Grada 4. Rellenos. Álvaro Pastor Torres.

Los que más me gustan son los de la carne mechada que hacen en mi casa, con su huevo duro muy picado, ajito, perejil y jamón del bueno, o los de las empanadillas de cabello de ángel -toda la vida se le ha llamado cidra- que elaboran mis monjitas dominicas de Madre de Dios. En cambio los rellenos taurinos no me van. Por culpa de los pliegos que condicionan ferias larguísimas; para el cambio de estampitas (léase puestos para sus poderdantes) entre la gente del toro y para dar salida a tanto saldo ganadero como hay por las dehesas se han de programar corridas como la de ayer: serie B pura y dura pero a precio de domingo de Resurrección o jornada de farolillos. Por tanto, salvo milagro o sorpresa mayúscula, la suerte  está echada desde antes que Tejera se arranque con el pasodoble de salida.

En estos festejos se suele mostrar con más crudeza la tremenda y terrible realidad actual de la fiesta: lidias propias de capea en plazas con talanqueras, bajonazos aplaudidísimos, capotazos asépticos, toreros desganados, simulacro de la suerte de varas cuando no puyazos de juzgado de guardia, rehiletes en la paletilla, manitas de trapo, desconocimiento supino de los terrenos y las distancias, conformismo, enganchones, cuadrillas de saldo, mantazos con la diestra y la siniestra, cacheteros fallones, toros descastados y claudicantes, medios pases, destemplanza, salidas al tercio ovacionadas que hace un tiempo no pasarían de palmitas, matadores de toros que toman ellos mismos una botella de plástico de tapón agujereado para mojar los engaños, desgana no disimulada, capotazos a tutiplén… Y todo ello televisado urbi et orbi –y además en sesión continua- una tarde sí y otra también para escarnio de la fiesta y de la categoría de la plaza de Sevilla.

Esto es el toreo moderno. Así que no hacen falta ecologistas vociferantes y en pelota para terminar con tan patético cuadro, la gente del toro va a encargarse de hacer esta faena de aliño a una fiesta que es su negocio y su principal modo de vida para muchos.

Y en medio de todo este desaguisado Miguel Tendero corrió con gusto la mano derecha al buen tercero –la zurda por lo visto no es su fuerte- pero dio un mitin en toda regla con espada y descabello. Aún sí el bonancible respetable lo sacó a saludar al tercio. Vivir para ver.

¿El aire? Siempre es bueno que haya un niño –Eolito en este caso- para echarle las culpas. Y así nos va.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el Domingo 11-IV-2010.

Foto: Álvaro Pastor Torres.