de las Cofradías mayo 2005.
Que nuestras hermandades conforman cada vez más un eje fundamental en nuestra sociedad es algo claramente palpable. Poco tienen en común la Semana Santa de hoy y la de 40 años atrás. No planteo la diferencia para juzgar la mejor y la peor. Son simplemente distintas.
Ya lo exponía Heráclito cuando decía “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”. Esta aseveración puede extrapolarse aquí y afirmar que nadie puede vivir dos Semanas Santas iguales. No son iguales porque no podemos comparar y no podemos comparar porque las circunstancias que nos rodean son del mismo modo disímiles. Pero ¿hacía dónde se dirige en esta evolución nuestra Semana Mayor?
Las hermandades nacen en sí por sí y para sí ¿pero continua siendo esto una realidad? Caridad cultos formación... Mucho se ha debatido en los últimos años sobre cuáles deben ser los pilares fundamentales en la existencia de una Hermandad esos que deben satisfacer los aspectos más doctrinales. Mas ¿son las Hermandades autosuficientes hasta el extremo de abstraerse de la sociedad en que vive y de la que forma parte importante a fin de cumplir unos objetivos propios?
Es evidente que nuestras corporaciones como parte de la sociedad deben caminar junto a ésta incluso en su evolución. Pero este andar unidos provoca que tanto virtudes como defectos de una se repitan en la vida diaria de las hermandades. Esto lo podemos comprobar continuamente cuando un simple relevo en el gobierno de una Hermandad se convierte en toda una “campaña política” donde se llega incluso al desprestigio de la “oposición”. O cuando en una conversación entre cofrades la entrada en campana de “un paso” se convierte en motivo de discrepancia casi irreconciliable.
Nunca fueron buenos los extremos al menos no desde las mentes relativistas. Pero hoy inmersos en una sociedad donde prima la estética cuando comprobamos que las Hermandades y todo lo que las rodean se están convirtiendo en un simple espectáculo económico y audiovisual es cuando más anhelo esos años que mi generación no conoció mas que por los relatos de quienes la vivieron donde todo respondía a una esencia pura donde las Hermandades se autogobernaban desde el servicio para con los demás donde no era necesario que un grupo velase por la seguridad de nuestras Corporaciones por la amenaza de irrespetuosos o donde no se dependía de ningún organismo
municipal para organizar un recorrido inesperado de vuelta.
Añoro el aroma eucarístico de respeto generalizado que se respiraba como en una fotografía de Serrano cuando entre rumor de campanillas paseaba triunfante la Custodia. Anhelo ese sobrecogedor sentimiento que transmitía con la misma intensidad un paso de silencio o uno con música. Evoco la raíz la esencia la pureza.
Probablemente esto que vivimos sea un avance del sino que la evolución de nuestras Corporaciones nos deparará pero confío que este progreso se realice desde el respeto y el estudio de toda la historia recorrida. Ninguna evolución tiene sentido sin una mirada al pasado.