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El arzobispo castrense reivindica la necesidad actual de preservar la laicidad positiva de la Constitución


 Arte Sacro. Invitado por el Colegio de Graduados Sociales de Sevilla y por la Hermandad del Dulce Nombre de dicha ciudad, Mons. Juan del Río Martín, Arzobispo Castrense de España, ha impartido en la capital hispalense el día 17 de septiembre una  conferencia sobre: Sociedad plural: Religión y Laicidad,  en la que ha analizado el sentido de la religión y la laicidad en la actual sociedad española, tratando de superar la oposición que, según el Arzobispo Castrense, algunos pretenden fomentar entre la laicidad -entendida como respeto a la religión de la que reconoce su contribución benéfica al bien de la sociedad- y el hecho religioso, especialmente católico en nuestro país.

En esta línea, al inicio de su ponencia el Arzobispo aclaró los términos de la discusión para evitar falsas oposiciones que desde la honestidad intelectual no se sostienen: en primer lugar explicó que el verdadero concepto de laicidad tiene un origen cristiano ya que, basándose en la célebre frase evangélica de Cristo de “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, es ésta la que instaura la necesaria separación entre la Iglesia y el Estado, sin dejar de reconocer, antes al contrario, el benéfico papel de la religión. Éste es para Mons. del Río la verdadera concepción de laicidad o aconfesionalidad que ha adoptado nuestra Constitución a la hora de tratar el hecho religioso en la sociedad democrática, visión que ha superado y solventado felizmente en la España democrática la vieja “cuestión religiosa”.  “La laicidad tiene –ha recalcado  el  Prelado Castrense- un sentido plenamente positivo. Ha de ser entendida como autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica, nunca de la esfera moral”.

El laicismo como “religión”

Otra cosa es la pretensión de quienes han optado, desde el interés ideológico y tutelas políticas y mediáticas poderosas, por querer instaurar en la España actual el laicismo que, al contrario que la laicidad, pretende expulsar el hecho religioso del espacio público a fin de conseguir la hegemonía cultural y política, marginado especialmente a la Iglesia católica.

En este sentido  Mons. Juan del Río denunció en su conferencia que “si un Estado asume como propio el laicismo, lo constituye de hecho en la confesión estatal, con lo cual pierde su aconfesionalidad, su neutralidad y su laicidad… El laicismo es una ideología que se ha transformado en una nueva `religión´”, que contradice tanto nuestro marco y espíritu constitucional como nuestra tradición cultural. Para el conferenciante, “declararse agnóstico, ateo o indiferente no es una patente de neutralidad, ni otorga potestad para convertirse en el `árbitro´ del espacio y de la vida pública en una sociedad y democrática”.

Frente a los que han hecho paradójicamente del laicismo una confesión impositiva en el espacio público, el arzobispo castrense de España defendió la legitimidad ética, histórica y cultural de la presencia de los símbolos religiosos cristianos en dicho espacio en coherencia con el espíritu de una sana laicidad positiva y de nuestra tradición cultural.

Laicidad positiva

Con su opción por esta laicidad positiva, la Iglesia no pretende convertirse en un sujeto político, según señaló Mons. del Río, sino que, en el marco de la vivencia del derecho a la libertad religiosa, “aspira, con la independencia de su autoridad moral, a cooperar leal y abiertamente con todos los responsables del orden temporal en el noble diseño de lograr una civilización de la justicia, la paz, la reconciliación, la solidaridad”.

Esta aspiración de colaboración entre la Iglesia y el Estado en la sociedad democrática y plural es hoy más necesaria que nunca, ya que, aunque pueda parecer lo contrario, “la religión es un dato sociológico relevante” en la vida de las personas y da respuesta y anima los grandes anhelos humanos y trascendentes del ser humano, tan necesarios hoy para una verdadera construcción social democrática.

En definitiva, el actual arzobispo castrense postula en España la plena vigencia legal y social de la laicidad o aconfesionalidad que consagra la Constitución, concluyendo su conferencia en Sevilla con la afirmación positiva de que “la religión sigue siendo indispensable en la organización de una sociedad sana y genuinamente democrática. Y todo esfuerzo que se haga para que la religión pueda ofrecer su serena contribución al bien común y a la armónica convivencia de todos, nunca podrá ser calificado de baldío o inútil. Más bien, ayudará a aprender de las lecciones del pasado, a edificar un presente digno del hombre y a avizorar un futuro luminoso y esperanzado”.









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