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De Frente: El Munarco que yo quiero. Morales Bermudo


Hoy, cuando se publique este artículo, habrá concluido, o tal vez estará a punto, un certamen que por décimo año se viene celebrando en nuestra Ciudad. No conozco aún las cifras oficiales, aunque me consta que otros años se infló el número de asistentes real con respecto al que se nos anunció. No me cabe duda que este año ha sido un éxito total en cuanto a visitas, pues las colas alcanzaban, en algunos momentos los treinta minutos de espera. Sin embargo, la impresión generalizada de los que estuvimos en Munarco fue la poca calidad de lo que contemplábamos y, sobre todo, el cómo poco a poco se ha ido perdiendo ésta con el paso de los años, primero sustituyéndola por la cantidad, y ahora no se sabe bien por qué.

Recuerdo esas primeras ediciones en Fibes. Cuatro o cinco pasos de Sevilla, varios de otros lares (recuerdo alguno de Córdoba, de Jerez, ciertamente espectaculares), en el centro una buena cantidad de stands de artesanos, conciertos in situ o en el auditorio del recinto, ciclos de conferencias, proyecciones de diapositivas. Pero, poco a poco, esto se ha ido convirtiendo en un evento que no se sabe bien qué derroteros toma. El de este año contaba con tres sedes, lo cual triplicaba los problemas de acceso, ya que en vez de una cola, se guardaban tres. En la Casa de la Provincia nos hemos encontrado con algunos stands, muy poquitos, de artesanos de segunda o tercera fila, con todos los respetos y con alguna muy honrosa excepción. El interesante palio de la Soledad de Alcalá del Río y sus enseres fue lo mejor de esa sede y quizás de Munarco.

En el Alcázar una interminable cola daba paso a un pequeño salón, del Apeadero, donde había enseres de escasa valía, tanto los de Totana (sorprendente que Cristos, Vírgenes y Santos estén fuera de un lugar sagrado), y unas poquitas insignias de menos de diez Cofradías sevillanas, escogidas con no se sabe qué criterio, todo ello junto a pasitos en miniatura, sin orden ni concierto, sin responder a ningún motivo, sin paneles introductorios, con escasa información sobre los mismos, un auténtico desastre.

El remate ha sido la Catedral, donde en un espacio demasiado estrecho se han juntado pasos de alguna procedencia diversa, pero de escasísimo mérito. Lo peor de todo es que Sevilla ha estado representada por dos pasos que dentro del contexto de nuestra ciudad suponen bien poco, con el mayor de los respetos, dada su modernidad. Uno de los dos palios de recortes que salen a la calle (para remate, sin la Virgen, cuando el resto de pasos tenía a sus titulares), y un paso de misterio pasionista de una Hermandad de Gloria, es decir, muy poco significativos ambos en el contexto de nuestra Semana Santa (de hecho ninguno de los dos sale en Semana Santa, uno lo hace en Cuaresma y otro en Pascua).

¿Cuál es el Munarco que yo quiero? Un Munarco de calidad, donde prime ésta sobre la cantidad -ciertamente este año ni eso hay que achacarle a Servimuestra-, donde las obras seleccionadas respondan a un criterio, donde cada año los enseres que se puedan contemplar tengan una temática, una autoría o una época común, que les permita interrelacionarse. Falta una dirección técnica adecuada, no se conoce exactamente a qué responde lo que se nos enseña ni quién lo elige, no se distribuye de forma coherente ni bien explicada. Faltan actividades paralelas, que eleven el nivel de la muesta, como conferencias sobre los temas elegidos y publicaciones que las recojan.

Faltan artesanos de relieve. En el Munarco que yo quiero estarían los mejores, enseñándonos lo mejor, las últimas tendencias en escultura, en policromía, en talla, en bordados, en orfebrería, en restauración. No estarían orfebres de troquel con objetos hechos en serie, bordadores a máquina o, como vimos el año pasado, hasta un stand ofreciendo zapatos cómodos para Semana Santa.

Falta, en definitiva, hacer las cosas con criterio expositivo, con coherencia y quizás sea llegada la hora que desde los poderes públicos que colaboran en la muestra se tomasen las riendas definitivamente, pues me consta que muchos de los visitantes quedaron decepcionados pese a haberse hecho muchos kilómetros para asistir a Munarco.

Quizás sea llegada ya la hora de que las Cofradías, a través de su Consejo, organicen su propia exposición, a lo mejor más modesta y menos mercantilizada, en la que cada año tengamos un ejemplo de cómo se hacen bien las cosas. Me consta que personas hay preparadas para ello y no faltarían los patrocinios como para que se pudiese llevar a efecto. Lo que hace falta es voluntad y ganas de ponerse a hacerlo.

moralesbermudo@yahoo.com 

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