Ecce Encarnación. Carlos Colón. Diario de Sevilla.
Flagelada por treinta años de abandono, escupida por los poderes totalitarios y por los democráticos, harta de ser enviada de los pontífices de la arquitectura a los tetrarcas municipales, y de éstos a los gobernadores del poder económico, comparece uno de los corazones de la Sevilla histórica en el pretorio de las adjudicaciones para que se dicte su definitiva condena de muerte: Ecce Encarnación. Seria y sinceramente, con el corazón en la punta de los dedos, lo escribo: no hay esperanza para Sevilla. Se destruyó demasiado entre los años 60 y 70. No dio tiempo, en los mejores años de la Transición, a recuperar lo recuperable, frenar la destrucción y planificar un futuro verdaderamente moderno de respeto al patrimonio monumental y cotidiano; de racional, progresista, humanizadora e igualitaria corrección de los abusos desarrollistas cometidos en los barrios nuevos; y de planificación que hiciera imposible en el futuro el surgimiento de guetos o el deslizamiento de lo modesto a lo marginal. Por último llegaron los años del PA y del PSOE al frente del Ayuntamiento o la Gerencia de Urbanismo que nos devolvieron a los peores tiempos destructores de la dictadura.
Habría que retroceder a esos años urbanísticamente oscuros del franquismo para encontrar tanta destrucción o tan ramplona desnaturalización. De la mano del PA y del PSOE hemos ido perdiendo los cielos, los suelos y los perfiles de San Bartolomé y de San Bernardo, de Triana y de la Macarena, de las plazas de la Virgen de los Reyes y del Triunfo, de la calle Feria y de la plaza de San Lorenzo. Están ya en marcha los proyectos de desnaturalización de la Alfalfa y las plazas del Pan y del Salvador. Y se entrega la Encarnación a sus verdugos para que construyan en ella lo que el rencor antisevillano, la incultura que confunde lo nuevo con lo moderno y el prejuicio que toma por reaccionario todo legado histórico o tradición entienden como lo que corresponde al siglo XXI.
Muy al contrario, el proyecto de la Encarnación cierra con perversa lógica lo iniciado por el franquismo con la apertura de Imagen, a su derecha, y el destrozo de la Universidad y Villasís, a su izquierda. Da igual que sean los años 50 de Imagen, los 60 del derribo de la Universidad, los 70 de la destrucción del mercado o el 2005 de la construcción de este engendro que quieren hacer pasar por moderno. Sevilla es un poblachón que ha perdido el tercer lugar entre las grandes ciudades españolas, ganado por Valencia; está en camino de perder el cuarto, disputado por Bilbao; y en Andalucía está siendo vencida por Málaga. Un poblachón que ha perdido su habitabilidad y su belleza sin ganar en eficacia, competitividad o equilibrio social, gobernado con desamor por políticos profesionalizados en el peor sentido de la palabra, destrozado por horteras más atentos a hacer negocio que a crear empresa y habitado con apatía e indiferencia.