Opinión. Mi querido amigo. Isabel Serrato Martín.
Hace apenas unos minutos lo comentaba con un amigo común que tenemos. Tú y yo, amigos inseparables, mejores amigos que nos hacemos llamar y así lo somos, aparte de haber nacido en el mismo año, me ganas por tres meses, hemos compartido todos los cursos de la educación secundaria en nuestro Instituto “Luca de Tena”.
Nuestra amistad empezó a forjarse cuando por tener apellidos “seguidos” en la lista de clase, siempre nos tocaba compartir pupitre. Cuando ya no era obligatorio sentarnos por orden alfabético, seguíamos manteniendo nuestra posición, porque durante tiempo, fuimos forjando una gran y bonita amistad.
Amistad basada fundamentalmente en nuestro cariño y gusto por las Hermandades y Cofradías de Sevilla.
Recuerdo con el mismo cariño, como, en lugar de atender a algunas clases que nos parecían aburridísimas, terminábamos jugando al “veo veo, o quien es quien cofrade”. Se trataba de que uno de los dos pensara en una hermandad, le iba dando pistas al otro y éste tenía que averiguar de qué hermandad hablábamos.
Con nostalgia y alegría, recuerdo también, cuando ambos decidimos, desafiar a lo poco cofrade de nuestros padres, y fuimos a “apuntarnos” a nuestras hermandades.
Siempre tuve claro, que mi casa estaba en San Benito, a ti, por el contrario siempre te cupo la duda, de quedarte en mi casa o bien andar un poquito más. Terminaste buscando la Puerta Carmona y empezaste a formar parte de la cofradía celeste del Martes Santo.
Hermandades parecidas, compartiendo el mismo día, serían a partir de aquel año, nuestras nuevas vidas. Soñábamos con alcanzar logros en nuestras respectivas hermandades. Vestimos por vez primera la túnica de nazareno el mismo año, cada uno en su camino. Poco después tú te convertirías en acólito en tu hermandad, acompañando por vez primera a tu Cristo en el Vía Crucis de las Cofradías organizado por el Consejo.
Nuestra historia en común de amistad, tiene muchas intimidades, que aguardan tan sólo, las retinas de nuestros corazones. En mis pregones, donde he alcanzado la cima que en aquellas aulas soñaba, he contado alguna vez nuestras curiosidades. Hoy, no es momento ni lugar para hablar de mí. Si tomo mi palabra escrita, es para felicitarte, desde el corazón de esta amiga, compañera de aventuras cofrades, porque has alcanzado tu sueño. Has llegado donde el corazón te pedía en tu hermandad de San Esteban. Muestra de ello, es el magnífico altar de Quinario que le has preparado al Señor de la Salud y Buen Viaje, quien siempre te ha llevado de la mano.
He de reconocer que has pasado situaciones cofrades más dificultosas en tu hermandad, de las que he podido pasar yo, lo cual te engrandece más. Sé que ya sabes quien es tu amigo y quien te utilizó haciéndose pasar por ello. Sé que vas viendo con tus ojitos, la realidad de este mundo, que más tarde o más temprano nos pone a todos en nuestro lugar. Tú, siempre has estado ahí, estando por encima quien sea, gobernando quien pueda y quiera. Tú, nunca les has fallado a tus titulares. Tú, eres la representación hermosa de la Hermandad de San Esteban en su faceta enorme, como es la de la calidad humana de sus hermanos. Me siento muy orgullosa de ti. Mi amigo, mi compañero de viajes cofrades, mi compañero de sueños que hoy son realidad, eres a quien le debo, ver las fotos que veo, y sonreír.
Sabéis que yo sigo en San Benito, he renacido en Los Estudiantes y duermo a la vera de la Esperanza , pero que me permitan todos, que este año, mi altar de quinario, sea el que ha montado mi mejor amigo en San Esteban.
La cuaresma pasada, otro gran amigo, escribía un artículo llamado “La túnica de Bernardo”, hoy le voy a copiar un poco, puesto, y él bien lo sabe, yo no sé escribir, y remato este artículo diciendo, “El altar de Miguel Ángel”…
Foto: Juan Alberto García Acevedo.