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Las obras descubren una nueva procesión. Carlos Navarro Antolín. Diario de Sevilla.


Sin vencejos en la Puerta de San Miguel poniéndole música a la salida de los pasos, pero con el interés al alza –muy novelero y característico de estos lares– por el estreno de un recorrido. El Corpus se adaptó sin ruido al estado de obra del centro. Tiró por otras calles y punto. Sin debates, sin quejas que pudieran servir de munición a quienes están convencidos de que las manifestaciones de religiosidad popular lastran la modernización de la ciudad. Se alargó el itinerario, pero no el horario. La Custodia no estuvo ni un minuto más en la calle contra todo pronostico. El Cabildo Catedral, organizador oficial de la procesión, tenía previsto un Corpus con 45 minutos más como consecuencia del alargue hasta la Campana. Pero no se empleó ni un minuto más que en 2005, todo un ejemplo para las hermandades aficionadas a sacar pasos fuera de temporada y meterlos en los templos a unas horas más propias del final de una botellona. La Custodia estaba dentro a las doce del mediodía. Mejor así.

Los verdaderos responsables de este cortejo, aquellos que formaban la cuadrilla del recordado Juan Castro (primer Corpus sin su figura entre los interminables tramos de las representaciones) ofrecían tres claves para explicar las razones por las que no se hizo uso del margen de tres cuartos de hora. La cabeza del cortejo adelantó diez minutos la salida, haciéndolo a las 8.20. La misa de pontifical duró 25 minutos menos que en años anteriores, puesto que la predicación fue más corta, hubo cánticos sustituidos por oraciones y el cortejo avanzó a una velocidad superior a la de años anteriores por la inexperiencia de sacar un cortejo de estas características con una amenaza de lluvia del 75 por ciento (otra vez los malditos porcentajes de agua que marcan las últimas Semanas Santas). Por todos estos motivos, se consiguió la compensación que anhelaban los organizadores, una vez que han dejado claro que la procesión del Corpus "sale cuando Dios quiere y entra cuando Dios quiere" y que, por lo tanto, la intendencia horaria es lo de menos.

Parece que la tendencia a la baja del Corpus ha quedado sostenida en 2005 y 2006. La impresión de que el número de altares se ha reducido este año es cierta, pero tiene su explicación. Pese a que en los primeros días las inscripciones fueron muy escasas, el Ayuntamiento terminó recibiendo el mismo número de solicitudes para el concurso que el año pasado. Ha ocurrido que la lluvia provocó que se perdieran muchos ejemplos de la arquitectura efímera tan propia de la festividad. No se descarta que al agua nos haya librado –en algún caso aislado– de auténticos cantos al mal gusto si nos atenemos a años pretéritos. No está mal si la cantidad es escasa, pero de cierto nivel. Y ayer hubo altares muy logrados, como el galardonado en la calle Cuna, en el palacio de la marquesa de la Motilla, montado por la hermandad de la Divina Pastora y Santa Marina.

Las representaciones siguen siendo muy nutridas. No parece que este año hayan participado menos cofrades, puesto que la cabeza del cortejo casi entra en contacto con la cola: el temido efecto de la comitiva más extensa del año. Una vez más se vieron a muchos hermanos mayores con varas doradas de presidencia, lo que para los liturgistas es un contrasentido cuando preside el Santísimo Sacramento. La participación femenina ha sido aislada en muchísimas corporaciones. Los tramos de chaqué continúan provocando ciertas risas por la expresión hierática de algunos rostros y la exhibición de medallas irreconocibles. Por supuesto, los saludos de los cofrades –sobre aquellos con varas– a miembros del público son tan propios de esta procesión como la juncia y el romero. Y ya no extraña ni siquiera que los haya con el cirio en una mano y el teléfono móvil con la otra mientras escriben un mensaje de texto, como se pudo ver a un joven hermano del Museo por la calle Sierpes.

La campanización del Corpus fue un éxito en cuanto a la estética. El público en esta plaza fue elevado –lo nuevo, lo extraordinario y lo histórico siempre atrae– lo que hizo despejar los temores sobre un posible ambiente desangelado. Un factor clave fue el tiempo. Si la mañana hubiera sido la de una jornada típica del mes de junio, con su cuota de calor correspondiente, otra muy distinta hubiera sido la escena. Por otra parte, la calle Cuna es una apuesta segura. Sus dimensiones le sientan bien a cualquier cortejo, más a uno de las características del Corpus. Cómo no, ya habido quienes, políticos incluidos, han apuntado a la posibilidad de repetir el recorrido por la Campana. Sea como fuere, el estado de obras del centro ha hecho posible descubrir un Corpus nuevo, nada despreciable y que tiene en la estrechez de Cuna su momento cumbre de estética.

La estética se sigue guardando por fortuna en mil y un detalles. En los exornos florales de los pasos, en los que se vuelcan con mimo las cofradías. ¡Cuánto le debe el Cabildo Catedral a las hermandades a la hora de organizar esta procesión! Muy atrás quedaron las crónicas del Corpus de los años setenta, cuando las decoraciones florales corrían a cargo de la autoridad eclesiástica y tan diferente era el panorama. El paso de las Santas Justa y Rufina era una delicia floral. El de la Inmaculada sufrió la caída del ramillete de espigas que coronaba uno de los dos espléndidos ramos bicónicos (no es el primer año que la verticalidad tan acentuada del exorno tiene sus consecuencias). Una estética también apreciable en los guantes blancos de los auxiliares de la Custodia y hasta en la capa del cardenal, mucho más apropiada que las de otras procesiones.

www.diariodesevilla.com










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