Arte Sacro
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Natividad a Nuestra Señora de Regla. M.A.Delgado Acuña.


Miguel Ángel Delgado Acuña. No sé si era de noche o de día. No sé si salpicaban el cielo luceros plateados, o lo acariciaban pinceladas doradas del astro rey. No sé si había sinfonía musical en la calle, alegría desbordada por lo que estaba sucediendo, o tal vez silencio y sólo silencio, recogimiento y respeto. No lo sé.

 

            Pero lo que sí es seguro que todo sería esplendoroso y sublime, acorde a Su grandeza. Flor sobre flor aumentando sus aromas primaverales, porque da igual la fecha que fuera, pero ahí estaba presenta la jubilosa alegría de la primavera. Porque Ella es primavera sagrada en flor, que resuma hermosura a raudales. Las brisas irían en busca de sus más intensos y dulces perfumes, para adornar el aire  que viera por vez primera la que es bendita entre las mujeres. Colores aterciopelados para un manto de cielo recién confeccionado por ángeles de las alturas, ansiosos de poder sentarse a las plantas de su protectora. Por la mañana el sol, con hilo nuevo, bordaría su dulce nombre: María. Por la noche la luna, con hilo de plata fina, bordó su maternal nombre: La Madre de Dios y, en la soledad y la paz de una madrugada convertida en canción de cuna, dulce susurro de nana, alguien con hilo de seda grana y en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, derramó sobre ese manto de cielo bordado la confirmación de su nombre: Regla de los Panaderos.

 

            Y hoy, dos mil años después, como si de aquel mismo instante se tratase, en la calle Orfila todos vamos al encuentro anhelado de la Madre con sus hijos. Todos deseando ver la luz que brota incesante de su singular rostro, faro invencible de nuestra fe y guía fiable y segura hacia el puerto celeste por nuestro Dios prometido.

 

            Una nueva brisa recorre la calle Orfila, es brisa renovada que habla de reencuentros esperados, de hermanos que añoran la convivencia fraterna de la hermandad. La calle vive y siente regocijo y alboroto como si fuera un Miércoles Santo más. Todos en torno a una capilla que siempre ha olido a pan recién hecho, amasado por manos sagradas y benditas, a tahona de los cielos, donde día a día y año tras año, se va dorando el pan de vida eterna al calor de un horno con fuego de amores. Amores que se desvelan por ser eterna compañía de una Virgen, Regla y modelo de vida cristiana, panadera de los cielos.

 

Foto:Fernando A. Morillo









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