Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • viernes, 26 de abril de 2024
  • faltan 352 días para el Domingo de Ramos

Puerta Osario. Don Miguel. Álvaro Pastor Torres


 Mañara (el de por delante del apellido no gusta en absoluto a sus hermanos de la Santa Caridad), Anfriano Leca Colona y Vicentelo. El hijo pequeño del rico Tomás Magnara, comerciante corso, “hombre de negocios muy gruesos y de los más opulentos que ha habido en esta ciudad”, que hizo el agosto con el tráfico indiano en la Sevilla cosmopolita de finales del siglo XVI. Una familia de “gente cristiana y caritativa” pero machada para la nobleza local por practicar “oficios serviles de comercio”.

Una sucesión de infortunios familiares llevó a don Miguel a hacerse con el mayorazgo de una familia burguesa que por vía matrimonial (casando a la hija mayor con un Tello de Guzmán y Medina), o bien comprando prebendas (una canonjía que llevaba aparejada el arcedianato de Carmona para Francisco -de la que nunca llegó a tomar posesión por su temprano fallecimiento-, o hábitos de órdenes militares: Santiago para el mayor y Calatrava para don Miguel) le dio un buen barniz nobiliario a su linaje.

Seguramente en su juventud no fue ni tan malo como mantienen los que quieren en ver en él al precedente más inmediato de don Juan (algo imposible pues cuando Tirso escribió El burlador de Sevilla solo tenía tres años), ni tampoco tan bueno como defienden sus hagiógrafos para allanarle el camino a una santidad que se le viene resistiendo durante siglos. Simplemente fue un joven despreocupado que al igual que los niños-bien de su época sólo pensaba en divertirse y por ello “no hubo mocedad que no ejecutase y travesura a que no se atreviese”.

Su matrimonio fue un ejemplo de libro sobre las bodas por conveniencia del antiguo régimen entre chico que está en el taco pero su poso de aristocracia es endeble, y chica medio tiesa capaz de probar nobleza sin mancha alguna: así él ponía la estabilidad económica de una fortuna saneada, mientras que la esposa, doña Jerónima Carrillo de Mendoza, señora de Montejaque y Benaoján, accitana de cuna y granadina de crianza, hija de un caballero de Santiago, aportaba un árbol genealógico intachable. Y todos contentos.

Cuando a los 33 años expiró doña Jerónima en sus dominios rondeños, su viudo entró en una crisis emocional que lo llevó, primero al cercano desierto de las Nieves, y después a implicarse cada vez más en una ONG del siglo XVII llamada Hermandad de la Santa Caridad que se dedicaba a dar sepultura a los ajusticiados y a hacer las labores del 061 de la época al ir recogiendo moribundos por las calles para llevarlos a un hospital que aún pervive. Ése es el mejor milagro de don Miguel y la prueba más fehaciente de su santidad.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía Edición Sevilla, el Sábado 1-V-2010

Foto: Álvaro Pastor Torres.










Utilizamos cookies para realizar medición de la navegación de los usuarios. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso.