A través del antifaz. Señor del Soberano Poder en su Prendimiento. Prendidos de Ti. Alberto De Faria Serrano

Hoy quisiera mirar a través de un antifaz panadero y desde dentro mirar a sus ojos misericordiosos. Hoy se cubre servidor; el cejo no es el que se te frunce si no que se frunce la noche en los olivos ante tu hora definitiva. El cabello no es el que se encrespa si no que se enreda la brisa desapacible del equinoccio. No sé si eres El que iluminas a la clara y diáfana Luna de Marzo que por un pelo no es la de Nisán, o es ésta la que te ilumina a ti. El cíngulo de oro hilvana desde tu pecho el bordado refulgente de tu mirada vaporosa. Perdida ante el destino. Pesarosa por la condición de hombre. Segura por tu condición divina. Aguardando esta tarde el cariño de los tuyos al regreso a casa desde la recoleta Plaza de Zurbarán mientras llega el beso entrelazado de la traición. Ya llevas las manos abiertas y sientes, sin que haya comenzado, la opresión de tu cautiverio. Entregadas porque no te ata el hombre si no el Padre. Compulsivas porque no te las ata el Sanedrín si no los hombres por los que haces cada Primavera el sacrificio extremo.

La antorcha es la llama consagrada que te purifica, El fuego revivido de los ancestros se difumina y enciende los cirios suspendidos de la cruz de San Andarés. No hay mas Regla que la costumbre panadera que empapa todas las mejillas (y el paladar) de los presentes. No hay mas Regla que el cenáculo misericordioso de Vuestro Oratorio: zaguán entrañable todo el año, ermita morada cada Cuaresma.

Cuando el olivo haya aparecido, vendrán detrás a prenderte cuando ya te sientas cautivo. Cuando Santiago se lleva las manos a la cabeza Tú ya la habrás ofrecido. Cuando empiecen a huir los demás, Tú ya te habrás entregado por ellos. Cuando sientas el calor de la antorcha sobre tu rostro majestuoso, ya te habrás desvelado. Cuando te expongan el cíngulo de Tu Prendimiento, ya te habrás pendido a nuestros destino.

Cuando te empujen Orfila abajo hasta el Cedrón de la Campana ya nos habremos anudado a tu costero. Allí volverán a intentar arrojarte a los infiernos.

A treinta seis antorchas para que nos sigamos prendiendo de ti.

Foto: Francisco Santiago