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Benedicto XVI saluda a medio millón de jóvenes con un exigente mensaje de generosidad radical. Juan Vicente Boo, enviado especial. ABC


 Benedicto XVI saluda a la multitud congregada frente a la catedral de ColoniaEl viento soplaba fuerte en el aeropuerto de Colonia, y se llevó por los aires el solideo blanco del Papa, rompiendo la rigidez del protocolo en la ceremonia de bienvenida. Poco después, la llegada de Benedicto XVI a Colonia hacía volar la ciudad entera con el entusiasmo de medio millón de jóvenes que habían «tomado» la histórica capital del Rin. El Papa no les dejó respirar. Desde el primer momento les dirigió un mensaje exigente de generosidad radical: «Esforzaros por servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste».

Ayer se superpusieron en Colonia el delirio que desataba Juan Pablo II entre los jóvenes con el mensaje «puro y duro» de Joseph Ratzinger, un hombre que se caracteriza por ir al grano y que les marcó un tono de intensa espiritualidad: «Abrid vuestro corazón a Dios, dejaos sorprender por Cristo. Dádle el «derecho a hablaros» durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso». En medio del jolgorio y de las frecuentes interrupciones con vítores de estadio, el mensaje comenzó a calar desde el primer momento. En esta Jornada Mundial de la Juventud «de los dos Papas» se confunden los admiradores de Juan Pablo II con los de Joseph Ratzinger: sabían el mensaje que iban a encontrar, y ayer lo aplaudieron a rabiar.

Madurez y entusiasmo

Son algo más mayores y más maduros que en otros encuentros, con muchos jóvenes que estrenan ya su primer trabajo, pero ayer demostraron que la racionalidad no significa menor entusiasmo. En varios momentos, el cardenal Joseph Meissner de Colonia y el propio Benedicto XVI tuvieron que sudar la camiseta para lograr silencio. Los aplausos volvían a brotar una y otra vez, en los pasajes más exigentes. A este público no le gusta la mediocridad.

El efecto benéfico del medio millón de peregrinos con mochilas que desborda las calles de Colonia lo reconoció el presidente de la República, Horst Köhler, al recibir al Papa en el aeropuerto: «La búsqueda de orientación de estos cientos de miles de jóvenes nos transmite a nosotros, los mayores, una señal de esperanza que yo he experimentado ya. En estos tiempos de miedo a la violencia cometida por motivos supuestamente religiosos, es bueno experimentar la fe y la religión como caminos hacia la paz».

El mar de banderas de todos los países y naciones del mundo mostraba los estandartes como símbolos de paz. Si la presencia de europeos, en especial italianos y españoles, era notoria, causaba sorpresa ver tantas banderas de Hong Kong, e incluso de China y de Arabia Saudita. Había también muchas de Asia, y el Papa dirigió «un saludo particular a los que han venido de Oriente, como los Reyes Magos», cuyo culto se celebra en la catedral de Colonia. Juan Pablo II los escogió como modelo para esta Jornada Mundial de la Juventud porque fueron «los primeros peregrinos que emprendieron un largo viaje para ver a Jesús». En su primer saludo a los jóvenes, pronunciado desde una barca siguiendo una modalidad de sabor evangélico, Benedicto XVI comentó que en lugar de «un Niño envuelto en pañales», los fieles de hoy «contemplamos con el mismo asombro a Cristo presente en el sagrario. Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un nombre y un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía».

El Papa se dirigía a una muchedumbre de jóvenes que le escuchaban desde un prado en la ribera. Antes había navegado a lo largo de diez kilómetros, saludando a decenas de miles de chicos y chicas que le saludaban desde ambas orillas, muchos con los pies en el agua refrescante. Otros seguían el acto desde grandes pantallas en las principales plazas de la ciudad, cuyas calles abarrotadas recuerdan -ahora en versión festiva- la ocupación masiva de Roma el pasado mes de abril, cuando una riada humana acudió a rendir el último homenaje a Juan Pablo II.

La jornada de «reencuentro» de Benedicto XVI con su patria tuvo un sabor universal y una carga de emoción difícil de imaginar. Al final del día, el Papa estaba a la vez agotado y rejuvenecido, después de haber pasado ocho horas saludando y hablando casi sin interrupción. Ya en el aeropuerto comenzó a improvisar, sustituyendo parte de sus discursos con comentarios espontáneos. Al presidente de la República, que manifestó su «alegría como cristiano protestante» en un discurso de bienvenida excepcional, el Papa le dijo que «además de experto en Economía, es usted un estupendo filósofo y teólogo».

Benedicto XVI improvisa con frecuencia en italiano pero ayer, en alemán, se sentía a sus anchas, y acabó saltándose casi la mitad del texto de los discursos que había preparado de antemano. El resultado fue inmejorable. Los comentarios improvisados son todavía mejores que las reflexiones escritas. El Papa visitará hoy la sinagoga de Colonia y celebrará un encuentro ecuménico.










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