Arte Sacro
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Del Arenal al atril de la Maestranza. Francisco Santiago.


 ¡Cuánta razón tenías Madre! ¿Cuántas veces me lo hiciste ver y mi escepticismo me hacía dudar de lo que me susurrabas desde el propio interior?.

Me hablabas de dualidad de capitales, tanto de España como de Andalucía. Me hablabas de barcos en la cercanía y en la lejanía, de un Cristo de cabellera natural, de gatos y de habaneras.

Sevilla tenía una cuestión pendiente con ese otro hijo tuyo, un hijo que lleva a gala tener como única Hermandad la del Postigo del Aceite, la que levanta su capilla junto a ese otro templo popular donde Juana hacía sus “calentitos de plata”.

Híspalis es diferente, levanta catenarias y setas en lugares históricos y, a la vez deja que se mueran lugares emblemáticos como la Plaza de España, esa otra maravilla de la construcción que, al parecer, sólo prevalece en las fotografías de mediados del siglo XX.

La última vez que te visité me comentaste: ¡he mandado restaurar el escudo de la ciudad que se levanta en mi puerta, porque será esta puerta la que haga las veces “del Príncipe”, donde los redcuadros y columnas serán ese capote de grana y oro que anuncien el paseíllo hacia el Teatro que parece querer integrarse con la Capilla del Dos de Mayo.

Y no quiero ni siquiera dudar que, como siempre ocurre en el Pregón de las Glorias, en esta ocasión habrá un hueco para la Gloria Coronada del Postigo, para la Inmaculada del Arenal en el Pregón de la Semana Santa de Sevilla.

Y por fin comprendí que, cuando  me hablabas de la dualidad de Sevilla y Burgos, o de Sevilla y Cádiz, de ese Cristo castellano que inspiró devociones en San Agustín y San Pedro, de los gatos y habaneras o de las mismísimas manos del Gran Poder, que cada Madrugada deja su Cruz para seguirte, no eran más que un simple anuncio que me hacías…

Y tu hijo y devoto, ese hermano de la Pura y Limpia al que te referías entre recuerdos de barcos que eran bautizados en tu Arenal y cuya madre eran las Reales Atarazanas, no era otro que nuestro (vuestro) Antonio Burgos Belinchón.

Del Boletín Pura y Limpia. Noviembre 2007










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