Crónica de un Domingo de Ramos que se quedó en la mitad. (No sin mi IPAD)

Empezó el día a las malas. Con ese dolor que dejan las isobaras cuando llevan razón. La predicción nos mandaba hasta la segunda parte de la tarde. Y así nos quedamos. A la espera con café y pestiños y secando los zapatos que para esa hora tenían encima la gran mojada de la calle Gerona. Mientras los nazarenos del Cristo de la Buena Muerte pisaban el suelo de San Julián.

Se calmaron las nubes y desde San Roque y Triana llegaron buenas nuevas. Así se explicaba la gran cantidad de personas que poblaban Reyes Católicos, cuando la cruz de guía de la Estrella abordaba su llegada a este lado del rio.

Mientras en San Juan de la Palma se rompían todas las apuestas y las cruces blancas de San Juan volvieron a resaltar sobre el fondo rojo que complementaban los antifaces.

Además se volvía en el Salvador a ver una imagen de antaño, cuando los tres pasos salían juntos y la Borriquita fue acompañada por un gran número de niños a pesar de la hora.

El día fue avanzando y poco a poco las nubes fueron volviendo, eso si, sin peligro aparente.

Acabamos nuestro día en el Salvador, a esa hora el palio de la Amargura debía de estar llegando a la esquina de Gerona y el Cristo de las Penas debía de estar entrando. En el Salvador se echó de menos aquel quejío que era marchamo de que pudimos disfrutar de otro domingo de Ramos; no estuvo el Peregil para explicarnos como hay que querer a Cristo.

Recordandolo con la marcha la madrugá que acompañó en su entrada a la Virgen del Socorro, aun resonando en los oidos, fuimos buscando el lunes santo en forma de taxi.

Fotos: Antonio Sánchez Carrasco