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De Pilatos a Luz Interior: Prohibir y obligar (¿y IV?). Francisco Santiago


 Como le ocurre a todo hijo de vecino, en nuestras hermandades (y elementos análogos o afines como son las páginas webs),  se está imponiendo con más asiduidad dos verbos que son cada vez más usuales: prohibir y obligar. Esto se debe sobremanera a ese pequeño dictador que dormita en cada uno de nosotros y al que le gustaría que todo lo que no encajase en el molde de sus ideales, estuviera prohibido y lo que sí, fuese obligatorio.

Así estaría prohibido decir la verdad “no oficial” y sería obligatorio hacer reverencias a los miembros de junta de turno, en la legislatura correspondiente. De igual manera estaría prohibido ser popular (caso de nuestra web) y por supuesto sería obligatorio hablar de otras, cuando se invita a un acto a un miembro de la nuestra, por poner un ejemplo.

Un caso parecido ocurre en la “doble moral” que cada vez se impone más en todos los aspectos cotidianos, caso de criticar y perseguir el mundo gay que rodea algunas hermandades (o miembros de estas), cuando los perseguidores hacen esas mismas prácticas o tienen la promiscuidad por bandera.

Esta misma demagogia y rotunda contradicción la encontramos cuando se habla de matrimonios homosexuales o la «violencia de género», cuando la discriminación forma parte activa de nuestra sociedad y, por supuesto en algunos de los componentes de nuestras asociaciones de fieles.

¿Se imaginan a un diputado de cultos blandiendo amenazadoramente la espada de Damocles penal que castiga la «homofobia», el «sexismo», las opiniones «injuriosas» o las «difamatorias», a la vez que él mismo las practica?. Pues eso existe.

Cuando alguien se siente y se sabe inútil para la sociedad (o para las hermandades en este caso), arremete contra todo aquel que pueda dar a conocer ese estatus, aunque normalmente es el propio acusador el que da todos los detalles de su miseria y su falta de capacidad.

La libertad de expresión dentro de nuestras hermandades apenas si ha superado la época de la inquisición, y respecto a la información cofrade, los que siguen (y seguirán siendo) parias por autodefinición, ya no saben qué inventar para que alguien les eche en cuenta.

Poco ya nos queda que afrontar desde nuestra postura. Se nos ha acusado de propagandistas, partidarios, de copiar contenidos (perdonen que me ría), de ser empresa, de no ser empresa, de tener apoyos, de no tenerlos,  de llorar, de reír, de decir la verdad, de mentir, de ser maléficos y también de ser “divinos”...

Pero nosotros, para bien o para mal hemos tomado un camino que asumimos con responsabilidad. Un camino estrictamente ligado a la religiosidad popular y tremendamente opuesto a los intereses particulares. Y esto, señores, les seguirá doliendo...

Nosotros nos basamos como personas en el espíritu del artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, según el cual «todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión» que «incluye el derecho a no ser perseguido a causa de sus opiniones, a investigar y recibir informaciones y opiniones, y a difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».

Igualmente, les invitamos a hacer un recorrido diario por la información cofradiera en internet, aunque sabemos que la mayoría de ustedes lo hacen, aunque no lo necesiten. No hace falta ser ningún lince para saber quién (en singular) está con nosotros y quienes (en plural) en contra.

La suma de toda la información que ofrecen los que están en nuestra contra, es directamente proporcional a nuestro éxito, porque nosotros no necesitamos copiar (aunque de ello se nos acuse), hablar mal o perjudicar otras webs. Hemos aprendido a nadar “mar adentro” y a volver a tierra por el camino antes mencionado.

Nosotros defendemos la libertad de prensa cofradiera, que no el libertinaje. Igualmente nos acusan de meter los dedos en las llagas. Pero les vuelvo a asegurar que, si lo hiciéramos, más de uno quedaría excomulgado de forma súbita.

Quizás más que nunca estemos al lado de la “Religión Católica”, la que hemos decidido no ya por el bautismo, sino por propia decisión una vez que tuvimos uso de razón. Estamos cansados de los mercaderes de imagen; de cargos laicos; de los que comulgan a la vez que vomitan; de los que nos acusan por el simple hecho de ser “tal y como somos” y por estar donde estamos.

Ustedes (ellos saben perfectamente a quienes me refiero), sigan haciendo sus apologías, sigan faltando a sus juramentos de Reglas, sigan anteponiendo su nombre al de Dios, sigan con sus promiscuidades, sus acusaciones sin pruebas, mandando mails acusadores... Porque nosotros seguiremos vigilando cada uno de los pasos, de las mentiras, de las acusaciones, de las inmoralidades, de las discriminaciones, de los alegatos racistas o cualquier otra forma que inventen para convertir las hermandades en casas de citas o despachos personales.

¡Ya está bien de defender a quienes no necesitan ser defendidos! Estamos en el siglo XXI y les puedo asegurar que nosotros tenemos un código deontológico muy estricto. Igualmente nos equivocamos porque somos humanos, pero a la vez, por eso mismo, sabemos pedir perdón si es necesario y procuramos observar con lupa nuestros contenidos.

Nosotros, además, siempre hemos dado opción al derecho a réplica, incluso hemos cometido el peor de los errores: retirar información personal para no perjudicar a una hermandad, dando quizás la razón a quien no la tiene. Pero esa es la grandeza (no exenta de miseria) de la libertad de expresión y prensa, sin la cual no hay libertad.

Nota: Gracias a Fernando Castelló por su artículo “Prohibido prohibir... expresarse. El Mundo, martes, 18 de enero de 2005” . Fernando Castelló es presidente de la organización internacional Reporteros sin Fronteras, con sede en París.

 










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