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Hoy se cumplen 20 años que falleció Juan Carlos Montes bajo las trabajaderas del Cristo de las Aguas. Luis Chamorro García


Aquel fatídico 29 de marzo de 1999 pasará a la historia de nuestras Cofradías por la muerte de un costalero de la Hermandad de las Aguas. Sin embargo, muchos otros acontecimientos menores sucedieron en aquel aciago Lunes Santo.

El cortejo de nuestra Hermandad fue cruzado, a la altura de la calle Tetuán, por las asistencias sanitarias que trasladaban a José María Carneado de la Fuente, en aquel momento mayordomo de la Hermandad del Cachorro, después de tener un infarto del que no pudo reponerse, falleciendo al día siguiente.

Un escape de gas en el entorno de la calle Tetuán obligó a entrar con los pasos apagados y a los nazarenos sin los cirios encendidos, en la Campana y durante buena parte de la calle Sierpes. Las Hermandades que se vieron afectadas fueron Vera Cruz, las Penas de San Vicente y Las Aguas. 

Poco antes y durante el transitar de la Hermandad de Santa Marta, se produjo una protesta de algunos abonados de la Campana, dirigida hacia el presidente del Consejo de Cofradías a consecuencia del asunto de las sillas (reestructuración para hacer accesible y cumplir con determinadas normas de seguridad). Pitidos y gritos contra el entonces presidente Antonio Ríos Ramos con algún que otro pañuelo y varios abonados con las sillas en alto.

Pocos minutos después, a la altura de la calle Sierpes, una de las manos de Nuestro Padre Jesús en su Soberano Poder ante Caifás se desprendió después de una levantá quedando colgada de la otra mano y la soga que las ataba. Al entrar en la Catedral se le repuso y pudo continuar su camino de regreso hasta Triana.

Sin embargo, el día parecía que se normalizaba y que lo accidentado del atardecer daba paso a una de esas bellísimas noches de Lunes Santo de temperatura agradable, disfrutando del procesionar de los cortejos de regreso a sus templos.

Un suceso para la historia, luctuoso, aciago, llenó de tristeza y pesar para todos los hermanos de las Aguas estaba a punto de suceder. Bajo la cuarta trabajadera de nuestro paso de Cristo, en la corriente, igualaba Juan Carlos Montes Ruiz. Sevillano de 36 años, profesional de la hostelería en el Bar de la Facultad de Ingenieros en la Cartuja. Hermano desde muy pequeño por vinculación familiar (su padre y uno de sus hermanos eran funcionarios de Correos históricamente relacionada con nuestra corporación). Formó parte de la primera cuadrilla de costaleros hermanos. Hombre discreto y callado, participaba en los actos y cultos de nuestra Hermanad. De esos devotos que en silencio y con discreción mantienen el fervor por nuestros Titulares.

Este hombre, junto con sus compañeros, iban a ser los encargados de pasar el Postigo del Aceite y recoger a nuestro Cristo de las Aguas y a Nuestra Madre y Señora del Mayor Dolor en nuestra pequeña Capilla. Después de reponer fuerzas con un bocadillo, mientras la Cofradía salía de la Catedral y el cortejo se adentraba en el Arenal por la Casa de la Moneda, la cuadrilla de costaleros de refresco se disponía a esperar el paso en la calle Almirantazgo muy poco antes de la Capillita de la Pura y Limpia (en aquellos años realizábamos el recorrido Plaza del Triunfo, Santo Tomas, Adolfo Rodríguez Jurado, Tomás de Ibarra, Almirantazgo y Postigo del Aceite). Los sones de la Banda de Nuestra Señora del Sol, que ese año se estrenaba detrás de nuestros Titulares, inundaban la noche de un aire romántico en el añejo barrio arrabalero.

Con los ánimos y el vigor propio de saberse en el último relevo, los hombres se metieron debajo del paso y se ajustaron al palo para pasar por uno de los puntos más complicados del recorrido. La Cruz se bajó para salvar la dificultad. La maniobra se inicia. Y justo cuando los cuerpos se aliviaban, después de que el capataz Curro Calderón (segundo, en aquellos años, de la cuadrilla de Salvador Perales), hubiese mandado echarlo a tierra para salvar la bóveda de medio punto irregular, el cuerpo de nuestro hermano se desvanecía y caía al suelo.

Todo lo que vino posteriormente fue desolador y trágico. Los costaleros alertaron de lo sucedido y pararon el paso. Sacaron a Juan Carlos de debajo por el costero derecho y lo postraron en el suelo haciéndose sitio entre el numeroso público que abarrotaba este trozo de la calle Arfe frente a la histórica Calentería del Postigo. De entre el público surgieron las primeras asistencias que iniciaron las maniobras de reanimación. Los costaleros se asomaban desde la zambrana del paso que con los faldones levantados y rodeados de un silente público mantenían la atención mientras se desvanecía el deseo que les rondaba a todos.

Llegaron los profesionales del 061 que se hicieron hueco entre la muchedumbre que respetuosa facilitaba los espacios necesarios. Uno de los doctores dictaminó la evacuación y así se hizo hasta el Hospital Virgen del Rocío. Todos sabíamos, por la cantidad de tiempo que había pasado, que las posibilidades de éxito eran muy pocas. La noticia recorrió la noche sevillana, la radio daba muy pocos datos y la prensa cerraba ediciones de manera retrasada para conseguir informar de más detalles. Incluso las hermandades que aún estaban por entrar dedicaron diferentes homenajes a la recuperación de Juan Carlos.

Ya habían iniciado su entrada los primeros tramos cuando se paró el cortejo. Nuestros nazarenos, cansados y desolados por las noticias que escuchaban de entre el público y de los diputados, mantenían la compostura como podían. Todo el regreso fue triste, silente y amargo. Entre sollozos todos nos reunimos en el interior de la Capilla cuando las puertas se cerraron y entre rezos y lágrimas nos abrazábamos desolados. La mayoría se marchó a casa con la noticia asumida, aunque la confirmación no llegó hasta más tarde.

Al día siguiente todo el mundo hablaba de lo mismo y de lo triste que fue el suceso. Cada uno de nosotros daba su versión sobre lo que ocurrió y la visión desde donde a cada uno le cogió la noticia.

El Miércoles Santo por la mañana se realizó una misa en la Iglesia del Señor San Jorge de la Santa Caridad, presidida por el entonces Arzobispo Monseñor Carlos Amigo Vallejo y previamente, en la Capilla del Rosario se hizo el responso ante el féretro que fue en todo momento llevado por sus compañeros de trabajadera.

En las proximidades del Arco del Postigo se descubrió un azulejo que recuerda a aquel hermano que perdió la vida mientras llevaba sobre sus hombros a nuestros Titulares.

Esta fotografía de Juan Carlos, portando a nuestro Cristo de las Aguas, la realicé en el primer traslado de nuestros Titulares a Los Terceros en 1989.










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