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Opinión. Las razones de un no. El Diputado de Cruces.


Este diputado piensa que, para opinar con cierta base, es necesario tener un tiempo para la reflexión y no dejarse llevar por la vorágine de la actualidad. Con esta premisa por delante, del análisis detallado (y pausado) de las muchas y variadas razones esgrimidas por unos y otros para el no a la participación del Santísimo Cristo de las Tres Caídas (y antes del Santísimo Cristo de la Expiración) en el Vía-Crucis que presidirá el Papa el próximo año en Madrid se deducen varios factores que, al menos, resultan preocupantes. Quiero que quede claro, antes de seguir, que, en mi opinión, no debe recaer crítica alguna sobre las dos hermandades señaladas en este proceso. A ellas, a sus juntas de gobierno y al cuerpo de sus hermanos, les ha caído encima el regalito de tener que decidir sobre el asunto y lo han hecho como mejor han sabido y, en ambos casos, valientemente. No, las decisiones de estas dos hermandades no hacen más que reflejar el sentir de un muy amplio sector del mundo cofrade y devocional sevillano. Y ahí radica la razón de la preocupación.

Por supuesto, casi no merece la pena entrar a comentar posturas como la seudo- nacionalista-ombliguista de “si el Papa quiere ver al Cristo que venga a Triana a verlo”, que indican, además de un profundo desconocimiento del sentido universal de lo católico, el por qué Sevilla y los sevillanos seguimos estando asociados a diversos estereotipos y por qué nuestra ciudad, para avanzar y progresar, está siempre necesitada de acontecimientos externos (léase, por ejemplo, la celebración de exposiciones ibero-americanas y universales o la organización de quiméricas olimpiadas). Más a la reflexión induce aquella de “si el cristo (lo escribo a propósito con minúsculas) se va a Madrid, nos quedaremos sin poder rezarle”, por la enorme ternura que produce, pero, a su vez, por la enorme falta de profundidad de formación católica que trasluce, al dar más importancia a la presencia temporal de una imagen de madera que a la eterna presencia de Jesús Sacramentado en el Sagrario, haya o no imagen en el altar, sobre todo cuando en agosto es francamente difícil encontrar abiertos los templos sevillanos.

También se ha usado lo de que “la Iglesia no debe meterse a organizar ceremonias de este boato”, a lo que se añade “¡con la de necesidades que hay que atender en este momento!”, unido a “mejor utilizar el dinero que se va a gastar en el acto en ayudar a los necesitados”. No, por lo visto, somos los cofrades sevillanos los únicos que podemos organizar este tipo de actos, incluyendo procesiones interminables. Y en cuanto a lo de en qué gastar los dineros…. Sin menospreciar el importantísimo aporte social de las hermandades sevillanas (algo que también hace la Iglesia con sus casas de acogida, sus comedores sociales, sus cáritas parroquiales y demás), hay algunos hechos que resultan sorprendentes, por su incongruencia con la postura antes descrita. Por ejemplo, repasen en el número de abril del Boletín de las Cofradías todos los enseres que se han estrenado la Semana Santa pasada. ¿Eran todos necesarios? Con lo que han costado, ¿no se podría haber aumentado la ayuda social en estos tiempos de crisis? ¿Y qué me dicen de estrenar un manto (o una corona, es lo mismo) para una coronación cuando se posee uno bellísimo? ¿O unos varales para una procesión extraordinaria? Lo que pasa es que la cuestión ni es tan simple ni tan simplista. En esta misma web se preguntaba hace poco, muy acertadamente, por qué las entidades que estaban dispuestas a financiar el traslado a Madrid no daban ese dinero para obras sociales. Pues por la misma razón que los hermanos que donan sayas, mantos, coronas y demás no dan su dinero para otra cosa, porque por razones personales, sentimentales, comerciales o del tipo que sean, no les parece oportuno darlo. Y en su derecho están, aunque en algunos casos el asunto sea de una total falta de coherencia.

Y todo lo dicho más arriba se adorna con diversas citas evangélicas. Parece que todos podemos interpretar los Evangelios según nuestro libre albedrío y que todas estas interpretaciones son válidas, salvo, claro está, las que puedan hacer aquellos que han  dedicado su vida a prepararse para hacerlo.

De todo lo anterior este diputado saca en conclusión que la distancia entre el mundo cofrade y lo que significa y representa la Iglesia Católica se va agrandando cada vez más. Tanto es así que destacados personajes ligados a este mundillo, entre ellos el presidente del Consejo General y algún que otro periodista de renombre, se han sentido obligados a recalcar, en diversas declaraciones y artículos, que las cofradías sí son iglesia. Ahora, cabe preguntarse, ¿qué iglesia? ¿La que acude presta y alegre a la cita con su cabeza visible, vicario en la Tierra de ese Cristo al que representan nuestras imágenes (independientemente de que alguno, cardenal, obispo o lo que sea, ¡pobrecillo!, pueda pretender hacer méritos o lucirse de algún modo ante el Papa)? ¿O la que colabora generosamente con el fondo diocesano (aterrador el dato de la participación de las cofradías en este fondo)?

Por ello, cada vez se hace más urgente ese debate (solicitado ya hace tiempo desde esta página), abierto a todos, que permita esclarecer de una vez qué queremos que sea la Semana Santa, para que todos, católicos (y aquí entiendo por católicos aquellos que creen y siguen el magisterio de la Santa Madre Iglesia, institución emanada directamente de Cristo y sostenida por el Espíritu Santo, con sus fallos y errores como formada por hombres y mujeres que es, incluyendo a jerarquía y pastores) y cofrades, dos grupos que hoy parecen bastante distanciados, podamos tomar las decisiones oportunas en el comportamiento a seguir.

En cualquier caso, me parece necesario insistir que no debe criticarse en absoluto a ninguna de las hermandades señaladas en este asunto. No, es más preocupante el caldo de cultivo que se está creando alrededor del mundo cofrade. Y en la calle sigue corriendo la pregunta que nadie se atreve a contestar. ¿Si el Papa en cuestión hubiera sido Juan Pablo II, las reacciones y posturas ante el Vía-Crucis de Madrid habrían sido las mismas?  ¿No habrá algunos que se pudieran haber aprovechado de los sentimientos de muchos para hacer su mísera política (dicho claramente y no soy el primero en decirlo) anti-Rouco y lo que se pretende que este cardenal representa? En fin, nunca lo sabremos.

¡Ah! Y ya habrá tiempo de comentar las palabras (y palabros) del Señor Arzobispo.

diputadocruces@yahoo.es

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