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Intramuros: Periodismo y paranoia. Juan Miguel Vega. El Mundo


Hace unos días, un emergente personaje de la política local nos instaba a hacer la prueba de hablar bien del alcalde durante cuatro días seguidos en este periódico. «A ver site lo consienten». La condición humana suele plantear resistencia a aceptar la crítica y, sobre todo, a que ésta no sea interesada, especialmente entre los políticos, que jamás dan puntada sin hilo. De ahí que por sistema la atribuyan a cualquier cosa menos a la intención constructiva de quien la ejerce. No digamos nada si el medio donde se refleja cultiva, como este, un estilo de periodismo incisivo y sin pelos en la lengua. El fantasma de la conspiración aparece así por todas partes. Con razón, algunos psicólogos opinan que en la conducta de los políticos —de todos— hay ciertos rasgos paranoides.

Sin embargo, después de más de un lustro de plantar mi firma en estas páginas estoy absolutamente seguro de que podría hablar bien del alcalde cuatro o los días seguidos que hicieran falta sin que nadie pudiera plantearme pega alguna. Es más, estamos deseando poder hacerlo. Porque, más allá de la persona que ocupe el cargo en cada momento, el alcalde es quien gobierna la ciudad donde vivimos y a todos nos interesa que haga las cosas bien. Nos gustaría, por ejemplo, reconocer que el alcalde ha solucionado el problema del Vacie, lo cual es posible como demuestra el cercano precedente de San Diego, además de otros más lejanos de épocas politicamente incorrectas de evocar. Y nos gustaría reconocer la eficacia del alcalde ordenando la restauración de la muralla de la Macarena, donde ya hasta se mete gente —con sofás y televisores— a vivir. No digamos lo que nos gustaría reconocer que el alcalde ha arreglado el tráfico, agilizado el metro, logrado la ampliación de Fibes y conseguido que la ciudad esté limpia. A la espera de ese ansiado momento quedamos.

Orgullo rancio

Esta noche, como cada 7 de diciembre, tendrá lugar la Vigilia de la Inmaculada, una ceremonia cívico-religioso-alcohólica que, lamentablemente, degeneró hace unos años para convertirse en una inmensa botellona. Uno de los ritos más emotivos de esta noche era y es la ronda de las tunas al monumento a la Virgen de la plaza del Triunfo. Antes de la degeneración, las tunas se dedicaban, tras cantar en la plaza, a deambular cantando por el barrio de Santa Cruz.

Ahora no pueden porque las pandillas de borrachos, canis o no, les han declarado la guerra. «Muerte al tuno» es el beodo grito de guerra de los miles de subnormales que hoy saldrán a guarrearnos la ciudad. Debido a esa amenaza las tunas se encierran en locales o restaurantes, al resguardo de botellazos.

La tuna es una de esas instituciones injustamente vilipendiadas por culpa de una crisis de identidad que ha llenado a muchos de prejuicios. De un tiempo a esta parte, en Sevilla todo lo tradicional se ha convertido en «rancio». Aquello que resulta genuinamente sevillano es calificado así por quienes son incapaces de sostener una personalidad propia. Hay, no obstante quienes reivindican lo rancio con orgullo. Rancios rebeldes que, atendiendo a la convocatoria de Paco Robles, nos hemos reunido, al sevillano modo, en un casino de Internet: canalrancioblog.blogspot .com. Apúntense que es gratis (o «de válvula», que es más rancio).

Nobleza obliga

Como aquí no le retiramos el saludo a la gente cuando hace o dice algo que no compartimos o nos formula alguna crítica, ni tampoco se nos caen los anillos por reconocer los aciertos ajenos ni las equivocaciones propias, vamos hoy con dos ejemplos al respecto. El primero, felicitar al Ayuntamiento por haber recuperado el arquillo de la casa consistorial para instalar su tradicional Belén, montado por cierto con exquisito gusto. Lo segundo, reconocer nuestro error cuando criticamos la ubicación de la feria de belenes en la plaza de la Virgen de los Reyes. Realmente el cambio ha resultado beneficioso y apropiado. Un éxito de la Delegación de Fiestas Mayores. Eso si, mantenemos nuestra opinión sobre la situación de la plaza de San Francisco, a la que hay que poner como se merece ya.

juanmiguelvega@lycos.es










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