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Provincia. La fe, la devoción y el fervor junto a la Pastora de Cantillana


Eduardo Fdez. López. Describir la procesión de la Divina Pastora de Cantillana cada 8 de septiembre no es nada fácil, son muchas las vivencias difíciles de poder describir sobre un papel o teclado de ordenador, porque en Cantillana, pueblo que puede presumir de celebrar festivamente las dos jornadas marianas por excelencia en el calendario litúrgico no sabrían vivir sin ninguna de ellas.

A las diez de la noche comenzaba a salir la procesión, los sones de la Banda de Cornetas y Tambores de Ntra. Sra. del Sol abría el camino, abría caminos o mejor dicho las abarrotadas calles por las que tenía que pasar la procesión, no podemos decir cortejo porque no lo hay, si no que lo forman los miles de devotos, delante y detrás del paso desde el propio interior del templo.

Los Hermanos Villanueva comandaban el paso de plata de la Pastora, los nardos florecían en las esquinas y una réplica de la Virgen de Aguas Santas, que al mismo tiempo procesionaba por el vecino pueblo de Villaverde presidía su delantera, los sones musicales los de las Nieves de Olivares.

Los otros sones los de la gran cantidad de cohetes y fuegos artificiales que acompañan a la venerada imagen durante su recorrido, los de los vivas de los fieles y devotos, a pie de calle y desde los también abarrotados balcones, eso sí, si sus dueños son de la Pastora.

Pero si hay una calle que destacar del recorrido esa es Martín Rey, como manda la tradición es el punto álgido de la procesión, el ecuador de la misma y donde se viven momentos de auténtico fervor cuando a la venerada imagen se le despoja de su sombrero y el estallido de cohetes que ya anunció su entrada en la calle se multiplicó en ese momento junto a la suelta de palomas y una lluvia de pétalos que más bien lluvia es una gran tormenta de flores caída sobre la imagen, blancos primero y rojos después durante varios minutos seguidos.

A partir de ahí y hasta las seis de la mañana la Pastora siguió bendiciendo al pueblo de Cantillana, por todas las calles de su recorrido y por aquellas otras por las que no pasa pero también entra para bendecirla y seguir recibiendo vivas y aplausos en una fusión de emociones que por muy bien o mal que esté contada mediante una crónica nunca esta de más recomendar a todo aquel cofrade y que nunca lo haya vivido a que asista y lo viva en primera persona, en ese momento lo entenderá todo.

Fotos: Mariano Ruesga Osuna y Eduardo Fdez. López.










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